Entre finales del siglo XIX y los primeros años del siglo XX, el mundo estaba experimentando enormes transformaciones económicas y sociales producto de la consolidación de la revolución industrial. En esos tiempos vertiginosos se construyeron los puentes transbordadores, obras de infraestructura civil que representaban con solidez las nuevas lógicas de intercambio, transporte y comunicación de la modernidad.
Esos gigantes de metal, símbolo de la pujanza productiva, fueron construidos en Europa Occidental, América y el norte de África. Los casos totales no superan los veinticinco. Sin embargo, cada uno es único y los que quedan hoy se han convertido en símbolos de las zonas que conectan.
Hace 125 años se inauguró el primer puente transbordador en Vizcaya, España. Se trata de una gran estructura metálica que conecta ambas riberas del Bilbao a través de una plataforma que cuelga de las vigas horizontales del puente. En la actualidad se encuentra nuevamente operativo, luego de una importante puesta en valor e implementación de nuevas medidas de seguridad.
Lamentablemente las políticas de desindustrialización y la falta de mantenimiento patrimonial desmantelaron la mayoría de los puentes transbordadores. Además del español, en la actualidad perviven solo siete en todo el mundo: uno en Francia, dos en Alemania, tres en Reino Unido y uno en Argentina.
A todos los une su funcionalidad y haber sido engranajes claves de amplias zonas industriales; empero cada uno cuenta su historia particular. El puente en Rochefort está ubicado en el puerto clave del oeste de Francia, del que partían los imponentes arsenales de la época colonial, y vio nacer a la fragata Hermione, la nave que se utilizó en la guerra de independencia norteamericana. Los puentes alemanes de Osten y Rendsburg dinamizaron arterias claves para el colosal centro industrial y comercial de Hamburgo.
Los puentes británicos también históricos: los de Newport y Warrington al sudoeste fueron las puertas de acceso a los circuitos fabriles de Cardiff y Manchester respectivamente, nada menos que los pulmones del Imperio Británico. El de Middlesbrough al noreste era tan importante que fue el primer polo industrial en ser bombardeado por el nazismo en la Segunda Guerra Mundial.
Estos restos materiales del pasado reciente pueden ser clasificados por la UNESCO dentro de la categoría de Patrimonio Industrial de la Humanidad.
En el caso del patrimonio industrial la organización consultora de la UNESCO es el Comité Internacional para la Conservación del Patrimonio Industrial (TICCIH, por sus siglas en inglés).
La patrimonialización de los restos materiales industriales comenzó hacia fines de la década de 1970. Dos procesos coadyuvaron para el surgimiento de una conciencia del valor del legado industrial en aquel momento: la crisis del modelo económico del estado de bienestar y el auge del ecologismo. No es casual que los primeros patrimonios industriales fueran reconocidos en Reino Unido, cuna de la Revolución Industrial.
Desde entonces, pocos países han desarrollado políticas de Estado con miras a la conservación del patrimonio industrial. La mayoría están en Europa; España es el caso paradigmático con un Plan Nacional de Patrimonio Industrial desde 2001. En nuestra región destacan los casos del COPECOPI (Comité Peruano de Conservación del Patrimonio Industrial) y el Comité Mexicano para la Conservación del Patrimonio Industrial. Argentina todavía no ha dado este paso.
Nuestro puente transbordador, Nicolás Avellaneda, en La Boca, es el único en todo el continente americano. De hecho, no existe otro por fuera del Viejo Continente. Construido entre 1908 y 1914, su nacimiento coincidió con el ciclo del Centenario de la Patria. Hoy, cien años más tarde, su revitalización resulta auspiciosa en el marco de nuestro Bicentenario.
El puente transbordador Nicolás Avellaneda volvió a funcionar en 2017, luego de casi seis décadas de inactividad, bajo un plan de renovación de cinco años de Vialidad Nacional y el impulso de los vecinos y fundaciones de La Boca. Precisamente entonces, en el marco del Espacio Patrimonio de la XVI Bienal Internacional de Arquitectura de Buenos Aires, se llevó adelante un encuentro sobre la importancia del patrimonio industrial.
La operatividad del transbordador debe ser un punto de partida para revitalizar la histórica zona de La Boca. En efecto, la UNESCO considera fundamental para sus patrimonios que el entorno social los acoja y considere suyos. En los próximos años el barrio histórico de La Boca estará cumpliendo medio milenio de vida, tiempo en el que el corazón inicial de Buenos Aires fue testigo de las enormes transformaciones de las épocas colonial, independiente y moderna de estas tierras.
La puesta en valor ya ha dado sus primeros frutos. Gracias a la campaña de la Fundación X La Boca, el municipio de Avellaneda y el Museo Comunitario Isla Maciel, a fines del año pasado se reconoció al puente transbordador Nicolás Avellaneda con el Escudo Azul de la UNESCO, lo cual lo destaca como sitio de alto valor patrimonial y cultural.
Es importante seguir apostando por espacios de intercambio que posicionen a la cuestión del patrimonio industrial frente al desafío del rescate de la memoria y la reutilización sostenible. A su vez, el patrimonio industrial es indistinguible de su contexto: más que cualquier otro tipo de patrimonio, todavía sigue relacionado con las comunidades que lo rodean. Estos son hitos simbólicos de importantes procesos de transformación económica y social, que generaron nuevos paisajes y costumbres.
Los vecinos de La Boca y Avellaneda aspiran a que el renacimiento del transbordador sea el comienzo de una nueva vida para la histórica ribera. Hoy, el puente transbordador Nicolás Avellaneda es ícono del imprescindible relanzamiento industrial y productivo de nuestro país.
Publicado por Jorge Argüello y Oscar Andreani, el 13/08/2019, en INFOBAE
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