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LA AGENDA PENDIENTE QUE DEJARÁ LA PANDEMIA

La pandemia del COVID-19 que irrumpió a fines de 2019 atravesó el mundo de Este a Oeste transformándolo en muchos sentidos, pero cuando pase la emergencia sus líderes tendrán que volver a lidiar con la agenda de asuntos y problemas pendientes, desde la guerra comercial hasta las migraciones, pasando por la reformulación de la Unión Europea y las crisis institucionales en América Latina.



Ciertamente, una vez controlada la pandemia, aun cuando el planeta demore en lograrlo (falta saber cómo impactará en partes de Asia, América Latina y África), la crisis habrá dejado una herida sin precedentes en la economía mundial, de una magnitud superior a la que provocaron las guerras y depresiones del Siglo XX.


A diario leemos decenas de análisis que adelantan cómo esta ola de recesiones y desempleo, tanto en países desarrollados como emergentes, grandes o pequeños,

cambiará muchos paradigmas en la gestión de todas las economías, así como en el tratamiento de otros problemas estructurales, en especial la salud pública.


La intervención, en escala y características, de muchos bancos centrales y tesoros nacionales para contener semejante daño, son un anticipo del mundo que vendrá. Otros aspectos, como la sustentabilidad de la actividad productiva y comercial, tal vez merezcan una reformulación total y logren mejorar el planeta.


Sin embargo, aunque esta crisis modifique muchas formas de pensar, abordar y gestionar el mundo post COVID-19, algunos grandes asuntos de política internacional seguirán allí, vigentes y esperando una definición definitiva.


Es una incógnita, por ahora, si la experiencia de la pandemia mejorará o empeorará la capacidad de gobernanza global, que ya estaba en cuestión en 2019. O si se apreciará el multilateralismo o se acentuará el aislacionismo. Es decir, si se comprenderá, al fin, que “nadie se salva solo”, como suele decir Francisco.


Como sea, conviene hoy tener presente una lista básica de los pendientes que el mundo dejó congelados en su agenda cuando el COVID-19 comenzó a dispersarse desde China, porque la misma subvaloración que mereció entonces puede traer males mayores si la merecen, ahora, este conjunto de asuntos que sigue aquí:


. Guerra comercial

El presidente Donald J. Trump había cerrado en enero pasado la Fase 1 de acuerdos comerciales con su par Xi Jinping, en el fondo una tregua entre Estados Unidos y China, al cabo de una guerra de aranceles abierta en 2018 por Washington que implicaba cientos de miles de millones de dólares por ambas partes y que se extendió a Europa y las Américas.


Lo que debía seguir en 2020 era la Fase 2, una discusión de fondo que involucraría el sensible asunto de las patentes y la tecnología. Sin embargo, la pandemia puso en suspenso ese proceso y ahora, sus consecuencias económicas globales, en especial en Estados Unidos, puede terminar abortándolo .


La recesión en que cayó China en el primer trimestre de 2020 impactó en su protagonismo comercial global y, por tanto, en la actividad de muchos países dependientes de sus compras. Pero la salida de la pandemia vuelve a posicionar a Beijing en la negociación con Washington. Por el contrario, Trump se ve debilitado para continuar las negociaciones por una crisis sin precedentes.


Con una estimación provisoria de hasta 32% de contracción del comercio global en 2020 (OMC), La caída del precio del petróleo y de los commodities en general confirman renovadas tensiones que generalice la guerra comercial, salvo que, con nuevos actores, el mundo reedite el espíritu de acuerdos del siglo pasado y recupere el multilateralismo desafiado y amenazado en los últimos tiempos.


. Elecciones en EEUU

Hasta enero, toda la atención en el proceso de primarias de Estados Unidos estaba puesta en el campo demócrata, con la disputa entre los dos principales candidatos, el ex vicepresidente Joe Biden -con una ventaja decisiva de delegados en la disputa interna- y su contrincante el senador Bernie Sanders, decidido a imponer hasta el fin de la contienda una agenda progresista más radical. El retiro de Sanders, en plena crisis, deja a Biden como candidato y la disputa ideológica de fondo, abierta.


Mientras tanto, el presidente Donald J. Trump iniciaba su campaña por la reelección, casi sin adversarios y sustentado en la boyante situación económica del país, en los nuevos acuerdos comerciales para frenar la expansión de China y en índices -hasta allí- históricamente bajos de desempleo.


El COVID-19 está sacudiendo la economía estadounidense de tal manera que puede voltear completamente el curso de la campaña. Aunque ya fuera de carrera, Sanders puede imponer las propuestas más audaces, en términos de intervención del Estado, impuestos, salario mínimo y sistema de salud pública. A su vez, Trump perderá gran parte de la ventaja proselitista y, a la vez, será básicamente juzgado por su gestión, hasta ahora deficitaria, de la crisis del COVID-19.


. Las crisis en América Latina

En plena propagación de la pandemia, Estados Unidos sorprendió ofreciendo una recompensa millonaria por la captura de Nicolás Maduro por la presunta comisión de delitos de narcotráfico y desplegó una fuerza aeronaval en torno de Venezuela, una ofensiva que encuentra a las organizaciones regionales en un momento de dispersión y mínima coordinación frente a las diversas crisis institucionales.


Simultáneamente, la Administración Trump ofreció una salida propia a la crisis: organizar un gobierno de “transición democrática” sin Maduro ni el opositor autoproclamado presidente Juan Guaidó y un posterior llamado a elecciones. La propuesta ratifica la gran importancia que Washington sigue prestando a la crisis institucional en el país caribeño.


Asimismo, la pandemia llevó al gobierno provisional en Bolivia a decidir la postergación de las elecciones generales que deberían devolver la normalidad democrática al país. Poco antes, se habían definido los candidatos, tanto el opositor Luis Arce, del partido del expresidente Evo Morales (2006-2019), como la propia mandataria a cargo, la senadora Jeanine Áñez, y otros aspirantes de derecha.


Por último, también Chile vio alterado totalmente su calendario original para abrir el proceso para reforma la Constitución anunciado a finales de 2019 por el presidente Sebastián Piñera. El gobierno y la oposición acordaron postergar el referendo inicial del proceso, fijado para el 26 de abril, al 25 de octubre.


. La concreción del Brexit

Otro proceso pendiente a pesar de la pandemia es el Brexit. Tras la caída de dos gobiernos y tres años de incertidumbre, el 31 de enero pasado el Reino Unido dejó la Unión Europea (UE) tras casi medio siglo. Sin embargo, todavía queda por definir el futuro de la relación entre Londres y Bruselas.


Para ello, el gobierno del conservador Boris Johnson incurrió en una riesgosa estrategia: "atarse" al límite del 31 de diciembre para finiquitar la desconexión con la UE. Johnson pretendía aprovechar así 2020 como una transición: el Reino Unido no forma parte de las instituciones europeas ni se somete a nuevas decisiones, mientras disfruta de beneficios económicos y de circulación del mercado único.


Un mes más tarde, la pandemia del COVID-19 obligó a los políticos de ambos lados del Canal de la Mancha a concentrarse en sus situaciones domésticas. Hasta la fecha, el gobierno conservador sigue comprometido con las negociaciones de Brexit tratando de mantener el plazo que Londres se fijó a sí misma, a pesar de que el brote de coronavirus ha discontinuado abruptamente las conversaciones.


El Reino Unido y la UE tienen hasta el final de este año para discutir un acuerdo de libre comercio que necesariamente será complejo por el volumen y la densidad de los intercambios económicos entre ambos mercados. Sin acuerdo, los británicos pasarán automáticamente a comerciar con los términos de la Organización Mundial del Comercio (OMC): los aranceles serán más altos dañando aún más las alicaídas economías del Reino Unido y el bloque comunitario por los efectos del COVID-19.


. El futuro de la UE

Mientras que los gobiernos de toda Europa combaten desesperadamente el COVID-19, las mentes en Bruselas se dirigen a los planes de contingencia para el Marco Financiero Multianual (MFF), el próximo presupuesto de siete años de la UE (2021-2027) que debe ejecutarse desde el comienzo del próximo año.


Si bien las negociaciones sobre el nuevo presupuesto empezaron en 2019, la UE debió darle prioridad a la pandemia. Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, anunció una inyección de 15 mil millones de euros diseñada para ayudar a mantener las finanzas a flote durante la crisis del coronavirus. A ello le sumó la tratativa de un esquema comunitario de 100 mil millones de euros para combatir el desempleo que la recesión del COVID-19 producirá en el corto plazo.


Si negociaciones presupuestarias son siempre muy difíciles en tiempos normales, ahora, con los gobiernos enfrentándose a emergencias sanitarias y económicas de gran calibre, las posibilidades de que los Estados miembros aprueben el MFF tal y como estaba en los borradores de 2019 son escasas. De hecho, hace casi dos meses que la UE no discute en una cumbre el nuevo presupuesto.


Alemania ocupará la presidencia del Consejo de la UE durante seis meses a partir de julio. Los tecnócratas de Bruselas apuestan a ese momento para tener listos varios “Planes B” que contemplen diferentes escenarios de gravedad a partir de los efectos del COVID-19.


Con todo, la pugna por el presupuesto ya comenzó. Se vislumbran dos bandos: por un lado, los “frugales” como Alemania y Países Bajos, quienes buscan una reducción del MFF a su mínima expresión. Por el otro, los “solidarios” como España e Italia, quienes esgrimen que sin fondos generosos desde Bruselas muchos proyectos de desarrollo quedarán a medio camino, poniendo en serio riesgo el crecimiento del bloque en su conjunto. En las discusiones quedan cada vez más de lado programas más ambiciosos como fondos especiales para refugiados o un Pacto Verde de descarbonización acelerada de la UE.


¿Qué pasará si no se llega a un acuerdo para fin de año? Según las leyes de la UE, la Comisión tiene la potestad de extender el presupuesto un año más (ya sea mes a mes o por doce meses completos). Eso esconde sus riesgos: significa que los 27 miembros deberían costear un presupuesto 2021 del mismo tamaño que el de 2020, pero ahora sin la significativa contribución del Reino Unido. Sin las arcas de Londres, el próximo MFF se ve potencialmente privado de 75.000 millones de euros.


. La crisis en Siria

A medida que la pandemia reordena rápidamente las prioridades de los responsables políticos y del público en todo el mundo, los conflictos armados que ocupaban el centro del debate político y mediático van pasando a un segundo plano. La crisis en Siria y la lucha contra el Estado Islámico (ISIS) no son la excepción.


El conflicto de Siria desde 2011 es una constelación de crisis superpuestas. Casi una década después de las primeras protestas contra Bashar al-Assad, hoy el gobierno sirio retiene el control de la mayor parte del país. Esto no ha sido sin costos: las distintas dimensiones mundiales, regionales y locales de la crisis condujeron a una violencia crónica y la muerte de más de 250.000 personas, alimentando la radicalización, la huida de refugiados y una economía de guerra.


El conflicto armado atrajo primero la intervención internacional contra el islamismo radical del ISIS y luego la injerencia de jugadores como Rusia, Turquía e Irán, que siguen explotando la inestabilidad a su favor. La ofensiva de este año sobre Idlib -último bastión de la resistencia siria- parece sellar la victoria de al-Assad.


Recientemente el presidente turco Recep Tayyip Erdogan y su par ruso Vladimir Putin acordaron poner fin a las hostilidades en Idlib a lo largo de las actuales líneas de frente y permitir que las fuerzas del régimen sirio mantuvieran el control de las áreas tomadas durante las ofensivas en febrero y permanecieran a una distancia de ataque de la ciudad rebelde. Ahora, mientras Erdogan y Putin se concentran en las consecuencias domésticas del COVID-19, queda pendiente la estabilización de las zonas arrasadas por la guerra civil y la cuestión de los refugiados.


Más aún, el ISIS sigue operativo en la región. El Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, llamó a un "alto el fuego mundial" argumentando que la humanidad se enfrenta a un” enemigo común” en el COVID-19. Por el contrario, el ISIS ha dicho a sus miembros que su guerra mundial continuará, incluso cuando el virus se extienda. Además, les ha dicho que los regímenes de seguridad nacional e internacional que ayudan a mantener al grupo bajo control están a punto de ser sobrecargados por el virus, por lo que deben aprovecharlos al máximo.


Finalmente, a la delicada situación de seguridad y humanitaria producto de la crisis en Siria ahora se le agrega la amenaza de la pandemia. La enfermedad ha sido durante mucho tiempo una preocupación diaria en los campos de detención (como al-Hol en el noreste de Siria para las familias de los militantes de ISIS) y refugiados (como Za’atari, el mayor campo de refugiados del mundo donde 120.000 personas se encuentran bajo cuarentena). Ahora, cada muerte sin diagnósticos claros aumenta la ansiedad sobre posibles brotes de COVID-19.

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