Cachemira: un conflicto regional con ecos geopolíticos globales.
- Embajada Abierta
- hace 2 horas
- 4 Min. de lectura

De acuerdo con la leyenda, Cachemira fue creada por un asceta místico en un lugar donde antes existía un lago. Fue un principado hindú hasta el siglo XIV y, luego, musulmán hasta 1819, cuando fue anexada por el reino Sikh de Punjab. En 1846, Cachemira se transformó en un principado autónomo bajo la tutela del Imperio Británico, que buscaba un estado tapón frente a China y Rusia.
La situación se mantuvo estable hasta la retirada británica en 1947. Con la partición del dominio colonial en una India hindú y un Pakistán musulmán, los principados pudieron elegir a qué país unirse. Este proceso provocó migraciones masivas, privaciones, una violencia que causó un millón de muertes, y resentimientos que perduran hasta hoy.
La mayoría de los príncipes optó por el país preferido por sus súbditos. La excepción fue el maharajá de Cachemira, Hari Singh. Aunque hindú, buscó mantener una posición ambivalente con la esperanza de lograr la independencia. Sin embargo, los cachemires musulmanes temieron una unión con India y se rebelaron, con apoyo de tribus pashtun provenientes de Pakistán. Frente a esta situación, Singh decidió firmar la anexión a la India. Pakistán interpretó esto como una justificación para intervenir militarmente.
La Primera Guerra Indo-Pakistaní se prolongó hasta 1949. La intervención de las Naciones Unidas condujo a una línea de demarcación provisoria que aún perdura. Pakistán quedó con el territorio menos poblado y desarrollado.
Con la expansión de la Guerra Fría, Pakistán se volvió un aliado clave de Estados Unidos, recibiendo armamento moderno y entrenamiento militar. India, por su parte, se acercó a la Unión Soviética, obteniendo equipamiento para enfrentar tanto a Pakistán como a China. Los cachemires quedaron atrapados en el tablero geopolítico del conflicto este-oeste, además del ya existente conflicto indio-pakistaní.
En enero de 1965, el presidente de Pakistán, Mohammad Ayub Khan, enfrentaba protestas y baja popularidad. Entonces, aprobó la Operación Gibraltar, que consistía en infiltrar agitadores en Cachemira para probar la capacidad de respuesta india y promover levantamientos. La confianza pakistaní se apoyaba en el debilitamiento del ejército indio tras la guerra sino-india de 1962, en la que China había anexado el noreste de Cachemira. Ese conflicto se originó por el control del nacimiento de los acuíferos que fluyen hacia Xinjiang. En 1963, China ya había intercambiado parte del territorio cachemiro con Pakistán por razones similares.
Al fracasar los intentos de insurrección popular iniciados con Gibraltar, Pakistán lanzó la Operación Grand Slam, una invasión a gran escala. India respondió con fuertes contraataques. Aunque no hubo una victoria decisiva, ambos países firmaron la paz en septiembre de 1965, tras miles de bajas y la pérdida de numerosos tanques. Ambos bandos se proclamaron vencedores.
La tercera guerra Indo-Pakistaní, en 1971, se produjo cuando India apoyó la independencia de Pakistán Oriental, hoy Bangladesh. Islamabad no logró recuperar la región, y en 1972 se firmó una nueva paz, que transformó la línea de demarcación provisoria en una línea de control permanente.
Desde entonces, diversos movimientos han promovido la fusión de Cachemira con Pakistán o su independencia de ambos países. Para contrarrestarlos y enfrentar a las fuerzas pakistaníes en la línea de control, India mantuvo una fuerte presencia militar, especialmente desde fines de la década de 1980, cuando surgieron múltiples movimientos insurgentes musulmanes, frecuentemente financiados y apoyados por Pakistán.
En 1998, ambos países realizaron ensayos nucleares en un clima de creciente tensión. Al año siguiente, comandos pakistaníes se infiltraron en la región de Kargil, precedidos por bombardeos de artillería. India respondió con un contraataque en condiciones extremas de altitud y frío. Finalmente, Pakistán ordenó la retirada bajo presión diplomática internacional. Los enfrentamientos de artillería persistieron hasta la firma de una paz formal en 2004.
Las condiciones mejoraron desde entonces, incluso para los propios cachemires. En 2005 se habilitaron viajes en autobús a través de la línea de control, y en 2008 se inició un comercio inexistente desde la partición de 1947. No obstante, la situación cambió en 2014 con el ascenso del Bharatiya Janata Party (BJP) en India, liderado por Narendra Modi. El partido impulsó la ideología Hindutva, que promueve la hegemonía hindú en el país. Como consecuencia, India intensificó su control militar y policial en Cachemira, y en 2018 disolvió el gobierno autónomo regional —la única representación política de los cachemires bajo administración india.
En 2019, un atacante suicida cachemir mató a 40 policías indios. India respondió con ataques aéreos, pero ambos países mostraron moderación y evitaron una nueva guerra.
Bajo el control directo de Nueva Delhi, la Cachemira india experimentó mejoras en turismo e infraestructura. Sin embargo, todo cambió con el ataque terrorista de abril de 2025, que provocó la muerte de decenas de visitantes. Este hecho desencadenó una nueva escalada de tensiones y escaramuzas, hasta que se firmó una tregua semanas atrás.
Y en el medio están los cachemires. Hoy, más que nunca, carecen de representación política o de la posibilidad de un referendo sobre su futuro. Su destino sigue pendiente, atrapado entre los vientos de una geopolítica incierta y la desconfianza mutua entre dos países marcados por más de medio siglo de rencores.