En vísperas del Día de la Reafirmación de los Derechos Argentinos sobre nuestras Malvinas, desde las islas usurpadas nos llegó con fuerza y claridad el eco de la costosa e inútil estrategia diplomática seguida por el actual gobierno nacional frente a las pretendidas e ilegítimas autoridades de los archipiélagos australes y sus mandantes en el Reino Unido.
No fue esta vez un funcionario nacional esgrimiendo los mismos argumentos con los que, en los 90, se quiso hacer creer a los argentinos que un manso acercamiento a los ocupantes de las islas, sin condiciones para negociar la cuestión de fondo, es decir, la soberanía, podía mejorar la posición de nuestro país en sus reclamos.
La voz que escuchamos en estos días para confirmar el error estratégico del actual Gobierno nacional llegó en cambio desde Malvinas y fue la del funcionario elegido por Londres para administrar la ocupación, el "gobernador" Nigel Phillips, en el reporte anual que eleva a sus autoridades británicas para rendirles cuentas.
"En términos de la situación geopolítica, este año hemos verificado progresos con los compromisos establecidos" en el acuerdo internacional celebrado por el Reino Unido y la Argentina en 2016, afirmó envalentonado Phillips, en su discurso ante el "poder legislativo" de los isleños.
Aludía de ese modo al acuerdo internacional Foradori- Duncan (por el apellido de sus firmantes), con el que el Gobierno del presidente Mauricio Macri, sin consulta ni aprobación del Congreso Nacional, reflotó el "paraguas de soberanía" que congela las reivindicaciones de nuestro país sobre todas las islas y espacios marítimos del Atlántico Sur, y a la vez consolida los intereses económicos británicos.
Al respecto, en abril pasado, alertamos al gobierno nacional sobre las implicancias de aceptar empresas británicas en una licitación para la exploración de gas y petróleo de tres cuencas de la plataforma continental argentina, en un área de importancia estratégica y geopolítica para nuestro país.
En su alocución, el señor Phillips citó como otro logro para los intereses británicos, bajo este reabierto "paraguas de soberanía", las gestiones ante Buenos Aires para mejorar la conexión aérea entre las islas, el continente y el resto de la región.
"Se hicieron buenos progresos" para firmar un convenio con una compañía aérea —del que el gobierno nacional aceptó excluir a Aerolíneas Argentinas— para operar una nueva ruta semanal entre San Pablo (Brasil) y las Islas Malvinas, que abrirá las conexiones con "Sudamérica, Norteamérica, Europa y Asia", se entusiasmó.
Pero hay un párrafo del discurso de Phillips, en especial, que sintetiza de manera contundente y general la situación regresiva a la que nos llevaron estos dos años del enfoque diplomático de nuestra cancillería frente a Londres.
"Estos avances son bienvenidos. Sin embargo, la cuestión de la soberanía no está en discusión. Tal como la primera ministra, Theresa May, reafirmó en su mensaje navideño de 2018, mientras los habitantes de las islas quieran seguir siendo parte del Reino Unido, eso nunca cambiará", sentenció Phillips.
Ese es, sin más, el eco del pésimo mensaje enviado desde Buenos Aires desde 2016. Argentina repite el error de congelar la disputa de soberanía —que con el más amplio respaldo internacional Naciones Unidas emplaza a resolver cada año— y duerme cualquier posibilidad de negociación de fondo a cambio de nada.
Esta estéril estrategia se vuelve aún más inexplicable cuando el Reino Unido atraviesa su mayor crisis política interna en décadas, empantanado por un Brexit inconcluso que la debilita y aísla de Europa, y con la administración Trump poniendo la "relación especial" de las dos potencias en su peor momento en medio siglo.
Por lo demás, es doblemente doloroso escuchar a un mensajero de la satisfacción británica como Phillips, designado a dedo por Londres y por tiempo indefinido, una especie de monarca títere local que controla a discreción la "asamblea legislativa" montada para mantener las apariencias de democracia interna.
En los hechos, con sus facultades Phillips designa a las principales autoridades locales, puede poner y sacar jueces, regalar y confiscar tierras, detener y deportar personas, o determinar quién recibe el estatus para votar en comicios locales.
O sea, la que escuchamos es la voz satisfecha de un personaje cuyo único límite lo impone la reina de Inglaterra, a 13 mil kilómetros de distancia de la colonia. Una voz que nos vuelve como el eco del fracaso de una política diplomática que vuelve a alejarnos, por ahora, de la recuperación de la soberanía sobre todos esos territorios.
Publicado por Jorge Argüello, el 9 de junio de 2019, en INFOBAE
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