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¿UNA PANDEMIA DESGLOBALIZADORA?, POR HAROLD JAMES

Actualizado: 16 mar 2020



El brote del nuevo coronavirus (COVID-19), que comenzó en Wuhan (China), puede muy bien convertirse en una pandemia mundial. Cerca de 50 países han confirmado casos del virus, sin que esté clara la naturaleza precisa del mecanismo de contagio.


Las pandemias no son sólo tragedias pasajeras de enfermedad y muerte. La omnipresencia de estas amenazas a escala masiva, y la incertidumbre y el miedo que las acompañan, conducen a nuevos comportamientos y creencias. La gente se vuelve más suspicaz y más crédula. Sobre todo, menos dispuesta a comprometerse con cualquier cosa que parezca extranjera o ajena.


Nadie sabe cuánto tiempo durará la epidemia de COVID-19. Si no se vuelve menos contagiosa con la llegada de la Primavera en el Hemisferio Norte, todo el mundo tendría que esperar hasta que se desarrolle y se ponga en marcha una vacuna. Otra variable importante es la eficacia de las autoridades de salud pública, que en muchos países son mucho menos competentes que en China.


En cualquier caso, el cierre de fábricas y la suspensión de la producción ya están perturbando las cadenas mundiales de suministro. Los productores están adoptando medidas para reducir su exposición a las vulnerabilidades a larga distancia.


Hasta ahora, los analistas financieros se han centrado en el cálculo de los costos de determinados sectores: los fabricantes de automóviles, preocupados por la escasez de piezas; los fabricantes de textiles, privados de tejido; los minoristas de artículos de lujo, hambrientos de clientes; y el sector del turismo, en el que los cruceros, en particular, se han convertido en semilleros de contagio.


Pero se ha reflexionado relativamente poco sobre lo que el nuevo clima de incertidumbre significa para la economía mundial en general. Al pensar en las consecuencias a largo plazo de la crisis de COVID-19, los particulares, las empresas y, tal vez, hasta los gobiernos tratarán de protegerse legalmente.


Es fácil imaginar que se estructuren nuevos productos financieros para pagar a los fabricantes de automóviles en caso de que el virus alcance un cierto nivel de mortalidad. La demanda de nuevos contratos puede, incluso, alimentar nuevas burbujas, a medida que se multipliquen las posibilidades de ganar dinero.


La historia ofrece precedentes interesantes sobre lo que podría venir a continuación. Consideremos la famosa crisis financiera que siguió a la "crisis de los tulipanes" en los Países Bajos entre 1635 y 1637. Este episodio es particularmente conocido porque sus lecciones fueron popularizadas por el periodista escocés Charles Mackay en su libro “Memoirs of Extraordinary Popular Delusions and the Madness of Crowds” (Delirios Populares Extraordinarios y la Locura de las Masas, 1841).


Para Mackay, la crisis o “locura por los tulipanes” parecía prefigurar las oleadas especulativas del capital en los ferrocarriles y otros desarrollos industriales en América del Norte y del Sur durante su propia época. A lo largo del libro, saca provecho del episodio con humor contando historias de marineros ignorantes que literalmente se tragaron una fortuna al confundir los bulbos de tulipán con cebollas.


Pero como nos recuerda la historiadora de la cultura Anne Goldgar, Mackay olvidó mencionar que esa manía por los tulipanes coincidió con una tasa de mortalidad excepcionalmente alta de la peste, que se extendió por los ejércitos que luchaban en la Guerra de los Treinta Años. La peste golpeó a los Países Bajos en 1635, y alcanzó su pico en la ciudad de Haarlem entre agosto y noviembre de 1636, que es precisamente cuando se disparó la locura por los tulipanes.


La afluencia de capital especulativo sobre los bulbos de tulipanes fue alimentada por una ola de ganancias en efectivo que se acumuló para los sorprendidos herederos de las víctimas de la plaga.


Los tulipanes servían como una especie de mercado de futuros, porque los bulbos se negociaban durante el invierno, cuando nadie podía examinar el carácter de la flor. También eran objeto de complicados contratos, como el que estipulaba un precio a pagar si los hijos del propietario seguían vivos en primavera (de lo contrario, los bulbos se transferirían gratuitamente).


La especulación financiera en este entorno salvaje y apocalíptico nació de la incertidumbre. Pero, a menudo, se ha reinterpretado como una prueba de materialismo cobarde y, al fiasco, como representación de lujos paganos y exotismo extranjero. Los tulipanes, después de todo, llegaron originalmente de una cultura ajena, la de la Turquía otomana.


Al igual que hoy, las epidemias de peste de la Europa moderna generaron vastas teorías conspirativas. Cuanto menos obvio era el origen de la enfermedad, más probable era que se atribuyese a alguna influencia maligna. Circulaban historias sobre siniestras figuras encapuchadas que iban de puerta en puerta "untando" sustancias contagiosas. Se señalaba a los extranjeros -comerciantes y soldados- así como a los pobres marginados como los culpables.


Una vez más, una fuente del siglo XIX ofrece poderosas lecciones para hoy. En la novela de Alessandro Manzoni de 1827, Los Novios (I Promessi Sposi), la trama alcanza su punto culminante en la década de 1630 durante el brote de peste en Milán, del que se responsabilizó a los extranjeros, entre ellos la monarquía española de los Habsburgo que gobernaba la ciudad. La novela se convirtió en un potente catalizador del nacionalismo italiano durante el Risorgimento.


No es de extrañar que la epidemia de COVID-19 ya esté influyendo hoy en las narrativas nacionalistas. Para algunos estadounidenses, los orígenes chinos de la enfermedad simplemente reafirmarán la creencia de que China representa un peligro para el mundo y no se puede confiar en que se comporte de manera responsable.


Al mismo tiempo, es probable que muchos chinos consideren que algunas medidas estadounidenses para combatir el virus tienen una motivación racial y están destinadas a bloquear el ascenso de China. Ya circulan teorías de conspiración sobre la creación del virus por parte de la Agencia Central de Inteligencia (CIA). En un mundo inundado de desinformación, el COVID-19 promete aportar aún más.


Tal como mostró el historiador holandés Johan Huizinga, el período que siguió a la peste negra en Europa resultó ser el de la "declinación de la Edad Media". Para él, la verdadera historia no era sólo la de las secuelas económicas de una pandemia, sino la del misticismo, el irracionalismo y la xenofobia que puso fin a una cultura universalista. De la misma manera, es totalmente posible que COVID-19 precipite la "declinación de la globalización".


Publicado el 28 de febrero de 2020, en Project Sindycate.

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