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El factor Sanders en la política norteamericana



Más allá de los desvaríos de Donald Trump y del equilibrio al que se ve obligada Hillary Clinton, la campaña electoral en los Estados Unidos acredita un sello distintivo que despuntó en las primarias: la impactante irrupción de Bernie Sanders. Decidido a dar la batalla en las internas del Partido Demócrata –y no como candidato independiente-, Sanders generó una ola abrumadora de apoyos en la gente de a pie y particular entusiasmo entre los jóvenes. No le alcanzó para arrebatarle la candidatura presidencial a Hillary, pero obtuvo 12 millones de votos que resultan un activo político inestimable y un piso apreciable para la construcción política. ¿Cómo podrá Hillary Clinton canalizar ese entusiasmo y convencer a buena parte de los votantes de Sanders que ella es la opción adecuada en el comicio general? ¿Le alcanzará con el temor que despierta Donald Trump en amplios sectores, adherentes republicanos incluidos? La economía ha entregado datos favorables en los últimos meses: se prevé un crecimiento de entre 2,5 y casi 4% en el tercer trimestre y la creación de empleos de julio excedió las previsiones. Las encuestas, que en algún momento mostraron paridad entre los postulantes demócrata y republicano, ahora dibujan una ventaja para Clinton que en ciertos muestreos superaría los 10 puntos. Todos elementos a tener en cuenta, pero no necesariamente determinantes. Se sabe que el electorado de Sanders, ahora que él no está en carrera, no parece ser militante a la hora de ir a votar. Es cierto que su líder dio un apoyo formal a Hillary y que su cautivante campaña obligó a la candidata demócrata a actualizar parte de sus propuestas electorales y a teñirlas de un aire progresista. Pero ¿alcanza? Hillary es percibida por los seguidores de Sanders como una representante cabal del establishment norteamericano. El “Feel the Bern” que ofició de lema en las primarias fue el emergente de un discurso alternativo, no convencional, que cuestionó la valorización financiera y el dictado de Wall Street, que apeló a la atención de los sectores vulnerables y desprotegidos y que puso el foco en el impulso a la economía real, en la creación de empleo y en el ataque a la desigualdad. Si hay un mensaje calcado, no es otro que el que sostiene con énfasis el Papa Francisco. Lo expuso con detalle en su exhortación apostólica Evangeli Gaudii y en la encíclica Laudato Si. No en vano el Pontífice tuvo el gesto eminentemente político de invitar a Sanders a un seminario en el Vaticano y de recibirlo personalmente en pleno desarrollo de la primaria demócrata. Un respaldo así en una campaña electoral argentina hubiera desatado una polémica interminable. En Estados Unidos no ocurrió. El desafío, para Hillary y para los entusiastas de Sanders, es no perder la sustancia del debate político que alentó el veterano legislador. Es cierto que la candidata Clinton debió modificar, a partir del factor Sanders, posturas relevantes en materia de política exterior, educación y economía. Pero el eje de la discusión, esto es gobernar para promover mayor inclusión, es una materia pendiente y poco explorada que ya no podrá soslayarse. El “Feel the Bern” lo hizo.

Por Eduardo De Simone

Publicado en El Territorio

28/8/2016


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