Reflexión de Jorge Argüello
Yo pertenezco a una generación que creció mirando el experimento europeo con admiración, con expectativa. Porque para mí la Unión Europea supone, por un lado, haber sido capaces de haber instalado definitivamente la paz allí donde sólo existía la hipótesis de conflicto y el conflicto real. Las peores guerras de la humanidad. Eso se logra a partir de los acuerdos del acero y el carbón. En segundo lugar, la Unión Europea puso, en materia de derechos humanos, una condición invencible: y es que para ser parte de la UE los países debían ser países democráticos, y debían tener un respeto a rajatabla de los DDHH. Y eso hizo que, y yo lo pude ver desde mi posición en Naciones Unidas, se haya creado un verdadero liderazgo de la UE en materia de DDHH, con un alto involucramiento en situaciones difíciles en distintas partes del mundo. Por esa razón Portugal y España tienen una incorporación tardía a la UE: ambos países estaban gobernados por sendas dictaduras. Por ese motivo Grecia se incorpora antes, ya que salió de la Dictadura de los Coroneles antes que los españoles y los portugueses.
Otro de los motivos que hacía que uno tuviese esa mirada sobre la Unión Europea era esta especie de conjugación entre alguna de las buenas banderas del socialismo con el concepto de la libre empresa, de la economía libre, que terminó generando un “Estado de bienestar” que nos arrimaba al sueño de una sociedad que fuera capaz de igualar, a la hora de ofrecer oportunidades, a todos los que vivían en el país, o en el conjunto de países.
Hay otro punto más: la promesa de la homogeneización de la geografía europea. O sea, la capacidad de implementar políticas activas a través de, por ejemplo, lo que fueron los fondos de cohesión, que hicieran que Europa fuera de a poco achicando las brechas y venciendo las asimetrías. Cosa que, en una buena parte de su derrotero, lo logró. Entonces, claro, había un contraste entre esa visión idílica que yo tenía sobre el sueño europeo y lo que me encontraba allá. Había que conjugar todo aquello con la realidad que yo estaba viendo. Nosotros tenemos hoy en Europa un grupo de países que son claramente ganadores: estoy pensando en Alemania, en Holanda, en Bélgica, en Dinamarca, en Finlandia, en Luxemburgo. Y hay claramente otro pelotón de países que son los perdedores: estoy pensando en Portugal, España, Grecia, Italia, Irlanda -por más que geográficamente esté ubicada al norte, a los efectos de esta mirada son más parte del Sur, de la periferia-.
EXTRAÍDO DE LA ENTREVISTA REALIZADA POR JUAN MANUEL KARG, ESPECIAL PARA EL TELÉGRAFO