CANADÁ, ¿UN ANTÍDOTO PARA TRUMP?
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Actualizado: hace 13 minutos

La ofensiva de Trump sobre Canadá volteó el resultado de las elecciones y mantuvo en el poder a los liberales, liderados por Mark Carney, un veterano banquero cuyo desafío ahora es recuperar la autonomía económica del país y acercarse a otros socios pero sin aislarse totalmente de EEUU.
El Partido Liberal, cuya debacle política había llevado a la renuncia de Justin Trudeau (2015-2025) en marzo, terminó fortalecido por los virulentos ataques de Donald Trump y seguirá gobernando a Canadá en esta convulsionada coyuntura económica global, bajo la guía del ex banquero Mark Carney.
Canadá es observado ahora por el resto del mundo como un experimento de confrontación y resistencia a las agresivas políticas comerciales de Trump, que incluyeron a México y Canadá, socios del gran mercado de América del Norte unidos por tratados de libre comercio hace tres décadas.
Pocos días después, EEUU recibió un segundo aviso desde Australia cuando el primer ministro Anthony Albanese fue reelegido por otros tres años con una paliza electoral de los laboristas sobre los conservadores más cercanos a Trump, quien había impuesto un 35% total de aranceles a ese aliado oceánico. Del otro lado de la frontera, también salió fortalecida la mexicana Claudia Sheinbaum.
El propio Trump asimiló el golpe: "No creo que los estadounidenses quieran que pague 200.000 millones de dólares al año para subvencionar a Canadá", dijo para explicar su idea de anexar a Canadá como 51° estado, pero remató: "No necesitamos sus coches, ni su madera, ni su energía. Ellos nos necesitan", y consideró “altamente improbable” forzar esa unión.
En Canadá, la inestabilidad política generada tras la renuncia del desgastado Trudeau trocó en pocas semanas en esta inesperada ventaja de los liberales en las urnas, favorecidos por el “abrazo del oso” que terminó sufriendo Pierre Poilievre, tan asociado con valores trumpistas que perdió su propio escaño en Ottawa.
“Estados Unidos quiere nuestra tierra, nuestros recursos, nuestra agua”, advirtió apenas elegido Carney sobre la pretensión de Trump de convertir a Canadá en 51° estado de la primera potencia mundial. “Trump intenta doblegarnos para ser nuestro dueño. Eso nunca sucederá", dijo, mientras los think tank conservadores trataban de explicarse la nueva derrota.
Sin embargo, Carney ya estableció contacto con Trump para revisar la aplicación cruzada de aranceles al casi billón de dólares de intercambio comercial que sostienen los dos países, un equilibrio que deberá mantener para evitar un mayor daño a la economía canadiense, novena del mundo pero al borde de la recesión.
El nuevo gobierno está en formación: no aseguró la mayoría, con 169 bancas de 343 contra 144 de los conservadores, pero la conseguirá con 7 del progresista NDP.
Mientras tanto, Carney debe preparar una cita en la que pondrá en juego el nuevo rol global de Canadá: la cumbre del G7 en Kananaskis (15 a 17 de junio), donde el propio Trump medirá la eficacia de su estrategia de golpear y negociar con los aliados históricos de EEUU, desde las potencias europeas hasta Japón.
Primero, la economía

La campaña de Carney se sostuvo en dos pilares estrechamente relacionados: recuperar la economía canadiense y mantenerla firme frente a los ataques de Trump reorientando las relaciones del país con otros socios históricos, una demanda que las empresas nacionales esperan ver satisfecha cuanto antes.
En otras palabras, aprovechar el momento para darle al país mayor autonomía, o al menos recortar la dependencia de EEUU que desarrolló desde 1990 (ahora el intercambio es de USD 940 mil millones anuales). Para ello, exhibió sus credenciales al frente de los bancos centrales de Canadá en la crisis de 2008 y de Inglaterra durante el Brexit (un doble rol que ningún otro banquero logró hasta hoy).
Carney dijo que mantendrá los aranceles de represalia de Canadá contra EEUU pero también hizo notar que generalizar la guerra dañaría a los propios canadienses más que presionar a Washington. Sí se comprometió a diversificar alianzas, en particular con la Unión Europea (UE) con base en su acuerdo CETA, de 2017.

Canadá depende en gran medida de los compradores estadounidenses para sus exportaciones, mientras que las refinerías de petróleo del medio oeste de EEUU dependen de Canadá como mayor proveedor extranjero de petróleo.
“Desarrollar al máximo nuestros recursos de petróleo y gas natural de categoría mundial aumentando nuestras exportaciones a los mercados internacionales reforzará nuestra seguridad energética y nuestra soberanía económica”, dijo Lisa Baiton, jefa de la Asociación Canadiense de Productores de Petróleo.
Como destacó el especializado Financial Times, Canadá enfrenta problemas de productividad para competir a nivel global y de financiación de servicios públicos para mantener la calidad de vida social con impuestos de por sí ya altos. La inflación y el acceso a la vivienda fueron demandas centrales de los votantes canadienses.
Además de encontrar nuevos mercados, Canadá debe reducir las barreras comerciales interprovinciales que complican la circulación de bienes y personas, y hacen que las provincias exporten más a Estados Unidos que entre ellas.
Según Goldy Hyder, director ejecutivo del Consejo Empresarial de Canadá, las empresas y los inversores esperan que la renegociación del acuerdo con México y Estados Unidos (UMSCA) pueda romper el ciclo de amenazas arancelarias y breves prórrogas impuestas por Washington.
Anti-Trump

Sin querer, Carney se ha convertido en una figura global anti-Trump, el primer líder de un país desarrollado elegido en una campaña donde las políticas del presidente estadounidense se discutieron tanto como los problemas propios del país.
“Hay un apetito en Occidente por encontrar una figura anti-Trump que asuma el manto de líder del mundo libre”, razonó Stephen Wertheim, del Carnegie Endowment for International Peace, pero “es una propuesta arriesgada”, porque tal etiqueta mediática “pondrá un blanco en la espalda de ese líder.
Por ello, según el New York Times, es probable que Carney adopte un tono más matizado a puerta cerrada con Trump, pero el público canadiense buscará el desafío y el orgullo que prometió en la campaña electoral.
Trump debería asistir en junio a la cumbre del Grupo de los Siete (G7) de Alberta, donde se encontrará con los aliados más cercanos de Estados Unidos, todos los cuales se han visto afectados por los aranceles estadounidenses. Como anfitrión, será una gran prueba para Carney y su capacidad de administrar el conflicto.
Mientras tanto, Carney mantiene una relación personal con el presidente de Francia, Emmanuel Macron, y con el primer ministro británico, Keir Starmer, y está intentando negociar un acuerdo sobre gasto militar con Ursula von der Leyen, la máxima responsable de la UE.
La última vez que Trump asistió a una cumbre del G7 en Canadá mantuvo un altercado con el entonces primer ministro Trudeau, se marchó sin firmar un anodino comunicado conjunto y luego lo llamó “doble faz”.
Habrá que ver, para entonces, si los canadienses mantienen su indignación y renovado patriotismo, expresado ahora en la cancelación de viajes a Estados Unidos y el boicot a sus productos, una actitud de orgullo nacional que se ha expuesto profusamente en las redes sociales.