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VOLODIMIR ZELENSKI, UN PRODUCTO DE LA FICCIÓN POLÍTICA



El nuevo siglo trajo consigo la consolidación de algunas características de liderazgo insinuadas hace tiempo, como la juventud de sus protagonistas, la falta de ataduras ideológicas, la ruptura con partidos tradicionales y, más recientemente, el uso intensivo de redes sociales. El nuevo presidente ucraniano, Volodímir Zelelenski, parece un caso más.


Pero en esta era de “fake news”, cuando a los votantes no sólo le cuesta distinguir entre candidatos, partidos y plataformas, sino además entre lo falso (fake) y lo verdadero, el meteórico ascenso del comediante Zelenski supone un giro más que borronea el límite entre la ficción política y el poder real.


Hace menos de un año, Zelenski, de 41 años, era un humorista político de gran éxito en Ucrania, que coronaba una carrera de años que había comenzado bien desde abajo,, cuando pasó de ser un simple concursante de programas de televisión a trabajar para ellos.


Nacido en Krivói Rog, una ciudad de más de 700 mil habitantes del centro sur del país, cerca de la Península de Crimea disputada con Rusia, este nuevo líder estudió leyes sin llegar a ejercer, ocupado como estaba en guionar el Club de la Gente Divertida (TV rusa), y desde 2003 Barrio 95, una audición cómica del canal ucraniano 1+1.


Su carrera se amplió como productor, actor de cine, bailarín de tango en concurso, hasta llegar al comité ejecutivo de la popular cadena ucraniana Inter. Pero, sin dudas, su temprana relación con Igor Kolomoiski, el magnate dueño del canal 1+1 lo convirtió, desde la ficción y el humor, en un filoso espadachín mediático de la guerra de ese empresario con el entonces presidente Petro Poroshenko, a quien Zelenski ridiculizaba en sus apariciones.


El mayor éxito preelectoral de Zelinksi fue un show de ficción, “Servidor del Pueblo”, en el que el cómico interpretaba a un profesor de escuela que ganaba la presidencia de Ucrania impulsado por un video viral de su discurso contra la corrupción filmado por sus alumnos.


Cual Cenicienta política, la medianoche del 31 de diciembre de 2018, en el programa de fin de año de la televisión local, el actor Zelenski anunció su candidatura presidencial. El nombre de su partido, Servidor del Pueblo, por supuesto. Era como un Ronald Reagan de Ucrania, sin siquiera los antecedentes del cowboy americano (gobernador de California).


Empezó así una insólita competencia con dos pesos pesados del establishment político: la dos veces primera ministra Yulia Timoshenko, y el presidente Poroshenko, un veterano y pragmático político que llegó al poder en las elecciones anticipadas de 2014, tras la huída de su antecesor Víktor Yanukóvich (2010-14) a Rusia, acusado de pactar con Moscú para favorecer los intereses del vecino ruso.


La condición de “outsider” de Zelenski fue un atractivo principal para el electorado frente a la experimentada Timoshenko, desplazada en su primera gestión bajo cargos de corrupción, y la del presidente Poroshenko, desgastado a su vez en su gestión de la crisis que siguió a la adhesión a Rusia de los territorios de mayoría rusa de Crimea y Sebastopol, en 2014, que desató un conflicto internacional en el que la Unión Europea (UE) sancionó a Moscú.


Como explicó en campaña uno de sus principales asesores, el ex ministro de Defensa Alexander Daniliuk, el candidato desconocía estrictamente lo básico de la política exterior de la administración del Estado o de la seguridad nacional, pero “la sociedad está harta de los expertos y los políticos tradicionales han perdido credibilidad”.


Como pasó con el magnate Donald J. Trump en su momento, la campaña presidencial fue haciendo de Zelenski bastante más que una humorada mediática a través de Twitter, Facebook y Youtube, sin actos ni debates, lo que se comprobó en abril con su triunfo en primera ronda (30%), avasallador frente a Poroshenko (17%) y Timoshenko (14).


Cuando buena parte del mundo trataba de averiguar quién era Zelenski, un cómico que hablaba ruso con la misma fluidez que el ucraniano, que abogaba por la integración de Ucrania a la UE y a la OTAN pero pacificando la relación con Rusia en la disputa por el territorio reclamado de Crimea, el nuevo líder ganó la presidencia con un impresionante 73% de los votos (13,5 millones).


"Estoy listo para perder mi popularidad y mi puesto", dijo Zelenski apenas elegido, pero por las dudas disolvió el Parlamento (Rada Suprema) en una maniobra previsible para reflejar la nueva mayoría también en el poder legislativo que elija su primer ministro.


Este novedoso líder afronta, sin embargo, el tradicional riesgo de los viejas amistades: el apoyo público del magnate Kolomoiski, su socio comercial en televisión, con intereses en el rescate del banco PrivatBank que le costó 5.600 millones de dólares a Ucrania, de por sí complicada económicamente y con asistencia del Fondo Monetario Internacional (FMI).


Como en las mejores ficciones de éxito en esta época, que circulan a través de canales digitales pero siguen ambientadas en un pasado épico, Zelenski juró su cargo ante uno de los símbolos más antiguos del país, un Evangelio en lengua ucraniana del Siglo XVI.


Ahora, en tiempo presente, para cumplir sus promesas Zelenski está obligado a salirse del libreto que lo catapultó al poder, para evitar que le pase lo mismo que a su personaje más exitoso, un presidente que termina sometido a juicio político.

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