El Congreso de Estados Unidos probablemente sancione una importante reforma tributaria en algún momento en los próximos seis meses. Si bien las nuevas normas aplicarán solamente a los contribuyentes norteamericanos, tendrán importantes consecuencias para las empresas y los mercados en todo el mundo.
Los cambios más importantes se aplicarán a las empresas estadounidenses más que a los contribuyentes particulares. De estas reformas, la que tendrá un impacto internacional más evidente y directo es el cambio en la tributación de las filiales extranjeras de las empresas estadounidenses.
La normativa actual de Estados Unidos es única entre las principales economías avanzadas. Consideremos el ejemplo de una filial de una empresa estadounidense que obtiene ganancias en Irlanda. Esa subsidiaria paga el impuesto corporativo irlandés a la tasa baja del 12% de Irlanda. Luego está en libertad de reinvertir las ganancias después de impuestos en Irlanda, en títulos financieros, o en empresas que operen en cualquier parte del mundo -excepto en Estados Unidos.
Si la casa matriz de la subsidiaria en el exterior trae de vuelta las ganancias después de impuestos a Estados Unidos para invertir o distribuir entre sus accionistas, debe pagar la tasa corporativa vigente en Estados Unidos del 35% sobre sus ganancias irlandesas originales pre-impuesto, con un crédito por el 12% que ya fue pagado.
Debido a esta penalidad del 23% por la repatriación, las empresas estadounidenses normalmente optan por no repatriar las ganancias de sus filiales en el exterior. El Departamento del Tesoro calcula que estas subsidiarias han acumulado 2,5 billones de dólares en ganancias en el exterior.
Es probable que ahora el Congreso adopte un método “territorial” para gravar las ganancias de las filiales de las empresas estadounidenses en el exterior. Según el método territorial, que utilizan prácticamente todas las demás economías avanzadas, las corporaciones estadounidenses podrán repatriar las ganancias después de impuestos de sus filiales en el exterior sin pagar un impuesto adicional, o pagando un impuesto bajo.
También es probable que el Congreso sancione un “impuesto previsto de repatriación” sobre los 2,5 billones de dólares de ganancias que se han acumulado en el exterior pero que nunca se vieron afectados por los impuestos estadounidenses. Si bien todavía no se han ultimado los detalles de esta estipulación, la idea básica sería imponer un impuesto de alrededor del 10% sobre las ganancias no gravadas en el exterior, a ser pagado en un período de años. A cambio de esta nueva obligación tributaria, una empresa estadounidense podría repatriar esas ganancias acumuladas cuando quisiera.
Es probable que el cambio a un sistema de impuesto territorial tenga efectos importantes en el comportamiento de las empresas estadounidenses. Probablemente un alto porcentaje de las ganancias futuras de sus filiales extranjeras, que permanecerían en el exterior según la ley actual, regresarán a Estados Unidos, lo que reduce la inversión en Europa y Asia. Una porción de los 2,5 billones de dólares de las ganancias pasadas ahora retenidas en el exterior también sería repatriada.
Es más, las corporaciones estadounidenses ya no tendrán un incentivo para trasladar su país de incorporación a otros países para poder distribuir sus ganancias obtenidas en el exterior entre sus accionistas. Al mismo tiempo, las empresas extranjeras tendrán un incentivo para trasladar sus casas matrices a Estados Unidos, donde podrían gozar de las ventajas de ser una corporación estadounidense sin incurrir en la actual penalidad impositiva.
Si bien el cambio a un sistema territorial de tributación tendría el impacto externo más obvio, la reducción planeada de la tasa del impuesto corporativo puede tener un efecto aún mayor. La tasa del impuesto legal del 35% sobre las ganancias corporativas es uno de los más altos entre todos los países desarrollados. La propuesta parlamentaria reduciría la tasa corporativa al 20%.
El presidente Donald Trump ha pedido una tasa del 15%.
Una tasa más baja del impuesto corporativo y el cambio a un sistema territorial aumentaría el flujo de capital a la inversión en empresas estadounidenses proveniente del exterior y de inversiones de capital en viviendas ocupadas por sus propietarios y en agricultura. Esto aumentaría la productividad y el PIB, lo que se traduciría en incrementos en el ingreso tributario que compensarían, en parte, el efecto directo de la reducción de la tasa corporativa.
Sin embargo, como el ingreso por el impuesto corporativo hoy es de aproximadamente el 1,6% del PIB, el efecto directo de llevar a la mitad la tasa del impuesto reduciría el ingreso en un 0,8% del PIB, o 160.000 millones de dólares al año al nivel actual de producción. Estados Unidos no puede permitirse un incremento tan grande del déficit fiscal.
Y, como algunos puntos de la ley sobre el impuesto corporativo se pueden cambiar para reducir la pérdida de ingresos, creo que la tasa del impuesto corporativo se reducirá aproximadamente al 25%. Ese número seguiría siendo sustancialmente menor que la tasa actual y estaría en línea con el promedio de la OCDE.
Las tasas del impuesto corporativo han venido declinando en todo el mundo en las últimas décadas. La tasa de Estados Unidos anteriormente era del 50%, y las tasas en otros países de la OCDE eran sustancialmente más elevadas que el actual promedio del 25%. Es perfectamente posible que la reducción de la tasa de Estados Unidos haga que otros países desarrollados reduzcan sus tasas del impuesto corporativo para mejorar su atractivo relativo para el capital internacionalmente móvil.
En resumen, la legislación parlamentaria que probablemente se sancione en los próximos meses cambiará las normas impositivas para las empresas estadounidenses, pero también tendrá efectos importantes en los flujos de capital a nivel internacional. También podría tener efectos significativos en las normas impositivas en todo el mundo.