top of page

PETE BUTTIGIEG, LA NUEVA GENERACIÓN DE DEMÓCRATAS



Ser un exitoso político treintañero y homosexual forma parte de una realidad cada vez más extendida en un Estados Unidos crecientemente diverso, pero lanzarse a la carrera por la presidencia y desde la alcaldía de una pequeña ciudad, todo ello a la vez, supone una misión muy ambiciosa incluso para estos tiempos, en los que el país acaba de ser gobernado durante ocho años por un afroamericano.


Y, sin embargo, eso es exactamente lo que se propone Pete Buttiegieg, un producto intelectual de la elite blanca norteamericana que a los 37 años puede mostrar a la vez excelencia académica y experiencia militar, y sobre todo la determinación para desafiar en la carrera presidencial demócrata a curtidos veteranos como el ex vicepresidente Joe Biden (76 años), gran favorito, o el popular Bernie Sanders (77).


Las primeras encuestas previas a las primarias de las que surgirá el rival demócrata del presidente Donald J. Trump ubicaron a Buttigieg, alcalde de South Bend (Indiana, 102 mil hab), en un expectante segundo pelotón de la larguísima lista de precandidatos de su partido para las elecciones del año próximo.


Buttigieg reúne a primera vista muchas de las características con las que empatiza un electorado joven, diverso y tolerante, que polariza con la amalgama nacionalista y restauradora que constituyó el trumpismo a partir del malestar de sectores sociales perjudicados por los cambios económicos y culturales que han traído el Siglo XXI y la globalización. Es decir, todo lo que a aquéllos les atrae.


La juventud ya es un marcador en esta campaña, en la que candidatos millennials, diferenciándose de los políticos más veteranos como Biden, Sanders o la prestigiosa senadora Elizabeth Warren, reivindican su capacidad para entender y afrontar mejor problemas de la época, desde el cambio climático hasta la economía digital.


La prensa estadounidense remarcó ese contraste: cuando Biden ganó su primera elección para senador, en 1972, ocho de los precandidatos demócratas a presidente aún no había nacido. El propio Buttigieg hizo de la “justicia intergeneracional” el centro de su lanzamiento proselitista invitando a los votantes a pensar en el Estados Unidos de 2054, cuando él tuviera la misma edad que Trump hoy.


"Un candidato joven puede hacerle frente con urgencia a los asuntos del futuro. Cuando se piensa en ese mundo, básicamente, todo apunta más favorablemente a los demócratas", sintetizó el joven Pete, evocando sin quererlo los antecedentes de John F. Kennedy, Bill Clinton e, incluso, de Barack Obama.


Las ambiciones de este alcalde tienen un sustento parecido al que, desde Nueva York, llevó al Congreso a la legisladora más joven de la historia, Alexandria Ocasio -Cortez (29), a costa de un viejo pope del establishment demócrata. La de 2020 será una elección en la que el padrón de votantes estadounidenses de menos de 40 años serán tantos como los mayores de 55 (casi el 40% del total).


A diferencia de Ocasio-Cortez y su esforzada vida como mesera, el buen pasar de la familia de Buttigieg, hijo de dos académicos de la prestigiosa universidad católica local de Notre Dame, le permitió educarse en Harvard y Oxford, dominar varios idiomas y graduarse con honores en Historia y Literatura. Enseguida, se encontró trabajando de asistente en las oficinas demócratas del Capitolio y la Casa Blanca.


Entonces tomó una decisión que hoy pesa notablemente en su currículum ante los ojos más conservadores: se alistó en la Marina como oficial de inteligencia, para prestar servicio en Afganistán, un antecedente que años después lo obligó a pedir licencia como alcalde para pasar varios meses más en Pakistán.


Buttigieg deslumbró en su primer desafío electoral en 2011, a los 30 años, cuando ganó la alcaldía de South Bend, una ciudad del estado tradicionalista y conservador de Indiana (que gobernó el actual vicepresidente Mike Pence) conocida por haber sido durante décadas cuna de la automotriz Studebaker, hasta que sucesivas crisis y cambios ensombrecieron esa parte y el resto del Rust Belt industrial del Noreste.


Con el tiempo, su gestión ganó en aceptación y prestigio, pero el alcalde -en más joven en gobernar a más de 100 mil habitantes- fue más allá de los estrictos límites culturales de su entorno: después de ser reelegido en 2015, hizo pública su condición homosexual y se casó con su pareja, el maestro Chasten Glezman (29).


Su edad, su condición sexual y formar parte de la mayoría blanca son la base de un trípode que le ha permitido destacarse en el universo de las nuevas figuras políticas estadounidenses, pero son los mismos condimentos que le estrechan el camino.


A favor, están el precedente de la ex alcaldesa Annise Parker (Houston, 2010-16) y el de la actual de Chicago, la afroamericana Lori Lightfood (2019-23), dos lesbianas que conquistaron el voto en electorados amplios. Además, comparada con la desordenada vida de Trump, acusado incluso de acoso sexual, la rutina de Buttigieg suena “hogareña, convencional y burguesa”, como la definió The Atlantic.


En contra, tal vez no haya todavía una mayoría del electorado capaz de imaginarse tanto como un comandante en jefe gay de la primera potencia militar, en sus treinta años y con un “primer esposo” ocupando el ala este de la Casa Blanca.


Buttigieg alcanzó niveles de recaudación de fondos para su campaña tan altos como sus rivales con más experiencia, todo un indicio en la política estadounidense.


Pero sólo el tiempo dirá si el joven Pete es capaz de abrirse camino tan rápido, en un país de tantas tradiciones en pie y en un partido como el Demócrata, en el que la sexual no es la única diversidad apreciada ni la juventud la única medida del éxito. Ahí está el viejo Joe Biden para comprobarlo.

Comments


bottom of page