En plena pandemia, y en la búsqueda de una salida de la crisis política, económica y social del país, los ecuatorianos eligieron el 7 de febrero a los dos candidatos del ballottage del que surgirá el sucesor de Lenín Moreno: el izquierdista Andréz Arauz y el derechista Guillermo Lasso. El tercero, el indigenista Yaku Pérez, denunció fraude y su posición será decisiva para definir la segunda vuelta.
Unos 13 millones de ecuatorianos votaron el 7 de febrero en la primera vuelta de las elecciones generales de Ecuador, en las que pasaron a la segunda vuelta de las presidenciales del próximo 11 de abril el izquierdista Andrés Arauz (35), con 33,7% de los votos, y el conservador Guillermo Lasso (65), con 19,75%.
Tercero, a pocas décimas de Lasso, quedó el indigenista y ambientalista Yaku Pérez (19,39%), quien había acordado con ese rival una apertura masiva de urnas que pronto quedó frustrada por la decisión del Consejo Nacional Electoral (CNE) de revisar solamente las actas cuestionadas y ratificar su escrutinio oficial.
El ballottage se confirmó porque ninguno de los candidatos obtuvo más de 50%, o bien 40% de los votos con una ventaja mayor al 10% sobre el segundo. El nuevo presidente de Ecuador asumirá el 24 de mayo, con la Asamblea Nacional de 137 bancas, renovada por los votos del 7 de febrero y con el correísmo como primera minoría pero muy pendiente de alianzas, en un escenario fragmentado.
Las elecciones se vieron influidas por la prolongada crisis política, económica y social del país, agravada por la pandemia, y en las que siempre sobrevoló la figura del exiliado expresidente Rafael Correa (2007-17), como padrino de Arauz.
Correa (57), exiliado en Bélgica, fue condenado por un tribunal ecuatoriano a ocho años de cárcel por un presunto caso de sobornos. “Es un gigantesco fraude procesal, parte del lawfare, para tratar de inhabilitarme políticamente”, denunció.
El expresidente, privado de sus derechos políticos por 25 años en el mismo fallo judicial, aspiraba antes de la condena a ser candidato a vicepresidente de Arauz por la alianza UNES, de centro izquierda (al final, será el periodista Carlos Rabascall).
El presidente saliente, Lenín Moreno, vice de Correa en 2013-17, rompió con él una vez en el gobierno, pero su proyecto político fracasó.
Los comicios del 7 de febrero se realizaron bajo un protocolo especial de prevención del COVID-19, con horarios diferenciados para sufragar. Ecuador fue el primer país de América Latina donde los contagios se extendieron con fuerza, hasta desbordar el sistema de salud. Ahora, en plena campaña electoral, sumaba más de 240 mil contagios y más de 15 mil muertes.
Consulta, crisis y pandemia
El gobierno de Lenín Moreno (2017-2021) acometió en 2018 una ofensiva para desandar el camino recorrido por Correa. El primer paso fue el referéndum de siete preguntas, entre ellas una sobre anular la reelección indefinida de un presidente (introducida por Correa en la reforma constitucional de 2015).
Otras preguntas claves fueron sobre la inhabilitación política de condenados por corrupción (como ocurriría con el expresidente) y sobre la reforma del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, que define cargos claves (contralor del estado, procurador y defensor del público) y estaban en manos correístas. Los ecuatorianos respondieron´”Sí”, ampliamente, a todas las preguntas.
Sin embargo, de ahí en adelante, la economía dolarizada (desde 2000) y endeudada de Ecuador nunca fue domada por el gobierno de Moreno, y empeoró durante la pandemia. El país arrastra una caída anual de 9% del PIB durante 2020 y ya venía sin crecimiento (+0,1) en 2019. Con una economía de USD 100 mil millones, Ecuador tiene un déficit anual de 9.000 millones. Y un más de un tercio de su población en la pobreza.
Los problemas vienen, cuando menos, desde los tiempos de Correa, cuando la bonanza de precios de materias primas terminó para toda América Latina, a mediados de la década pasada. En 2007-2014, el PIB ecuatoriano creció a una promedio de 4%. El derrumbe del precio del petróleo -desde USD 100 a menos de USD 30) y el fortalecimiento del dólar afectaron las exportaciones ecuatorianas (del 7% al 0,7% en los últimos dos años del gobierno de Correa, de 2015 a 2017).
La deuda externa se hizo una bola de nieve. Con Correa, había pasado de USD 10 mil millones en 2009 a USD 43 mil en 2017, por encima de un límite legal del 40% del PIB. Moreno agravó el problema y terminó firmando un acuerdo de USD 6.500 millones con el Fondo Monetario Internacional (FMI) a finales de 2020, a cambio de un ajuste fiscal y una reforma impositiva.
Moreno ya había renegociado con los acreedores privados, que concedieron cinco años de gracia en el pago de capital y dos años para los intereses de una deuda de más de USD 17.000 millones, con una quita de 1.500 millones y 5,3% de interés.
La prolongada incertidumbre económica que envuelve a Ecuador hace más de cinco años sobrevolará así estas elecciones, tanto como los resultados de una gestión de la emergencia sanitaria. El mundo recuerda aún cómo, en abril de 2020, las calles de Guayaquil comenzaron a sembrarse de cadáveres abandonados de víctimas del COVID-19 que las autoridades no daban abasto a recoger.
Casi un año después, el país inició su plan de vacunación con 8 mil dosis para personal médico y prevé obtener hasta el tercer trimestre del año unos 18 millones de dosis, para inmunizar a 9 millones de ecuatorianos, el 60 % de su población.
El nuevo correísmo
Ante semejante panorama, el joven economista Andrés Arauz promete al electorado, ante todo, la recuperación de la economía, con la distribución de mil dólares a un millón de familias y la creación de 800 mil empleos, y después mejorar la salud pública, distribuir gratuita y masivamente vacunas contra el COVID-19.
Arauz, especialista en economía pública y financiera, fue ministro de Conocimiento y Talento Humano, de Cultura y Patrimonio y director general bancario del Banco Central del Ecuador (2009-2011). Asume dos grandes prioridades: recuperar la economía a corto plazo y, para lograrlo, unidad de las principales fuerzas políticas del país.“Vemos un aumento de la pobreza, de la desigualdad, un quebrantamiento del tejido social y productivo de nuestro país”, evalúa el líder de la alianza Unión por la Esperanza (UNES).
Para Arauz, la clave para financiar la recuperación de la economía está fuera de Ecuador, y no con más deuda: usando parte de las reservas internacionales que el Banco Central mantiene en el exterior, unos USD 8.000 millones.
Pese a los problemas de Correa con la gestión de la economía, Arauz lo asume como su principal respaldo político. “Será uno de mis principales asesores en mi gobierno. Jamás negaremos su trascendencia histórica”, asegura el candidato, pero matiza enseguida que, de ganar los comicios, asumirá plenamente la presidencia: “Las decisiones las tomaré yo”.
Favorito para ganar en primera vuelta (37%), los planes de Arauz dependen de su capacidad para tejer alianzas con numerosas fuerzas minoritarias que presentan sus propios candidatos: al menos cinco de izquierda opositoras durante la década de gobierno de Correa y otras cuatro escindidas del propio correísmo.
En un lejano y difícil horizonte de acuerdos aparece la figura del líder indigenista y ambientalista Yaku Pérez (del movimiento Pachakutik), bien posicionado en las encuestas y enconado opositor de Correa, primero, y de Moreno, después.
“Si en el pasado hubo conflictos, es momento de sanar heridas. Tenemos un reto estructural en nuestro país que va más allá de diferencias de coyunturas políticas. Vamos a buscar acuerdos y tenemos un planteamiento democrático e incluyente. Estamos seguros que contaremos con el apoyo del movimiento indígena y de las bases del movimiento indígena del Ecuador. No sólo en estas elecciones sino en la construcción de un proyecto político de largo alcance”, asegura Arauz.
La opción conservadora
Arauz disputará el ballottage del 11 de abril con el conservador, empresario y varias veces candidato presidencial Guillermo Lasso (CREO). Este banquero tiene experiencia estatal: gobernó un año Guayas designado por el entonces presidente Jamil Mahuad, quien durante la crisis de 1999 lo nombró súper ministro de Economía, aunque sólo duró un mes.
En 2011, Lasso fundó el movimiento CREO y en las elecciones presidenciales de 2013, con el apoyo del Partido Social Cristiano, Izquierda Democrática y Partido Liberal Radical Ecuatoriano, Lasso logró 22,6% de los votos (resultó reelegido Correa). En 2017, aliado con el alcalde quiteño Mauricio Rodas, pasó a segunda vuelta, pero perdió ajustadamente con Moreno (51,1% a 48,8%).
Como parte de su anti correísmo, Lasso apoyó el referéndum de 2017 convocado por Moreno. Ahora, con su ideario liberal renovado, alimentando promesas de inversiones en petróleo y minería, competirá nuevamente por la presidencia con el apoyo de 43 partidos, entre ellos el tradicional Partido Social Cristiano (PSC).
El árbitro
Yaku Pérez fue la última novedad del amplio abanico de opciones (16 en total, la mayor cantidad desde 1830) que, más allá del correísmo, fragmentan el escenario electoral de Ecuador para la primera vuelta. sin ser un outsider: fue concejal por Cuenca (1996-2000), líder de la Confederación de Nacionalidades Indígenas (Conaie) y desde 2019 prefecto de la provincia de Azuay, de 900 mil habitantes.
Su vehemente liderazgo en manifestaciones y protestas, contra el gobierno de Correa y su Ley de Agua, o contra un proyecto minero de Quinsacocha, le valieron sucesivos arrestos y hasta heridas de un caballo en una represión policial. En la primera vuelta de 2017, terminó apoyando al conservador Lasso, contra Moreno.
Después de protagonizar el paro nacional de octubre de 2019, organizado desde la central indigenista CONAIE, bajo su liderazgo, Pérez se impuso en 2020 sobre los sectores más progresistas en la puja interna de Pachakutik, que lo eligió candidato presidencial. Se define como “próximo a una izquierda flexible, abierta”, que no cree “ni en el capitalismo ni en el socialismo, sino en el comunitarismo”.
Pérez ve la oportunidad histórica de “cambiar de un modelo extractivista a un modelo post extractivista… Ecuador podría ser una luz que proyecte a nivel de América Latina”, dice, y promueve un impuesto a las grandes fortunas. Desde la izquierda dura indigenista, sin embargo, lo tachan de burgués.
Enfrentado con el correísmo, que trata de volver a atraerlo, y también ahora con Lasso, después del fracasado acuerdo para abrir las urnas del 7 de febrero, Pérez puede convertirse en el nuevo árbitro de la política ecuatoriana.
Publicado el 01/02/2021, actualizado el 24/02/2021.
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