Las remesas son el salvavidas monetario que envían los 200 millones de trabajadores migrantes a sus hogares de origen. Nacen del sacrificio y la separación, y son cruciales para una de cada nueve personas, sobre todo en muchos países en desarrollo que dependen significativamente de ellas. ¿Cuáles son las principales tendencias de las remesas y cuál fue el impacto de la pandemia?
Tradicionalmente, las remesas se contabilizaban en las columnas destinadas a los errores y omisiones en los balances de los bancos centrales y las instituciones financieras internacionales. Mientras que otras formas de flujo de capitales como el comercio o la inversión se registraban y comunicaban acabadamente, las transferencias de pequeñas cantidades de dinero (en su mayor parte no oficiales) entre migrantes y sus hogares de origen, pasaban desapercibidas.
Pero las remesas no son una novedad de la globalización, ni mucho menos. Para los países europeos, estos flujos de dinero eran fundamentales ya en el siglo XIX. Sin ir más lejos, una joven Italia aprobaba en 1901 la primera ley de protección de remesas y todavía mediados de ese siglo éstas representaban más del 20% de las cuentas nacionales de España.
En 2018, la Asamblea General de Naciones Unidas fijó cada 16 de junio como el Día Internacional de las Remesas Familiares, en homenaje a los 200 millones de trabajadores que ayudan a más de 800 millones de personas en sus hogares de origen: una de cada nueve de la población mundial.
UN INGRESO INDISPENSABLE
Anualmente, los trabajadores envían cientos de miles de millones de dólares a sus países de origen, la mayoría de las veces fuera de su continente. Las transferencias periódicas permiten que la mayoría de las familias beneficiarias vivan por encima del umbral de pobreza y las ayuda a resistir contra la marginalidad estructural y el crimen organizado.
Las remesas mundiales ascendieron a 715 mil millones de dólares en 2019, un máximo histórico. La cifra es sorprendente: equivale al presupuesto anual de defensa de los Estados Unidos.
De ese volumen de fondos, los países de renta baja y media (PRMB) recibieron la cifra récord de 554.000 millones de dólares, según documentó el Banco Mundial. Esta es la faceta más conocida de la temática: las remesas dan cobijo a un gran número de hogares pobres y vulnerables apuntalando las estrategias de supervivencia de buena parte del Sur Global.
La mayor parte de las remesas son pequeñas sumas de dinero, que los receptores gastan en las necesidades diarias de subsistencia, como la alimentación, la educación y la salud. Pero también el 25% de las remesas recibidas se destina a crear un futuro más seguro e independiente para los familiares en el país de origen, mediante la mejora de la alimentación y la salud, ahorro estratégico y la inversión en activos y actividades generadoras de mayores ingresos.
Macroeconómicamente el impacto también es perceptible. En niveles pre pandemia, 28 países recibieron remesas por un valor del 10 % o más de su producto interior bruto (PIB), y nueve de estos países recibieron más del 20 % de su PIB a través de los flujos de remesas.
El ranking de países receptores de remesas es impactante: India (#1 desde 2008), China, México, Egipto, Filipinas, Nigeria, Pakistán, Bangladesh, Indonesia. Todas potencias emergentes de gran población, que sin estos ingresos ralentizarían su camino al desarrollo, indudablemente.
Del otro lado de la transacción, los trabajadores que viven en los países del G20 envían más de la mitad de todas las remesas. Y en la economía digital de la Cuarta Revolución Industrial no hace falta ser Estados Unidos (el emisor líder de remesas global) para constituirse como un polo de remesas: los Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita le siguen en el podio.
Según las previsiones, entre 2015 y 2030 se enviarán USD 6,5 billones (trillions, en inglés) en remesas a países de ingresos bajos y medianos. Esto desempeñará un papel insoslayable en la reducción de la pobreza, a la vez que ilumina un ángulo conveniente para abordar la compleja agenda migratoria (60% de los migrantes que envían remesas residían en zonas urbanas en su país de origen).
EL IMPACTO DE LA PANDEMIA
Las remesas entrañan una historia fascinante por otro motivo: fue una de las dinámicas más resilientes al embate del COVID-19. Según registró el Banco Mundial, en el bienio pandémico 2020-2021 los flujos de remesas se contrajeron tan solo un 1,6% (contra un 20% pronosticado), una proporción mucho menor que la actividad productiva total, el comercio o la inversión a nivel mundial.
Sin embargo, a medida que la pandemia de coronavirus afecte a los puestos de trabajo y a los salarios de muchos sectores de la economía mundial que dependen de los emigrantes, parece cada vez más probable que se produzca una ralentización de la cantidad de dinero que estos trabajadores envían a sus familias. Ello influirá de manera fundamental en la forma y el ritmo con el que el mundo se recupere del coronavirus.
La pandemia del COVID-19 creó tanto una crisis inmediata como retos sociales y económicos a largo plazo tanto para los emigrantes como para los receptores de remesas. En lo inmediato, el distanciamiento social y el cierre de negocios significaron que los métodos tradicionales de transferencia de remesas (es decir, en efectivo o utilizando sucursales de bancos u operadores de transferencia de dinero) se volvieron más limitados y complicados.
Más aún, como los trabajadores inmigrantes tienden a trabajar en sectores que son particularmente vulnerables en tiempos de recesión económica y tienen menos protecciones para los empleados o son directamente autónomos, el riesgo de desempleo aumentó considerablemente. Con la flexibilización del transporte internacional en 2021-2022, muchos trabajadores migrantes estarán regresando a sus países y también existirán las posibilidades de desempleo una vez allí.
Quienes resistan, muchas veces continuarán trabajando en circunstancias comprometidas, como en empleos con salarios más bajos, malas condiciones laborales y, en la crisis actual, más expuestos al contagio. Según estudios preliminares del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en diásporas como la india 4 de cada 10 expatriadas mujeres perdió su trabajo, y otras 2 de esas renunciaron por las dificultades del último año.
A pesar de que las remesas globales se redujeron en 2020, las remesas digitales crecieron fuertemente y están ofreciendo importantes beneficios a aquellos que pueden aprovecharlas. Las remesas digitales son como una versión persona a persona del comercio electrónico, en el sentido de que no es necesaria una visita en persona a una de las 3.000 empresas gestoras para iniciar una transferencia: las grandes beneficiarias de estos flujos.
La perspectiva es positiva: el costo de enviar remesas bajó un 25% en la década pasada. De cara a 2030, existe un objetivo político global de conseguir que los costes de las remesas sean del 3%.
En este sentido, las dificultades de la pandemia expusieron las limitaciones del actual sistema de servicios de remesas, tanto ante los ojos de los gobiernos como para los clientes de los proveedores de servicios de remesas. Esto invita a impulsar oportunidades de cambio e innovación que pueden mejorar los servicios de transferencia y fomentar una mayor inclusión financiera de los migrantes y sus familias.
En particular, la promoción del uso de las remesas digitales y de productos financieros adicionales (como por ejemplo productos de alfabetización financiera y de ahorro) puede, en última instancia, mejorar las capacidades de los receptores de remesas para lograr objetivos de ahorro y de subsistencia a más largo plazo, así como aumentar la resiliencia frente a futuras crisis económicas.
Publicado el 14/10/2021