top of page

CUESTIÓN MALVINAS: EL PASO DEL TIEMPO NO ES NEUTRAL, por Jorge Argüello



Jorge Argüello y Donatus Keith Saint Aimee, en Ushuaia, 17 de octubre de 2010

En 1960, cuando muchos de nosotros todavía éramos parte de las “futuras generaciones” de argentinos, las Naciones Unidas y su flamante Comité de Descolonización le abrían al país la puerta a la recuperación pacífica de la soberanía sobre sus Islas Malvinas, y el camino a unas negociaciones que se anunciaban trabajosas y largas.

Sólo cinco años más tarde, una nunca suficientemente reconocida diplomacia argentina logró convertir a la Cuestión Malvinas en un caso “especial y particular” de descolonización que exigía una negociación bilateral, conforme lo estableció una resolución de la Asamblea General de la ONU (2065) ante cuya fuerza y legitimidad Gran Bretaña ensayó apenas una tímida abstención.

Desde entonces y a lo largo de 53 años, si algo ha mantenido el reconocimiento internacional a los reclamos de soberanía sobre nuestras Malvinas y demás islas del Atlántico Sur ha sido aquella estrategia fundamental de 1965.

Conviene revisitar el significado histórico de aquel paso, inexplicable sin la estrategia que lo hizo posible y que se proyecta intacta hasta estos días, cuando las responsabilidades recaen sobre nosotros en favor de nuevas “futuras generaciones”.

Sin esa visión estratégica, el transcurso del tiempo, más que beneficiar las posibilidades de un resultado justo del conflicto de soberanía, sólo tendería a consolidar la situación de hecho planteada por el Reino Unido en la Cuestión Malvinas antes y después del conflicto de 1982.

La llave de la solución

En el caso de Malvinas, desde 1965 la llave de solución de la disputa de soberanía es la negociación que plantea la Resolución 2065 de la ONU.

Desde comienzos de la década de 1960 nuestra diplomacia inició y desarrolló tenazmente una estrategia básica: instalar la Cuestión Malvinas en el marco de la Asamblea General, en el contexto del gran movimiento descolonizador disparado en 1960 luego de la célebre resolución 1514.

Argentina sostuvo ante la Asamblea General que el principio de la “libre determinación” no podía ser aplicado indiscriminadamente a situaciones en que un territorio había sido separado por la fuerza de un Estado independiente sin que existiera un acuerdo internacional que convalidase esta situación de hecho y, en especial, cuando la población original había sido dispersada y grupos de colonos de la potencia ocupante se habían instalado en el territorio.

En 1964, durante la gestión del presidente Arturo Illia, nuestro país llevó su reclamo soberano al Comité Especial de Descolonización, que aprobó la posición argentina. Finalmente, el 16 de diciembre de 1965, el pleno de la Asamblea General de la ONU aprobó la Resolución 2065, por 94 votos a favor, ninguno en contra y 14 abstenciones, incluyendo la de la delegación del Reino Unido.

O sea que no sólo se instaló el reclamo soberano argentino al más alto nivel de la diplomacia mundial, sino que quedaron sentados hasta hoy los elementos fundamentales de la cuestión. La comunidad internacional reconoció una disputa de soberanía y una forma de colonialismo que involucra a dos Estados, como únicas partes, que deben negociar pacífica pero también bilateralmente.

La estrategia fue tan fructífera que, en enero de 1966, el secretario de Asuntos Exteriores británico acordó con el canciller argentino dar cumplimiento al mandato impuesto por la Asamblea General e informar de tal decisión al Secretario General de las Naciones Unidas.

El Comité de Descolonización ONU visita Tierra del Fuego

Hace ocho años, mientras me desempeñaba al frente de la Misión argentina ante la ONU, me tocó organizar una ​inédita ​visita a la Argentina: la del presidente del Comité de Descolonización​ de la ONU. El embajador ​Donatus​ Keih Saint Aimee visitó nuestro país cuando se cumplían los 50 años de la creación del Comité​. En esa gira, tras entrevistarse con las autoridades nacionales, ambos viajamos a la provincia de Tierra del Fuego.

En Ushuaia, el alto funcionario de la ONU explicó que el proceso para hallar una solución diplomática al histórico conflicto entre Gran Bretaña y la Argentina "es lento y requiere de paciencia, comprensión y cooperación" de parte de ambas partes. Y agregó: "No se puede dar de un día para el otro que Gran Bretaña abandone las islas". ​En ese momento valoramos y reconocimos, como todavía hoy lo hacemos, la importancia del gesto histórico que tuvo hacia la Argentina la presidencia del Comité de Descolonización.

Conocemos los tiempos que demandan estas decisiones y sabemos que dependen de la existencia de condiciones políticas propicias. También de voluntad política y creatividad.

En este presente, está claro que la negociación requiere de experiencia y solvencia en la materia, pero especialmente de aquella misma visión estratégica que conduzca a abrir vías de diálogo y acuerdo sobre la disputa de soberanía.

Ése es el tiempo bien usado. Lo contrario es aquel tiempo que se consuma sin que se fortalezca la única alternativa planteada por la comunidad internacional, la de una negociación bilateral centrada en la disputa de soberanía que sostiene la ONU.

Perseverar en el escenario multilateral no sólo asegura mantener visible la legitimidad de nuestros derechos soberanos. Las Naciones Unidas constituyen un escenario donde la contumacia del Reino Unido queda al desnudo, lo cual le genera costos en términos, justamente, de exposición así como de prestigio y credibilidad internacionales.

Es claro que nuestro país debe utilizar todos los recursos disponibles para generar las condiciones para el cumplimiento del mandato de la ONU, pero no al costo de terminar afianzando la presencia ilegal del Reino Unido en las aguas del Atlántico Sur.

Si las actuales conversaciones sobre petróleo, pesca, vuelos y turismo no van acompañadas de una definición del Reino Unido sobre su voluntad de acatar el mandato de la ONU sobre la Cuestión Malvinas, corremos el riesgo de estar sólo contribuyendo a un debilitamiento progresivo del reclamo argentino.

Y cometiendo el grave error histórico de dar la espalda a la estrategia diplomática original que aseguró nuestros derechos de soberanía ante el resto de la comunidad internacional.

Por Jorge Argüello publicado el 16/07/2018 en El Diario del Fin del Mundo


bottom of page