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Lectura recomendada: El Mercosur y la Alianza del Pacífico frente a un nuevo contexto global, por Ig



Más allá de la incertidumbre que aún reina en el escenario internacional, podría decirse con seguridad, que se está frente a una nueva etapa de las relaciones internacionales a impulso de las políticas seguidas por la principal economía a nivel global.

La administración del presidente Trump ha dado señales muy claras en ese sentido, rompiendo con una política exterior que habían sostenido tanto demócratas como republicanos. Con matices, las dos principales facciones políticas del país, apostaron a mantener un vínculo estratégico con Asia Pacífico, lo que llevó a liderar la creación de la APEC en 1989 y más recientemente del TPP. Asimismo, también con diferencias y distintas intensidades, no había cuestionamientos mayores en la participación de Estados Unidos en los organismos internacionales, tales como la OMC, las Naciones Unidas o la OTAN.

Tampoco ninguna administración anterior mostraba posiciones tan distantes sobre los principales conflictos políticos internacionales, como el de Medio Oriente o Corea del Norte. Más allá de los matices en cómo se gestionaron los intercambios bilaterales con Rusia y China en los gobiernos de Bush y Obama, tampoco respecto a estas dos potencias se registró entre ellos un cambio abrupto.

En el plano comercial, independientemente de que sí se debatía al respecto en diferentes niveles, ningún presidente anterior atacó las relaciones diplomáticas bilaterales por contar con déficits comerciales, emprendió una guerra comercial contra China o lanzó un ambicioso plan de reformas de los acuerdos comerciales vigentes.

Como es sabido, Trump ha cuestionado y modificado su política internacional en todos los temas anteriormente mencionados. Al salirse del TPP rompe con la estrategia seguida en Asia Pacífico y pierde la oportunidad de cerrar un acuerdo con Japón, aliado central en dicha región. A su vez, también congela las negociaciones del TTIP con Europa, mientras que renegocia el NAFTA y el TLC con Corea del Sur.

Además, desata un conflicto con China a través de la imposición de aranceles del 25% a cientos de productos, lo que recibió la inmediata reacción de la potencia asiática en el mismo sentido. Previamente, Estados Unidos comenzó aplicando salvaguardias a los paneles solares y máquinas lavadoras, para después imponer aranceles al aluminio y el acero alegando razones de seguridad nacional.

A nivel de los organismos internacionales, atacó el Sistema de Naciones Unidas por ineficaz, golpeando la agenda global con su salida del Acuerdo de París. Presenta cuestionamientos profundos a la OMC, inicialmente bloqueando su Sistema de Solución de Diferencias (Órgano de Apelación), evitando cualquier avance de la Conferencia Ministerial realizada en diciembre pasado en Buenos Aires y, más recientemente,amenazando con retirarse de la organización.

En el plano político, modificó su visión sobre el conflicto de Medio Oriente mostrando mayor parcialidad a favor de Israel, lo que se evidenció con la instalación de la embajada de Estados Unidos en Jerusalén. También se observa una posición distinta respecto al conflicto en Siria y logró un acuerdo histórico con Corea del Norte, si bien con evidentes problemas en su implementación.

Frente a todos estos hechos, cabe preguntarse cómo están reaccionando los países de la región, los que asociaremos a los principales bloques comerciales de América Latina; el Mercosur y la Alianza del Pacífico (AP).

Por un lado, se encuentra la situación que atraviesa Venezuela. Se trata de una crisis económica, política y humanitaria sin precedentes en el país, que ha aislado a la economía sudamericana de gran parte de los países de la región, bloques y foros políticos(suspensión del Mercosur). Lamentablemente, aún no se avizora una salida clara de la crisis en el país latinoamericano, con daños que a esta altura son irreparables.

Otro grupo está conformado por Bolivia y Ecuador, que, si bien no integran formalmente ninguno de los dos bloques comerciales mencionados, sí estarían en proceso o próximos a definir el ingreso a alguno de ellos. En cualquier caso, aunque con sus diferencias, los dos muestran cierta incertidumbre en la transición política que determinaría un nivel de reformas más ambicioso en el futuro. Es probable que próximamente se observe un Ecuador más decidido a integrarse al escenario global, apostando a ingresar a la AP como socio pleno. Por otro lado, Bolivia culminará su proceso de incorporación como miembro del Mercosur, lo que debilitará aún más a la Comunidad Andina.

Los países de la AP siguen manteniendo una interesante cohesión interna y coincidencia en sus políticas públicas, pero especialmente en las vinculadas con la inserción internacional. En el caso de México, la elección de un nuevo presidente y su relación con el gobierno actual, hicieron posible una rápida renegociación del NAFTA, proceso que se llevó adelante inicialmente sin Canadá y que mostró un interesante nivel de pragmatismo. Si bien con cláusulas que marcan algunos nuevos desafíos para los acuerdos comerciales que pretende Estados Unidos (las de revisión), lo cierto es que México evitó perder las preferencias de su principal mercado de exportación renegociando a tiempo, lo que logró con una estrategia negociadora bien definida y una cuerdo político nacional liderado por el presidente entrante y saliente.

Los otros miembros de la AP siguen adelante con la profundización del bloque y avanzan en la negociación con los Estados Asociados; Australia, Nueva Zelanda, Canadá y Singapur. Por otro lado, tres de ellos (México, Chile y Perú) suscribieron el TPP 11, siendo parte del acuerdo más moderno suscrito hasta la fecha a nivel internacional. Se trata de un tratado que va más allá de las clásicas disposiciones de comercio, constituyendo una verdadera plataforma para realizar negocios de forma más eficiente y competitiva.

De los miembros de la AP, Colombia se identifica como el más rezagado en su estrategia de inserción internacional, especialmente con Asia Pacífico, ya que no forma parte de la APEC ni del TPP 11. Además, más recientemente, el nuevo presidente de Colombia se ha posicionado en contra se seguir firmando acuerdos comerciales, lo que alejaría al país de la posibilidad de avanzar en un TLC con China, mercado que sería de especial importancia para sus exportadores.

Por otro lado, el Mercosur, que se encuentra debilitado por la crisis política en Brasil, la situación que enfrenta Venezuela y la creciente inestabilidad económica y financiera en Argentina. El bloque sigue apostado a insertarse en el mundo a través de la firma de acuerdos comerciales, lo que ha sido impulsado por la administración de Macri debido a la ausencia de liderazgo de Brasil.

Al respecto de la agenda externa del Mercosur, si bien es cierto que se logró una reactivación de las negociaciones con la Unión Europea, las mismas volvieron a estancarse en la última ronda técnica realizada el mes pasado en Montevideo, por lo que las expectativas de cerrar el acuerdo se disipan. Al mismo tiempo, se abrieron nuevas negociaciones con Canadá, Corea del Sur y Singapur, manteniéndose vigentes las que desde tiempo atrás se sostienen con el EFTA. Se trata de negociaciones complejas, que en algunos casos se verán impactadas si no se avanza con la Unión Europea.

En síntesis, si bien se han realizado esfuerzos por dinamizar la agenda externa del Mercosur, la realidad indica que los exportadores de la región siguen sin contar con mejoras de acceso en los principales mercados internacionales.

A nivel interno, se destaca la aprobación del Protocolo de Contrataciones Públicas, el Protocolo de Cooperación y Facilitación de Inversiones intra Mercosur y la reciente incorporación a su legislación nacional del Código Aduanero del Mercosur por parte de Brasil (resta la incorporación de Uruguay y Paraguay). En contrapartida, hay un estancamiento en el desarrollo de otros aspectos de la agenda interna, lo que se confirma con los resultados de la presidencia pro témpore a cargo de Paraguay en el primer semestre de 2018, con la sola aprobación de tres decisiones.

Asimismo, Uruguay decidió elevar la aplicación de la Tasa Consular que viola la legislación regional y Argentina restablece de forma generalizada el régimen de derechos a las exportaciones, lo que también implica una violación al Tratado de Asunción. Todo esto ocurre frente a un Sistema de Solución de Controversias que quedó prácticamente inoperativo, como instrumento legítimo para resolver las diferencias entre los miembros.

Respecto a la guerra comercial, si bien el foco está puesto principalmente en el conflicto entre Estados Unidos y China y, en menor medida con la Unión Europea -la que hasta el momento ha evitado expandir el conflicto con la principal potencia mundial-, podría decirse que tanto los países del Mercosur como los de la AP han actuado con paciencia estratégica frente a este nuevo escenario.

De hecho, la negociación para evitar la aplicación de aranceles al acero y aluminio, productos que son de importancia en las exportaciones de Brasil y Argentina a la potencia del norte, es un ejemplo de ello. En todos los casos, si bien defendiendo el sistema multilateral como eje central del comercio, todos los países han sido muy cautos en las declaraciones contra la agresiva política seguida por Trump.

Es cierto que todos los miembros de la AP y del Mercosur podrían beneficiarse en el corto plazo de los aranceles que se están imponiendo entre sí Estados Unidos y China, pero a largo plazo la situación de incertidumbre y el debilitamiento de la OMC tendrá efectos negativos para los países latinoamericanos. Además, en el caso de los miembros de la AP, es esperable que Estados Unidos revise sus tratados bilaterales como lo hizo con México. A su vez, la posible revisión de la Cuota 481 de carne por parte de la Unión Europea a favor de Estados Unidos, afectaría las condiciones de acceso de algunos miembros del Mercosur al mercado europeo.

Con este nivel de convulsión internacional, la convergencia entre el Mercosur y la AP adquiere especial importancia, pero en particular la profundización de las relaciones comerciales entre Brasil y México. Por otro lado, en el caso del Mercosur es urgente una rápida reacción frente a las tendencias internacionales, para lo cual se deberá avanzar en aumentar la red de acuerdos comerciales y en actualizar su agenda interna.

Para tener éxito en esos titánicos esfuerzos, es condición necesaria pero no suficiente, alcanzar una mínima estabilidad política, que, de una vez, permita a los países latinoamericanos pensar en un horizonte más amplio que la duración de los gobiernos de turno.

Por Ignacio Bartesaghi, columna publicada en la Revista For Export Edición Nº11.


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