En su primer viaje al exterior, en diciembre de 2019, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, visitó la sede de la Unión Africana (UA) en Etiopía, todo un gesto sobre su lista de prioridades. Pero resta saber cuál será el nuevo modelo de relación de la Unión Europea (UE) con África. ¿Asociación de iguales o nuevo imperialismo?
Para la Unión Europea (UE), África es “su vecino más cercano”. La historia entre ambos continentes es inmensa y está marcada por períodos de cooperación y de conflicto. África siempre fue una parte indispensable en el marco de seguridad de Europa, desde el Imperio Romano en la antigüedad hasta la era de las potencias coloniales del Siglo XIX.
En su nueva estrategia integral de asociación con África, la actual Comisión Europea propone “llevar la relación al siguiente nivel”. Por ahora, se mantiene en agenda la próxima Cumbre UE-Unión Africana en Bruselas en octubre de 2020 con miras a definir un programa conjunto de asociación.
Para muchos analistas, la UE de la próxima década actuará con mayor cohesión en seguridad y política exterior. Esta Europa más “geopolítica” se propone identificar amenazas globales, acciones comunitarias posibles y alianzas internacionales relevantes. En este marco, el diagnóstico de los europeos es que tanto ellos como los africanos enfrentan un número cada vez mayor de problemas comunes, entre ellos los efectos del cambio climático y la transformación digital.
Los incentivos económicos son muy altos: la UE es el mayor socio comercial y de inversión de África, y el principal defensor de la Zona Continental de Libre Comercio de África (AfCFTA). Además, la UE y sus Estados miembros son los principales proveedores de Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) a África. En 2018, se proporcionaron 19.600 millones de euros, es decir, el 46% del total que recibió África. De igual forma, el nuevo instrumento de financiación externa de la UE del nuevo presupuesto en discusión (2021-2027) destinaría más del 60% de los fondos disponibles a África.
Desde la perspectiva europea, la asociación “amplia” y “madura” se construirá sobre la base de los respectivos y mutuos intereses y responsabilidades. A pesar de su lanzamiento en febrero de 2020, la estrategia bicontinental se basa en el programa construido a partir de la cumbre bilateral UE-UA en Abiyán (Costa de Marfil) en 2017.
Este nuevo programa de política exterior pretende reemplazar la Estrategia Conjunta África-UE de 2007. En aquel entonces, el mundo era un lugar diferente al actual: 13 años después, se vuelven más urgentes algunas agendas como el cambio climático y la gobernanza global. Otros nuevos temas impensados a comienzos del siglo XXI hoy son inexorables, como la transformación digital, la creciente desigualdad y las migraciones.
En la estrategia se identifican cinco esferas clave para profundizar la cooperación futura entre Europa y África: la transición ecológica y el acceso a la energía; la transformación digital; el crecimiento económico y la generación de empleo sostenibles; paz y gobernanza; y migración y movilidad.
ECOLOGÍA, DIGITALIZACIÓN E INVERSIONES
Sin embargo, no es la primera vez que los europeos muestran interés por despertar “el potencial de África”. Sesenta años después del proceso de descolonización africano, todos los países todavía resienten las heridas del imperialismo europeo: fronteras impuestas, tensiones étnica y expoliación económica. Con esta memoria histórica, muchos gobiernos africanos son reacios a aceptar paquetes de políticas provenientes desde Europa.
Un ejemplo de ello es el cambio climático. Según los europeos, ambos continentes deben alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible, y para ello tanto la UE como África deben optar por un futuro con bajas emisiones de carbono, eficiente en el uso de los recursos y resistente al clima, de conformidad con el Acuerdo de París.
Sin embargo, si instalar estos nuevos estándares ecológicos generan dificultades en Europa, en África pueden condicionar severamente el desarrollo, ¿por qué Nigeria desaprovecharía los beneficios de la explotación de hidrocarburos para endeudarse por adquirir costosas tecnologías renovables?
De modo semejante, Unión Europea suma a África en sus planes de infraestructura digital. Para las economías en desarrollo, el impacto dinamizador sería brutal: según las estimaciones, un aumento del 10% de la cobertura digital podría impulsar más del 1% del PIB de África. Con la inversión, la infraestructura y el marco reglamentario adecuados, la digitalización tiene transformará las economías y sociedades africanas.
Pero hasta la actualidad, la conectividad del continente está en manos de empresas de servicios digitales europeas. Tal es el peso de estas multinacionales que los sitios donde colocan las torres de transmisión o las redes de fibra óptica acaban determinando el éxito o el vaciamiento de las ciudades en África, desde Tanzania hasta Mozambique. En otras palabras, el escaso control que los gobiernos locales tienen de la implementación de tecnologías como las comunicaciones satelitales o el 5G son los ferrocarriles del siglo XXI: antes para extraer minerales, hoy para extraer datos.
El tercer pilar de la UE para con África sigue siendo el comercio. En este punto, von der Leyen hizo explícito el interés de los europeos de evitar la dominación unilateral de Estados Unidos o China. Bruselas procura así retener mercados clave para las economías de su bloque, los cuales serán en las próximas décadas los más dinámicos del planeta, incluso por delante de los asiáticos.
Según los últimos datos publicados por Bruselas, el intercambio total de bienes entre los 27 Estados miembros de la UE y África ascendía a 235.000 millones de euros, es decir, un tercio del total de África, todavía muy por delante de China (17%) Estados Undios (6%). En 2017, los 27 Estados miembros de la UE tenían existencias de inversión extranjera directa en África por valor de 222.000 millones de euros, más de cinco veces las de los Estados Unidos (42.000 millones de euros) o las de China (38.000 millones de euros).
SEGURIDAD, DERECHOS HUMANOS Y MIGRACIONES
Sea en la transferencia de tecnología, las inversiones o la ayuda directa ya mencionadas, muchos gobiernos africanos recelan la capacidad de exigir que Europa tendrá en otros temas sensibles que exceden lo económico.
Uno de ellos es la delicada agenda militar africana. Francia y Gran Bretaña todavía tienen miles de efectivos desplegados en África, y más de 30.000 efectivos militares, policiales y judiciales africanos dependen de las ex metrópolis. En 15 años los Fondos de Paz para África sumaron 3.500 millones de euros. Países como Mali o Níger sencillamente no pueden privarse del poder de fuego que Europa les garantiza contra los grupos insurgentes.
Los derechos humanos también aparecen en toda agenda bilateral. Es cierto que las presiones diplomáticas por el respeto de los derechos humanos universales marcaron en muchas oportunidades un punto de inflexión en los excesos de los regímenes autoritarios de África. Pero los gobiernos democráticos saben, a su vez, que las asociaciones de la sociedad civil financiadas desde Europa constituyen poderosos grupos de presión que a menudo imponen agendas o definen elecciones reñidas.
Más allá, las migraciones son por lejos el tema de mayor relevancia en la agenda de seguridad bilateral UE-UA. Encuadrada siempre por los europeos como una “crisis”, las tendencias demográficas africanas son vigiladas con extrema cautela por Bruselas. Los conflictos armados, la falta de oportunidades económicas y los desastres naturales continúan produciendo niveles de migración y desplazamiento forzoso preocupantes para una Europa con voces xenófobas y racistas cada vez más ruidosas.