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ZUZANA CAPUTOVA, AIRE LIMPIO, JOVEN Y EUROPEÍSTA



Zuzana Caputova se convirtió este año en la primera presidenta de Eslovaquia y, sin embargo, ese dato de género es el menos determinante de la transformación política que la llevó al poder como una líder inesperada dispuesta a luchar contra la corrupción y el anquilosamiento de la clase dirigente tradicional del país.


Caputova, una abogada ecologista de 45 años, madre divorciada de dos hijos, se convirtió en un canal ideal de la mayoría de la sociedad eslovaca dispuesta a dar paso a una nueva generación de políticos, pero también a recuperar valores básicos en una democracia europeísta viciada por algunos clásicos males del poder.


Otras dos mujeres habían disputado seriamente la presidencia de Eslovaquia, un cargo de poderes ejecutivos reducidos respecto de un primer ministro: en 1999, la actriz y diplomática Magda Vasaryova (terminó tercera) y en 2009 la ministra Iveta Radicova, quien perdió en segunda vuelta (con 45%).


Caputova reeditó y coronó esas experiencias por un camino más directo: desde las calles de Bratislava con miles de manifestantes -movilizados como nunca desde el fin del comunismo- que exigieron el esclarecimiento del asesinato de Jan Kuciak, un periodista de 27 años que investigaba la corrupción del gobierno y sus lazos con la mafia calabresa.


Pocos en Eslovaquia podían dar lecciones a Caputova sobre cómo librar batallas difíciles. Ya era conocida como la Erin Brockovich eslovaca: se tomó 12 años en los tribunales para ganar una demanda contra un vertedero ilegal de Pezinok (donde nació). El fallo fue confirmado en 2013 por la Corte Suprema y le valió ganar el Goldman Enviromental Prize 2016, un Premio Nobel de los ambientalistas.


El asesinato de Kuciak, y el de su novia, en febrero de 2019, conmovieron a la sociedad eslovaca porque sus investigaciones confirmaban un entramado de corrupción encubierto en lo más alto del poder político.


Las protestas llevaron al arresto como presunto autor del empresario Marian Kocner, sólo dos días antes de la primera vuelta presidencial, pero ya le habían costado el cargo al premier socialdemócrata Robert Fico.


Contra el establishment y los tabúes


“Eslovaquia muestra signos de ser un Estado capturado. Parece que el poder no lo ejercen los elegidos, sino los que mueven los hilos por detrás”, dijo Caputova en la campaña, que lideró por el partido Eslovaquia Progresista, aliado con otras fuerzas para enfrentar al socialdemócrata Smer, en el gobierno desde 2009.


En esas primeras elecciones, el 16 de marzo, esta abogada sin experiencia política previa se impuso con el 40,5% de los votos y pasó a segunda vuelta con el candidato independiente pero apoyado por el oficialismo Maros Sefcovic, favorito por la buena situación económica general del país y, adicionalmente, en su condición de vicepresidente de la Comisión Europea.


Caputova fue la expresión antitética del desgastado poder socialdemócrata. La candidata desplegó una campaña sin promesas pero cargada de valores democráticos básicos: transparencia, respeto por el derecho y reconocimiento de la igualdad. Muchos vieron en ella el espíritu de Vaclav Havel (1964-2011), el escritor que presidió la Checoeslovaquia unida post comunista entre 1989 y 1992.


La joven abogada no dudó en romper además muchos tabúes de las viejas generaciones eslovacas y, rodeada de seguidores y compañeros de campaña millenials, reivindicó los derechos de la comunidad LGBT, en especial el del matrimonio igualitario y el de la adopción de hijos por parejas del mismo sexo.


En el ballottage del 30 de marzo de 2019, esta nueva líder, una outsider carismática y anti establishment sin antecedentes ejecutivos pero capaz de hablar todas las lenguas de Eslovaquia (además del eslovaco, el húngaro, el romaní y el checo), ganó la presidencia con el 58,2% de votos, contra 41,8% de Sefcovic.


A nadie se le escapó que la victoria de Caputova, una liberal europea, tuvo un aliado indeseado, los sectores de ultraderecha cuyo candidato quedó descartado en la primera vuelta y que apostaron al abstencionismo como protesta en el ballottage.


Sin embargo, la presidencia de Caputova representa un gran soplo de aire fresco y transparencia sobre este pequeño país de cinco millones de habitantes, y un ejemplo que puede ser replicado en otros de la región como Polonia, donde la respuesta a los cambios globales (como la inmigración) se canaliza a través de fuerzas populistas, reaccionarias y nacionalistas.


A diferencia de su admirado Emanuel Macron en Francia, como presidenta eslovaca Caputova tendrá poderes ejecutivos limitados, pero dispondrá del nombramiento de los jueces más altos del país y del fiscal general, herramientas básicas para cumplir su promesa principal: garantizar justicia y transparencia a sus conciudadanos.

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