EXTRACTO DEL DIÁLOGO ENTRE JUAN CARLOS MONEDERO Y JORGE ARGÜELLO
Jorge Argüello:¿Cómo es la Europa y la UE que ustedes avizoran con la continuidad de estas políticas de ajuste y con la misma orientación económica y política?
Juan Carlos Monedero: La historia de Europa no es la historia de la Unión Europea. Ni siquiera la Unión Europea da cuenta de la historia de la Unión Europea. La Europa de la posguerra nació de identificar al enemigo: el fascismo en todas sus formas nacionales (nazismo, fascismo, franquismo, salazarismo, colaboracionismo). La Constitución italiana de 1948, la francesa del 46, la Grundgesetz alemana de 1949 incorporaron esa victoria de los sectores populares sobre una derecha que se había hecho totalitaria y que convirtió su crisis y su miedo en la devastadora Segunda Guerra Mundial. Una guerra que se ganó porque el ejército rojo dejó en el campo de batalla 25 millones de personas. La mitad de los muertos en esa conflagración. La Segunda Guerra Mundial la ganó alguien llamado, pongamos, Vladimir. No el soldado Ryan.
De esa derrota de una derecha convertida en fascista y derrotada nació el constitucionalismo de posguerra, el aliento que acompañó a la construcción de Europa hasta el Acta Única de 1986. El golpe definitivo lo asestó el Tratado de Maastricht que hizo el giro neoliberal a la construcción europea. Se intentó validar con el Proyecto de Constitución Europea (derrotado en referéndum en Holanda y Francia) y se zanjó, de manera nada democrática, en el Tratado de Lisboa. Desde entonces, Europa va a la deriva y se ha convertido en el referente del dolor de los pueblos. Una Europa que ayuda a los bancos y se alía con el FMI para romperle la espina vertebral social a los pueblos del Sur. Una Europa que en la interminable noche de las dictaduras del sur del continente actuaba de candil esperanzador para los pueblos y que hoy manda memorándum secretos a los Presidentes democráticos obligándoles a cambiar la Constitución para darle prioridad al pago de la deuda -de los bancos de los países centrales- por encima del gasto social.
Europa ya no significa aquél desafío nacido de la guerra, sino una estructura burocrática al servicio de los poderosos. Europa está otra vez por reinventar. Hay una Europa Central, que opera con el silencio de la Europa del Norte, que marcha sobre el resto de países con la Panzerdivission del Banco Central Europeo, el Comisario de la Competencia y el Tribunal de Estrasburgo. Que goza de la hegemonía del neoliberalismo –pese a su crisis– y el afán consumista de la ciudadanía europea. Y hay una Europa del Sur que sabe que o bien se reencuentra en alguna otra alianza regional o está condenada a ser la servidumbre consentida de las nuevas potencias del Eje.
—Podemos sostiene que la historia buena de Europa se forjó a fuerza de revoluciones, ¿cuál es la revolución por delante en esta Europa, donde formalmente funcionan todas las instituciones de participación democrática y donde, pese a la crisis, la ciudadanía consiguió un nivel de bienestar sin antecedentes alto para los patrones globales?
Juan Carlos Monedero: La Edad de Piedra no se acabó porque se acabaran las piedras. Cada sociedad construye desde lo que posee en cada momento histórico. Eso explica por qué los éxitos de una generación terminan no sirviendo a las generaciones posteriores. Como explica la ciencia política, la obediencia es el resultado de la coacción, la legitimidad que poseen los gobernantes, la inclusión social (en términos económicos, políticos, civiles e identitarios) y la rutina. En las sociedades democráticas liberales, la sustitución de élites merced al modelo electoral iba sirviendo esa necesidad de cambio político que legitimaba los gobiernos. La construcción del Estado social brindaba la idea de ascenso social que hacía de la obediencia al poder político un trato ventajoso.
A día de hoy, los sistemas políticos de la Unión Europea han roto la inclusión social (piénsese en el caso de España, con un 25% de desempleo), ven impotentes cómo se aleja la legitimidad del poder político, quebrada por la desafección ciudadana (lo que se verifica en las notas que ponen los votantes a sus políticos en las encuestas), no controlan la rutina debido a los nuevos medios de comunicación alternativos (el ejemplo claro es el movimiento de los indignados de España), y, al tener como único recurso el incremento de la coacción, están reventando el consentimiento ciudadano que no entiende ese pago con violencia estatal de sus reivindicaciones democráticas.
Las elecciones son mecanismos de autorización política. Pero no son un cheque en blanco. Como hemos visto en América Latina, pueden darse elecciones y los Presidentes salir en helicóptero del Palacio de Gobierno. En Europa se empieza a dar una descomposición de este tipo. El bipartidismo ha agotado su capacidad para representar la pugna electoral y para una creciente parte de la ciudadanía los dos grandes partidos forman parte de un mismo modelo caducado. Las diferencias tenemos que encontrarlas en que en Europa las clases medias tenían un nivel de vida y lo están perdiendo. Y saben que la crisis no es responsabilidad suya, sino del sector financiero y de la especulación inmobiliaria muy ligada al modelo político.
—Muchos analistas han leído el éxito electoral de Podemos como un voto de protesta circunstancial contra la crisis y la gestión de los partidos tradicionales, en una elección sin consecuencias políticas inmediatas y en este contexto de deuda y desempleo. ¿Por qué no sería así?
Juan Carlos Monedero: Sólo una lectura superficial e interesada puede interpretar el surgimiento de fuerzas políticas que impugnan el modelo como “circunstanciales”. Detrás del éxito electoral de una fuerza como Podemos está el agotamiento del régimen de 1978, el nacido de la Constitución aprobada ese año en España. Los consensos que sostenían el régimen se han roto, de la misma manera que los actores políticos principales han perdido su capacidad para sostener la legitimidad del gobierno.
El reparto desigual de la salida de la crisis, la falta de responsabilidad penal y política de los responsables de la misma, el abuso de los medios de comunicación –especialmente los públicos– intentando negar los problemas económicos y ocultando la protesta social, la falta de argumentos convincentes por parte de los principales actores políticos para explicar las razones del ajuste, el incremento de la pobreza y el aumento de los millonarios, la imputación a la ciudadanía de la responsabilidad de la crisis, el desmantelamiento jurídico del Estado social, el incremento de la represión policial son todos elementos que sólo podían conjurarse haciendo creer a la ciudadanía que no existía alternativa.
Podemos, continuando el recurso puesto en marcha por el movimiento indignado (el 15M), cambió el relato y en vez de hablar de crisis habló de estafa; en vez de reprochar a los ciudadanos, señaló a los banqueros y a los políticos asimilados al poder financiero acusándoles de ser una “casta” ajena a la democracia y enemiga del pueblo. En vez de asumir acríticamente todo lo que venía de Europa, acertó a entender que Europa ahora mismo está en manos de grupos de interés que velan por sus propios intereses y los de las grandes corporaciones. El acuerdo entre la socialdemocracia y los conservadores europeos para repartirse la presidencia del Parlamento Europeo y de la Comisión es una señal clara de que se ha abierto una trinchera en donde, pese a todos los matices, sólo hay dos lados. La apuesta está en ubicarse resignadamente al lado de esta grosse Koalition, asumir enfrente posiciones de fuerza contrarias a estas políticas que entregan la soberanía (donde también están los euroescépticos o el populismo de derecha) o inventar una nueva dimensión que supere las trampas que siempre encierran las trincheras.
* Juan Carlos Monedero (Madrid, 1963). Profesor de Ciencias Políticas, se doctoró en la universidad alemana de Heidelberg con una tesis sobre legitimidad democrática, y asesoró a la cúpula de Izquierda Unida y al presidente Hugo Chávez. Participó activamente del movimiento popular del 15-M de 2011 en España, de ciudadanos indignados por las políticas de ajuste, y en 2014 cofundó con Pablo Iglesias el Partido Podemos, del que fue jefe de campaña y principal ideólogo.