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Las elecciones globales de Francia



El contexto global del nuevo Gobierno francés será novedoso: Estados Unidos le da la espalda a Europa, China levanta banderas ambientales y de libre comercio y Gran Bretaña abandona el proyecto comunitario.

Europa cierra hoy una frenética semana electoral que alteró el mapa parlamentario británico, poniendo en jaque al Gobierno de Theresa May, y que este domingo plebiscitará en Francia la revolución política de Emmanuel Macron para consagrar el fin del bipartidismo que dominó la V República en el último medio siglo.

Los franceses renovarán su Asamblea Nacional como parte de una Europa común sometida a circunstancias extraordinarias, que van desde la confrontación con Estados Unidos bajo la presidencia de Donald J. Trump hasta la ruptura que implica el “Brexit”.

“Los europeos tenemos que tomar el destino en nuestras manos”, sentenció la canciller alemana Angela Merkel tras los desplantes de Trump en la cumbre del G-7.

Las legislativas de hoy (con balotaje el 18 de junio) redefinirán el mapa político francés, con la derecha y la izquierda antes hegemónicas repartidas en varias minorías, entre las que Macron edificó un singular arco “socio-liberal”, con su partido En Marche!.Pero esa fragmentación (republicanos, socialdemócratas, liberales, ultranacionalistas e izquierdistas) refleja la misma crisis de representación que alteró a media Europa, desde España hasta Grecia pasando por Italia.

La incertidumbre que sigue en países desarrollados desde la crisis de 2007-08, el desconcierto ante la globalización, las dudas sobre el futuro de la Unión Europea y su relación con Estados Unidos, todo ello se espeja en el escenario político, social y electoral francés.

Los límites de lo nuevo

En el plano interno, Francia está enterrando varios pasados al mismo tiempo, comenzando por el bipartidismo que dividía el arco político en centroderecha y centroizquierda, y que tras la debacle socialista con François Hollande fue reemplazado en las presidenciales por un esquema más parecido al de Italia o España.

Con 39 años, Macron contrastó con sus rivales por su juventud pero también por la heterodoxia de sus enunciados, en parte socialistas, en parte liberales, una mezcla que le permitió primero postergar a los partidos tradicionales y ganar después el balotaje a Marine Le Pen (Frente Nacional).

En las legislativas de hoy, los franceses se expresarán a priori con la misma libertad con que fragmentaron su voto en la primera vuelta de las presidenciales. La renovación política cobrará fuerza porque muchos aspirantes a las 577 bancas del Parlamento nunca han ocupado un escaño (En Marche! presenta 450 candidatos inéditos), pero derecha e izquierda tradicionales siguen ahí para ponerle un límite a “lo nuevo”.

En Marche! disputará el control de la Asamblea con el Frente Nacional (21 por ciento en las presidenciales de abril), con los Republicanos (20 por ciento), con la izquierda de Francia Insumisa (19,5) y con los restos del Partido Socialista (6,5 por ciento).

En los ’80, Francia experimentó un primer cambio en las tradiciones de la V República cuando el sistema semipresidencialista incluyó la “cohabitación” del socialista François Mitterrand con el Gobierno del derechista Jacques Chirac (1986) y de este con el de Lionel Jospin (1997).

La posibilidad de una “cohabitación múltiple” es muy alta ahora con varios partidos en la oposición a Macron, salvo que el actual presidente multiplique el 24 por ciento propio que obtuvo su experimento centrista “socio-liberal” en abril y acumule el poder de grandes líderes del pasado. Los comicios serán un segundo plebiscito para las propuestas de Macron: reducir el desempleo (9,6 por ciento) flexibilizando el mercado laboral; ajustar el gasto público y la deuda (96 por ciento del PIB); reformar el modelo de protección social (17,7 por ciento en riesgo de pobreza o exclusión); combatir la corrupción política y achicar la Asamblea Nacional.

Frente al resto del mundo, Macron luce como un europeísta convencido de que Francia debe recuperar su rol central en la UE, en contraste con el FN o con la izquierda, que aboga por una “Europa insumisa y rebelde” que recorte el poder de bancos y corporaciones. Macron ya desafió la política ambiental de Trump; le reprochó autoritarismo en la cara a Vladimir Putin; y reafirmó su intención de que la Eurozona tenga Parlamento, presupuesto y ministro de Economía propios. El presidente galo dejó trascender su preferencia por los “eurobonos” como respuesta solidaria de la UE a la crisis de deuda de algunos países, una herejía para Merkel.

El contexto global del nuevo Gobierno francés será novedoso: Estados Unidos le da la espalda a Europa, China levanta banderas ambientales y de libre comercio y Gran Bretaña abandona el proyecto comunitario. El eje Berlín-París recupera casi la misma importancia que cuando ambos fundaron la Europa comunitaria. Por eso, el primer viaje de Macron fue a Alemania, donde pidió una “histórica reconstrucción” que aleje a la UE del nacionalismo populista.

Merkel, reforzada como líder occidental frente a Trump y a Putin, siguió muy de cerca la renovación política francesa. En septiembre, Alemania tendrá sus propias elecciones generales, y sus novedades pueden tener consecuencias tanto o más “globales” que las de Francia.

El final, lo estamos comprobando, permanece abierto.


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