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Jeffrey Anderson: “La integración económica europea no debe dejar atrás la política"


DIÁLOGO ENTRE JORGE ARGÜELLO Y JEFFREY ANDERSON, EXPERTO EN POLÍTICA EUROPEA DE LA UNIVERSIDAD DE GEORGETOWN

 

Jorge Argüello: ¿Ve abierta aún la posibilidad de una ruptura o desintegración de la Unión Europea?

Jeffrey Anderson: No va a haber una desintegración, no va a haber una implo­sión. Pero la UE tampoco supondrá un hecho tan emocionante y ambicio­so como se supuso hace 15 o 20 años, después de la caída del Muro de Berlín. Esta reciente crisis es, con toda seguridad, la más grave de las que ha experimentado la UE. Y aquí hay una triste ironía: el Tratado de Lisboa se concibió –como le lla­man los franceses– como una “finalité politique”, una especie de decla­ración final. Había una esperanza concreta en que ese tratado condujera a la UE hacia a un equilibrio estable, tal vez intensificando sus políticas pero sin preguntarse constantemente a sí misma “cómo nos vamos a go­bernar, a dónde vamos, qué tipo de unión vamos a hacer”.

—Pero la crisis financiera golpeó cuando el Tratado de Lisboa comenzaba a caminar.

A pesar de las mejores intenciones, Europa se enfrenta una vez más a un drama existencial: qué tipo de Europa queremos ser, con que intensidad queremos cooperar, cuál es el equilibrio adecuado entre la soberanía nacional y supranacional y así sucesivamente. En el fondo, todas las cuestiones que los europeos esperaban dejar de lado por un buen tiempo con el Tratado de Lisboa. De todos modos, no creo que hubiera algo que pudiera prevenir esta crisis masiva. Su origen no estaba en la construcción de Europa, sino en los mercados financieros, en el sector privado, y en la forma de hacer negocios en algunas partes de Europa.

—Y se inició en Estados Unidos.

Claro, pero dada la interdependencia de la economía glo­bal, se transmitió rápidamente a los mercados financieros europeos y a diferentes puntos débiles en Europa. No es sólo una crisis que envolvió Europa: hubo crisis bancaria en Irlanda, crisis inmobiliaria en España, cri­sis de deuda soberana en Grecia. Son distintos tipos de problemas pero, todos juntos, se manifestaron en términos de una especie de crisis de deuda soberana a nivel mundial en la que los gobiernos asumieron gran cantidad de pasivos para rescatar a sus sectores privados.

—¿Esto descarta en lo inmediato otro impulso hacia la unión política total europea?

No creo que vayamos a ver algo así como una versión de Estados Unidos emergiendo en Europa, con un gobierno central muy fuer­te en Bruselas, o como el de los länder alemanes. Eso, sencillamente, ya está fuera de agenda. Pero, a su vez, a Grecia por ejemplo le sería muy caro salir del euro y de la UE. Es más, ¿se puede imaginar a ese país yéndole todavía peor fuera de esta UE. Más bien, lo que parece estar sucediendo es el reco­rrido de un camino largo y de un lento regreso a la solvencia de Grecia. Eso sí, además de imponer austeridad y monitoreo fiscal, habrá que invertir en esta parte de Europa, aunque creo que estamos a algunos años de eso.

— Pero las políticas de “austeridad” son muy resistidas…

Es que tiene que haber un horizonte positivo para ofrecer a los ciudadanos: creación de empleo, crecimiento. Por eso también creo que los días de profunda austeridad en Europa están contados. Eso no significa que la UE vaya a emitir moneda: no será a cualquier pre­cio. Tal vez es más correcto pensar que se llegue a algún tipo de equidad en 10 o 15 años, no en cuatro, en los que se pueda pensar en desarrollar las infraestructuras y otro tipo de políticas que promueven el crecimiento del empleo. Si esas políticas funcionarán o no en un mundo interdepen­diente es difícil de preverlo.

—En los muros de Portugal se escribe “Que se lixe a Troika”, “Que se joda la Troika”.

Eso es hoy Bruselas. Hace 20 años, los portugueses, es­pañoles, griegos y otros estaban pidiendo a Bruselas asistencia regional, fondos estructurales y todas estas cosas buenas que venían de Bruselas y ayudaban el país a crecer. Bruselas pasó de ser el “salvador” a convertirse en el “hombre de la bolsa”, el opresor. Eso no va a durar para siempre, pero dañó la imagen de la UE. Y limpiarla le llevará tiempo.

—¿Qué lecciones deja todo este proceso de integración y crisis hacia el futuro?

Una clara enseñanza es no permitir que la integración eco­nómica deje atrás a la integración política. La decisión de avanzar hacia una moneda única sin hacerse acompañar del necesario control político y autoridad ha probado ser un desastre. Estos países no están para nada sincronizados económicamente. No tie­nen el mismo nivel de desarrollo económico, tienen grandes desequili­brios en términos de producción, importaciones y exportaciones agrícolas. Y ahora estos desequilibrios estructurales que se ponen de manifiesto con la moneda única..

—¿Y cómo queda la relación de la potencia Estados Unidos con esta UE en crisis?

Si pensamos en el contexto que dio lugar a un largo pe­riodo de crecimiento de finales de los 50 y 60, hubo un buen consenso político dentro de Estados Unidos y de Europa: la izquierda y la derecha –al menos el centroizquierda y el centroderecha– se pusieron de acuerdo en bastantes asuntos. Lucharon, pero todavía estaban de acuerdo en una serie de principios. Pero especialmente en Estados Unidos, aunque también en partes de Europa, ese tipo de consenso centrista aún no ha llegado. Y puede demorar largo tiempo. Hay profundas divisiones respecto a la manera correcta de avanzar hacia un equilibrio adecuado entre el Estado y el mercado y así sucesivamente. Hasta que consigamos ese consenso, será difícil sacar provecho a pasos ambiciosos como el TTIP (Transatlantic Trade and Investment Partnership).


* Jeffrey Anderson (EE. UU., 1957). Formado en asuntos europeos en la John Hop­kins University de Washington. Actualmente es Director para Asuntos Europeos del Institute of International Finance (IIF), una asociación que reúne a 500 instituciones financieras de 70 países, incluidos bancos centrales. Durante los últimos años con­centró sus análisis en la crisis de la eurozona. Conversamos en su despacho de la Georgetown University de Washington, adonde dirige el BMW Center for German and European Studies.


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