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Recuperar la integración, un gran desafío regional



El cimbronazo post Trump podrá empeorar las cosas, pero ya antes de la elección norteamericana la inserción comercial de América Latina en el mundo estaba estancada o con importantes retrocesos en diversos segmentos.

Es cierto que el comercio mundial se redujo en los últimos años a un nivel equivalente al de 30 años atrás. En 2015 y este año se registraron fuertes caídas en el valor del comercio con cierta estabilidad en el volumen. Pero para la región latinoamericana el escenario es más complejo y desfavorable: en 2016 el valor de sus exportaciones e importaciones acumulará cuatro años de comportamiento negativo.

Un reciente estudio de la CEPAL entrega indicadores preocupantes:

* Para 2016 se proyecta una contracción del valor de las exportaciones regionales del 5%, que sucede a una caída más fuerte -15%- en 2015. * La participación de América Latina en las exportaciones mundiales de bienes está estancada en el 6% desde hace casi 20 años. * Las exportaciones intrarregionales de América Latina disminuirán este año con más énfasis que las dirigidas al resto del mundo. Las primeras mostrarán un caída del 10% y las segundas, del 4 por ciento. Se habrán acumulado así cuatro años consecutivos de retroceso del comercio dentro de la región. El dato inquieta porque América Latina es el principal mercado para la producción industrial de los países de este conglomerado geográfico. * Las proyecciones de corto plazo insinúan una leve recuperación, pero condicionada por la desaceleración de la demanda china, la baja de los precios de las materias primas y el lento crecimiento mundial.

El alerta por el freno al comercio global no se limita al efecto Trump. El Brexit evidenció que buena parte de las sociedades de los países centrales considera que el libre comercio ha resultado uno de los factores que estimuló la pérdida de empleos y el retroceso salarial. Un reciente estudio de la Unctad verifica que si bien la liberalización comercial que se ha expandido en las dos últimas décadas generó oportunidades y beneficios, éstos a menudo resultaron excluyentes o no se tradujeron en mejoras sostenidas en el plano económico, social y ambiental.

¿Cómo puede América Latina recuperar terreno desde el comercio en un escenario política y económicamente adverso como el actual?

Habrá que comenzar, sugieren muchos especialistas, por reactivar los procesos de integración regional. Muchos de ellos están estancados por razones políticas y por la persistencia de una recesión en buena parte de los países del continente que conspira contra una profundización en la complementación económica. La crisis del Mercosur es una evidencia incuestionable.

Superar la primarización de las exportaciones, incentivar la incorporación masiva de nuevas tecnologías a los procesos productivos y fortalecer los bloques regionales para la negociación externa son desafíos que esperan en la agenda. Naturalmente, el clima recesivo es síntoma de desaliento, porque le pone freno a iniciativas más generales de mediano y largo alcance.

De cualquier manera, la percepción de las sociedades de los países latinoamericanos sobre los beneficios de la integración comercial deja un espacio considerable para trabajar sobre propuestas más elaboradas. Un trabajo presentado por el director del INTAL, Gustavo Beliz, en un reciente seminario internacional refleja que el 66% de la población de la región está convencida de que la integración tiene impacto favorable en el acceso a la tecnología, mientras que el 52% admite una repercusión positiva en el empleo.

Y como dato novedoso, la encuesta del INTAL revela que el 46% de la población de América Latina aceptaría pagar 20% más por productos comerciados a partir de un acuerdo de integración si en él se incluyen compromisos para respetar y mejorar los derechos de los trabajadores nacionales y extranjeros.

Hay espacio, como se ve, para explorar alternativas que vayan más allá de la cristalización o profundización de asimetrías en la integración, algo que finalmente sólo deja a su paso pérdida de empleos y desigualdad.

Por Eduardo De Simone

Publicado en El Cronista

12/12/2016


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