“El desorden de la política exterior de Trump”, por Barry Eichengreen
- Embajada Abierta

- 18 nov
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La administración del presidente Donald Trump tiene dos problemas de política exterior por resolver. Y en lo que se ha convertido ya en una especie de patrón de su gobierno, ambos problemas son de su propia creación.
En América del Sur, Trump y su gente están fuertemente expuestos a un dudoso esfuerzo por estabilizar el peso argentino, una tarea a la que han comprometido más de 20 mil millones de dólares. En Asia, están inmersos en una guerra comercial intermitente con China, en la que el presidente Xi Jinping tiene la sartén por el mango.
El presidente de Argentina, Javier Milei, ha cumplido su promesa de pasar la motosierra al déficit presupuestario de su país. Pero para reforzar la caída de la inflación, ha apuntalado el tipo de cambio del peso frente al dólar, lo que ha perjudicado las exportaciones y ralentizado el crecimiento económico, provocando un desempleo incómodamente alto.
La pregunta es si la gente, preocupada, seguirá apoyando las políticas de Milei indefinidamente. La historia sugiere que no lo va a hacer, a pesar de las elecciones legislativas de octubre, que proporcionaron un respiro temporal.
Temporal es la palabra clave: la opinión pública podría cambiar de nuevo. Parafraseando a mi colega de Berkeley Maurice Obstfeld, Argentina es un cementerio de estabilizaciones fallidas basadas en el tipo de cambio. Más de una vez, variantes de esta política han colapsado en un montón de disfunción política.
Dado esto, la estrategia de Milei también genera dudas sobre si Argentina podrá pagar al Tesoro de Estados Unidos. Los acreedores principales como el Fondo Monetario Internacional, que entró en Argentina antes, serán los primeros en cobrar de las limitadas divisas del país.
Es probable que el dinero que el Tesoro estadounidense inyecta en Argentina simplemente se filtre en pagos a fondos de cobertura que compraron bonos argentinos a bajo precio. Incluso si Argentina de alguna manera paga al Tesoro pero el gobierno flaquea en las elecciones de 2027, el secretario Scott Bessent, quien hizo del apoyo a Milei una política oficial de Estados Unidos, quedará en ridículo.
En el caso de China, Trump pensó que tenía ventaja en toda disputa comercial porque Estados Unidos le compra más a China de lo que China compra a Estados Unidos. Y como Estados Unidos es el país más avanzado en el diseño de chips de vanguardia, Trump pensó que tenía más influencia con los embargos de exportación que con cualquier cosa que China pudiera amenazar.
La realidad, desde ya, es lo contrario. China puede simplemente desviar sus exportaciones mercancías y productos básicos de Estados Unidos a otras partes del mundo, como ya había comenzado a hacer incluso antes del regreso de Trump a la Casa Blanca. Puede importar semiconductores avanzados de terceros o mejorar el modelo del año pasado.
Y cuando es provocada por la incorporación de más empresas chinas a la Lista de Entidades, la lista negra de compañias a las que se les prohíbe el acceso a tecnología avanzada, China puede embargar las exportaciones de las tierras raras, que son insumos esenciales para la electrónica, los vehículos y, no menos importante, el hardware militar de Estados Unidos.
Visto así, el retroceso de Trump tras su reciente reunión con Xi no es una sorpresa. Xi hizo un compromiso vacío de comprar más soja estadounidense, tal como lo ha hecho en el pasado. Suspendió su embargo de tierras raras pero dejó esa Espada de Damocles colgando. Trump, por su parte, acordó reducir sus aranceles punitivos, suspender las tarifas portuarias a los barcos chinos y retrasar la expansión planificada de la Lista de Entidades que había provocado que China amenazara con controles de tierras raras en primer lugar.
Es importante destacar que esta negociación sienta un patrón para el futuro. La próxima vez que Trump amenace a China con aranceles, cargos portuarios o controles de exportación, Xi hará lo propio con controles de exportación de tierras raras, y Trump se echará atrás. El monopolio chino de las tierras raras no durará para siempre, pero durará más que la Administración Trump.
En el caso de Argentina, donde fue un error hacer un compromiso incondicional en primer lugar, la Administración Trump debería exigir al gobierno de Milei, como condición para el apoyo continuo de Estado Unidos, que permita que el peso se deprecie y borre su sobrevaluación, después de lo cual se debería permitir que la moneda flote más libremente. Los productores argentinos podrán entonces exportar más, lo que ayudará a estabilizar el crecimiento y el empleo, al tiempo que garantizará que el gobierno pueda pagar lo que pidió prestado.
Es cierto que la inflación bajará algo más lentamente de lo estimado previamente, porque los precios de importación subirán más rápidamente. Pero la desinflación será más sostenible políticamente, porque causará menos desempleo y costo social. Habrá menos probabilidades de que la gente repudie la política –y a Milei– en 2027.
Milei no ha dado señales de ver la luz, sino que ha redoblado su arriesgada estrategia monetaria. Y aunque Bessent, que sabe cómo manejar las crisis monetarias, podría forzar a Milei, no muestra ninguna voluntad de hacerlo.
Lo mejor de todo sería que las autoridades estadounidenses, en su sabiduría, no crearan este tipo de lío económico y financiero internacional en primer lugar. No se hagan ilusiones.
Por Barry Eichengreen. Texto original aquí



