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Malas y buenas noticias sobre el calentamiento global


La nube de acontecimientos que genera en estos tiempos la crisis económico-social en el Hemisferio Norte suele eclipsar otros asuntos urgentes, hasta que vuelven a irrumpir en la agenda internacional para darnos noticias todavía peores, como el calentamiento global.

Así, en mayo supimos que los niveles diarios de dióxido de carbono en la atmósfera superaron este año el record histórico de las 400 partes por millón (ppm), según datos recogidos en Mauna Loa, Hawaii, donde se los mide desde 1958, y divulgados por la Administración Nacional de Océanos y Atmósfera de Estados Unidos (NOAA).

El CO2 es el principal gas de efecto invernadero generado por actividades humanas, sobre todo por la quema de combustibles fósiles como el carbón, el petróleo y el gas. La última vez que se había superado esa marca había sido hace unos… tres a cinco millones de años. El clima terrestre era más cálido y los seres humanos modernos ni existían.

La Organización Meteorológica Mundial (OMM) anunció también que 2012 entró al top ten de los años más cálidos jamás registrados desde 1850 (pese al enfriamiento que trajo La Niña), con una temperatura anual mundial de la superficie de la tierra y del océano superior en 0,45 °C a la media de 14,0°C del período 1961–90. Los años 2001 a 2012 se contaron, además, entre los 13 más cálidos de los que se tienen datos.


Entre las consecuencias, el nivel medio del mar a escala mundial es ahora 20 cm más alto que en 1880. Tormentas como Sandy en Nueva York o Bopha en Filipinas causan mayores inundaciones en zonas costeras cada vez más vulnerables, tanto como las áreas insulares. Los mares se tornan más ácidos, liquidan especies y descompensan la biodiversidad.

El calentamiento global está cambiando hasta la ubicación de los polos geográficos de la Tierra, según determinaron investigadores de la Universidad de Austin, Texas. La veloz fusión de la capa de hielo de Groenlandia -y, en menor medida, la de otras regiones- contribuyó a mover el Polo Norte varios centímetros al Este cada año desde 2005.

También en el Norte, Alaska se está calentando al doble de velocidad que el resto de Estados Unidos, con un aumento de unos 2°C en las temperaturas promedio desde 1949, que a este ritmo podrían aumentar unos 12°C según datos oficiales. En 2012, ocurrió la mayor pérdida de hielo marino durante un verano en el mar Ártico desde que se sigue su evolución por satélite, en 1970. Ese verano, el hielo cubría menos de 25% del Ártico y lo científicos estiman que de seguir así desaparecerá totalmente en el estío de 2030 y, en invierno, las capas que se formen pasarán de 4 a 2 metros de profundidad.

Un trabajo reciente de científicos de la East Anglia University (Gran Bretaña) estimó que de persistir estas emisiones de gases invernadero, al fin de este siglo el 57% de las plantas y el 34% de los animales perderían la mitad o más de sus hábitats, con repercusiones graves para la biodiversidad, principalmente en la África subsahariana, América Central, la Amazonia, el sudeste de Europa y Australia pero también para el propio ser humano en la agricultura, la calidad del aire, el acceso al agua potable y hasta el turismo.

Bien cerca de Argentina, en la Amazonia, se comprueba una de las paradojas de estos tiempos de calentamiento global. Allí, la expansión de la agricultura y la deforestación liberan carbono e inducen cambios atmosféricos y climáticos que, a su vez, afectarán la producción de un cultivo vital como la soja y quitará pastos al ganado.

Según datos oficiales ya se deforestaron para cultivos y pasturas unos 1,4 millones de km cuadrados, que serían 2,2 millones para 2050, sobre 5 millones de superficie de la región amazónica (60% del país). La Amazonia regula el clima mundial, es su principal almacén de carbono (91.500 toneladas), a la vez que clave para el desarrollo de la región.

El Somalia 258 mil vidas se perdieron por una sequía sin antecedentes en 2010-2012 y Australia padeció otra gravísima a comienzos de 2013. En las universidades de Leeds y Reading se estimaron pérdidas de entre 12% y 30% en los rendimientos de maíz, trigo y soja hacia 2050. “Un granjero cortando árboles no causa un cambio considerable en el clima. Pero miles de granjeros cortando árboles modifican el clima del que dependen para producir carne y soja”, graficó el investigador brasileño Marco Costa.

Expertos convocados por la Mary Robinson Justice Foundation alertaron también este año sobre un eventual triunfo de “la injusticia del cambio climático”: que el peor impacto sea sentido por los pueblos que menos contribuyen a causarlo, y que lo paguen con hambre por el daño en los cultivos. Y que norteamericanos y europeos reaccionen sólo si ven llegar a sus costas barcos repletos de personas en busca de soluciones.

Ahora, algunas buenas noticias. Estados Unidos, entre los mayores responsables de la emisión de gases invernadero provenientes de automóviles y plantas industriales, los redujo hasta 13 por ciento en los últimos siete años, aunque la crisis económica influyó en esa caída, se estima que volverán a subir. Conclusión: mitigar la emisión es posible.

Algunos científicos, además, ya están trabajando no sólo en reducir las emisiones de CO2, sino además de crear la tecnología para capturarlas, secuestrarlas y devolverlas a la tierra, tal como se hace con los residuos nucleares, y hasta reconvertirlo en según investiga un grupo de expertos del Proyecto Orígenes de la Universidad de Arizona.

La ciencia ha mirado también hacia los ejemplos naturales y centró su atención, hace tiempo, en el efecto de enfriamiento de las erupciones volcánicas, como la del Tambora (Indonesia) que provocó un “año sin verano” en Europa en 1816 (Tambora) o la del Pinatubo (Filipinas) en 1991.

Científicos británicos planearon imitarlos en 2012 inyectando azufre a la estratósfera (a través de una tubería de 12 kilómetros sostenida por un globo en un extremo y atado, en el otro, a un barco anclado en el mar). Aunque sus riesgos compiten todavía en desgracias con los gases en exceso y los ambientalistas no quieren coartadas para seguir emitiendo, la conclusión buena aquí es: la ciencia no descansa en la búsqueda de salidas.

Todos estos esfuerzos tienen costos, pero más los tendrá no hacer nada. De hecho, ya los hay. Nada mejor que las aseguradoras para comprobarlo en caso de fenómenos climáticos extremos acrecentados en cantidad y fuerza por el calentamiento global (35 mil millones de dólares en Estados Unidos en 2012, contra 11 mil millones anuales promedio en la última década). Aquí otra buena noticia: las economías descubren, al fin, que el calentamiento global no es devastador sólo para la sociedad, también para los negocios.


Según el Consejo Internacional de Energía Eólica (GWEC), las inversiones en energías renovables sumaron 268.700 millones de dólares en 2012 y sólo Latinoamérica invirtió unos 9.700 millones. China, otro gran emisor de gases invernadero, se consolidó como el líder mundial de las energías renovables, con una inversión de 67.700 millones de dólares, 50% más que en 2011.

El último informe de la consultora multinacional Bloomberg New Energy Finance (BNEF) coincide con el diagnóstico y perfila como el escenario más probable para 2030 una inversión acumulada de 630 mil millones de dólares, más del triple que en 2012.

El Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) advirtió que a finales de siglo la temperatura promedio de la Tierra aumentará entre 1,1°C y 2,9°C, según un pronóstico optimista. Según el pesimista, 2,4°C y 6,4°C.

A propósito, Fatih Birol, el economista jefe de la Agencia Internacional de Energía (AIE), estimó que los niveles actuales de consumo “ponen al mundo perfectamente en el camino a alcanzar el aumento de 6 grados Celsius. Todo el mundo, incluso los niños en edad escolar, sabe que esto tendrá consecuencias catastróficas para todos nosotros”.

También los gobiernos, con un largo recorrido desde el Protocolo de Kyoto, van tomando conciencia. Cancilleres y ministros de ocho estados árticos se reunieron en mayo en Kiruna, Suecia. Estados Unidos, un gran emisor de gases invernadero, llegó a la conferencia con una Estrategia Nacional para el Ártico bajo el brazo, que contempla la protección del medio ambiente de la región, cuando con el propio derretimiento de hielos ya asoman potenciales abundantes recursos de petróleo, gas y minerales. Algo es algo.

Hacia el año 1938, el ingeniero británico Guy Stewart Callendar, un observador aficionado del clima de West Sussex, publicaba un artículo en el Quarterly Journal of the Royal Meteorological Society británica que, basado en los conocidos trabajos de John Tyndall y Svante Arrhenius, asociaba directamente la quema de combustibles fósiles con el calentamiento de la atmósfera de la Tierra. Pasó mucho más desapercibido que la reunión de ministros del Ártico hoy. Y sin embargo, su artículo se convertiría en un hito.

Las buenas noticias sobre el calentamiento global que se generen en adelante dependerán, en buena medida, de que los poderes político y económico preste atención a la evidencia científica, se rindan ante ella y actúen en consecuencia sin esperar tanto tiempo como ocurrió con Arrhenius o Callendar. Las malas, por ahora, seguirán llegando solas.

Este artículo de opinión fue elaborado por www.tiempoinestable.wordpress.com, para EA.


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