STANFORD – La economía estadounidense está creciendo, la inflación finalmente ha alcanzado la meta del 2% de la Reserva Federal de Estados Unidos y el desempleo está bastante bajo –y en un mínimo histórico para los afronorteamericanos y los latinos-. Por primera vez, existen más ofrecimientos de empleos publicados por empresas norteamericanas que gente desempleada. Estas condiciones normalmente presagian salarios reales (ajustados por inflación) en alza, lo que indicaría que los trabajadores norteamericanos, muchos de los cuales quedaron rezagados en la anémica recuperación poscrisis, finalmente podrían recoger los beneficios de la economía sólida.
Los modelos electorales predicen que una economía fuerte favorece al partido que está en el poder, y que una economía débil lo condena a derrotas aplastantes. Y, sin embargo, con la economía en su mejor momento en más de diez años, la mayoría de las encuestas muestran una ventaja sustancial del Partido Demócrata en el período previo a las elecciones parlamentarias de mitad de mandato de 2018 el próximo mes de noviembre. Es más, la mayoría de los analistas políticos predicen que los demócratas recuperarán el control de la Cámara de Representantes. Y algunos inclusive prevén una “ola azul” en la que los demócratas también recuperan el Senado, a pesar de tener que defender muchas más bancas que los republicanos. En varias elecciones especiales recientes, los republicanos mantuvieron los mismos escaños parlamentarios por márgenes mucho más estrechos que en elecciones pasadas.
Existen muchas explicaciones plausibles para esta anomalía. Por empezar, las encuestadoras y los analistas simplemente podrían estar equivocados, como lo estuvieron en la elección de 2016. Al mismo tiempo, el presidente Donald Trump puede estar afectando sus perspectivas electorales y las de su partido, especialmente entre las mujeres de las zonas suburbanas, al lanzar ataques personales contra quienes lo critican –inclusive la popular estrella del básquetbol LeBron James-. Y es posible que, a pesar de los índices altos por su manejo de la economía, muchos votantes no atribuyan la fortaleza de la economía a las políticas de Trump. Pero otra posibilidad es que el “efecto económico” en las elecciones no siga siendo válido. Si las dificultades económicas pueden afectar al partido en el poder, la fortaleza económica puede no ayudarlo tanto como en el pasado. A medida que los votantes se vuelven más pudientes, muchos se pueden dar el lujo de concentrarse en otras cuestiones.
En la elección primaria demócrata para el distrito 14 de Nueva York a comienzos de este año, la socialdemócrata Alexandria Ocasio-Cortez le dio una paliza al representante en funciones Joseph Crowley, el demócrata de cuarto rango en la Cámara. Crowley, que claramente estaba demasiado confiado, prácticamente no hizo campaña. Desde entonces, Ocasio-Cortez se ha convertido en una predilecta de los medios, y aparece junto al senador por Vermont Bernie Sanders, que se define a sí mismo como socialista y que perdió por poco la candidatura presidencial demócrata en 2016. Si bien gran parte de la energía entre los demócratas está en la extrema izquierda, el partido se ha encargado de seleccionar candidatos con verdaderas posibilidades de ganar en noviembre. Mientras tanto, en las primarias republicanas, los candidatos respaldados por Trump, o estrechamente alineados con él, han tendido a prevalecer. Pero los republicanos no tienen actualmente tanto entusiasmo como los demócratas, lo que puede afectar la concurrencia a las urnas de los seguidores del partido en noviembre.
Las elecciones de mitad de mandato son casi siempre un referendo sobre el presidente y sus políticas. En las elecciones de mitad de mandato de 2014, las fuertes mayorías republicanas fueron vistas como un repudio del presidente Barack Obama. En consecuencia, los demócratas han venido encuadrando las elecciones de mitad de período como un referendo sobre Trump. Al mismo tiempo, los republicanos han intentado que las elecciones giren en torno de Nancy Pelosi, la líder liberal de la minoría de la Cámara de San Francisco, que probablemente regresaría como presidente si los demócratas ganan una mayoría de la Cámara. El problema es que un potencial presidente es un blanco más duro de atacar que un presidente en funciones, y mucho menos uno tan persuasivo en los medios como Trump. Por ahora, se le está prestando atención al potencial rol de la economía en la elección. Pero después del día de la elección, los resultados, a su vez, afectarán las políticas económicas y, por ende, la perspectiva económica. Si los republicanos retienen la Cámara y el Senado, el impuesto pro-crecimiento y las reformas regulatorias implementadas hasta el momento se mantendrán, y quizás hasta se amplíen. De la misma manera, si mantienen el Senado, los jueces federales conservadores seguirán siendo confirmados. Por el contrario, una mayoría demócrata en la Cámara previsiblemente bloqueará las propuestas legislativas de Trump; y una mayoría demócrata en el Senado (una posibilidad muy remota) entorpecería los nombramientos judiciales conservadores. Aunque los gobiernos divididos algunas veces producen acuerdos sobre políticas y presiden una economía fuerte, cuesta imaginar que eso suceda si los demócratas recuperan una o ambas cámaras del Congreso. Después de todo, hasta los supuestamente moderados demócratas han avanzado más hacia la izquierda para mantener a raya a los rivales socialistas. Y más demócratas están congregándose en torno a una agenda de un gasto gubernamental muy expandido e impuestos más elevados (aunque no han hablado mucho todavía sobre este último asunto). Una encuesta Gallup que circuló profusamente hace poco determinó que un mayor porcentaje de demócratas son más receptivos al socialismo que al capitalismo. Por lo tanto, la mayoría de los demócratas que viran hacia la izquierda están proponiendo seguro médico universal ofrecido por el gobierno (“Medicare para todos”), universidad gratuita y una garantía de empleo o ingreso básico federal. Por supuesto, implementar esa agenda exigirá un presidente y mayorías demócratas en ambas cámaras del Congreso. Y, hasta entonces, costaría decenas de billones de dólares. Pagar esas sumas requerirá un impuesto al valor agregado importante al estilo europeo, o impuestos a las ganancias y a la nómina drásticamente más elevados, lo que muy probablemente conduciría a un estancamiento económico al estilo europeo. Por su parte, los republicanos están divididos entre los conservadores tradicionales de libre mercado y libre comercio y los “nacionalistas económicos” pro-Trump que quieren restringir la inmigración y el comercio en lugar de concesiones por parte de los socios comerciales de Estados Unidos. De manera que, después de las elecciones de noviembre, la fuerte economía de Estados Unidos puede verse amenazada por una escalada de la guerra comercial o el espectro de mayores impuestos. Si el crecimiento se desacelera en China, Europa y otras partes, la economía global necesitará que Estados Unidos evite esos peligrosos errores políticos.
Por Michael J. Boskin, publicado 21/08/2018 en Project Syndicate.