Análisis y especulaciones diversas sobre los movimientos en los mercados internacionales de divisas se multiplicaron en las últimas semanas en las secciones económicas de los diarios. ‘Guerras de monedas’, ‘superdólar’ y ‘bazucas de liquidez de los Banco Centrales’ son sólo algunas de las metáforas con las que los analistas nos recuerdan la vigencia de aquella vieja frase de Von Clausewitz que trazaba la continuidad entre la guerra y la política.
La novedad, ya no tan reciente, es el fortalecimiento de la divisa norteamericana. Desde mediados del año pasado, y en paralelo con la abrupta caída de los precios del petróleo y otros commodities, el dólar se ha fortalecido casi un 20% respecto de las principales monedas del mundo. El nuevo escenario moldea, poco a poco, al fin de la fase de debilitamiento de la moneda norteamericana impuesto por la Reserva Federal de los Estados Unidos para sortear los efectos de la crisis iniciada en 2008.
Entre las muchas expresiones del alza del dólar destaca la desvalorización de la moneda común europea. El euro, tras comerciarse por u$s 1,49 en mayo de 2011 (por no mencionar su máximo histórico de 1,60 en abril de 2008) se ubica actualmente en el entorno de u$s 1,1 por euro.
La evolución desde 2011 marca una caída en el valor del euro de casi el 38%; la mayor parte de la baja se produjo sin embargo en los últimos meses, desde mayo de 2014 acumula una merma del 22%.
La nueva cotización del euro marca un importante cambio para Europa. La región, actualmente considerada el principal lastre para la recuperación de la economía global, viene padeciendo el fortalecimiento del euro desde su puesta en funcionamiento en 2002.
Atravesada por grandes disparidades productivas internas, la Zona Euro convivió desde la implementación de la moneda común con una cotización única (y elevada) para un conjunto heterogéneo de países. La moderna y pujante industria alemana exportaba sus productos a la misma tasa de cambio a la que debían competir las más rezagadas economías de la periferia europea. Dichas circunstancias, sumadas a la creciente presión de la competencia asiática y el alza de los precios de los commodities, explican la acumulación de grandes déficits externos en la periferia europea, así como los procesos de endeudamiento público y privado que financiaron los desequilibrios y condujeron al estallido de la crisis financiera.
Las críticas y el descontento con la paridad del euro fueron, desde un principio, parte importante del debate en torno al futuro de la unión monetaria. Los planteos rupturistas destacaban que la recuperación de las monedas nacionales permitiría nuevas paridades cambiarias que devolverían la viabilidad a la producción y al empleo en los países de la periferia. Por mencionar sólo algunos casos, el economista João Ferreira do Amaral planteó en Portugal la necesidad de una devaluación del orden 30% para su propuesta de un nuevo escudo portugués. En 2011 el premio Nobel de Economía Paul Krugman señaló que España necesitaba una desvalorización de su moneda del 20% para evitar una década de sufrimiento. Guarismos similares pudieron leerse para los casos de Grecia e Italia.
La nueva paridad del euro ha modificado el escenario para la economía europea. En el mes de febrero la devaluación de la moneda común junto a la baja de los precios del petróleo fue utilizada por la Comisión Europea para mejorar sus proyecciones de crecimiento, aún en el contexto de la incertidumbre generada por las elecciones griegas. El sencillo ejercicio de comparar los niveles de devaluación demandados por los opositores al euro y los cambios recientes en la cotización permiten entender por qué la cuestión de la competitividad y la pertenencia al euro han perdido relevancia en el debate político europeo en estos días.
Pese al optimismo y el importante cambio que significa la nueva paridad cambiaria, Europa mantiene abiertos importantes focos de conflicto. El de las deudas soberanas, personificado en el caso de Grecia, parece ser hoy en día el más acuciante. Basta recordar que la deuda de el país heleno representa más del 170% de su PBI.
La devaluación del euro ha traído algo de tranquilidad a la región. Sin embargo, las asimetrías entre los socios que dieron lugar a la crisis son aún iguales o mayores a los de años atrás.
La nueva paridad de la moneda común abre una oportunidad para comenzar a desarmar la telaraña en la que se encuentra atrapada la Unión Europea. Abandonar la obsesión por la austeridad y encarar de una vez por todas las reformas tendientes a crear una zona más homogénea y solidaria es la verdadera batalla que afronta la región. Y ese será el eje del debate público europeo a lo largo del 2015 Jorge ArgüelloEmbajador. Autor de ‘Diálogos sobre Europa. Crisis del euro y recuperación del pensamiento crítico’Publicado en El Cronista Comercial el 31/03/2015. Opinión – Pag. 16