EL GRITO DE LA GENERACIĆN Z
- Embajada Abierta
- 29 oct
- 6 Min. de lectura

De Perú a Indonesia, de Filipinas a Kenia, de Nepal a Madagascar, los jóvenes de la llamada Generación Z han liderado durante los últimos tiempos protestas con denominadores comunes: falta educación, trabajo y salud y sobra la corrupción.
Cientos de miles de jóvenes de la āGeneración Zā (1997-2012) protagonizaron protestas en varios continentes que forzaron cambios polĆticos, hasta de gobierno, pero se arriesgan igual a ser neutralizadas por los poderes establecidos, como ya ocurrió en EEUU y Europa en 1960 o en la Primavera Ćrabe de 2011.
Movimientos juveniles, acompaƱados por organizaciones sociales y sindicales, y casi siempre con impronta urbana, conmovieron paĆses tan disĆmiles y distantes como Indonesia, Filipinas, Kenia, PerĆŗ, Marruecos y Madagascar, todos parte tambiĆ©n del llamado Sur Global.
Con impactos de distinta intensidad, estas protestas culminaron con la caĆda de presidentes y gobiernos pero tambiĆ©n dejaron decenas de muertos cuando fueron reprimidas violentamente por fuerzas policiales y armadas, entre manifestaciones pacĆficas y revueltas cargadas de ira y violencia.
Entre los elementos comunes de este āgrito de la Generación Zā aparecen reclamos por acceso a derechos al empleo, la educación, la salud y la vivienda, pero tambiĆ©n a otros tan bĆ”sicos como el agua y la electricidad. Adicionalmente, operó como detonante la restricción en el uso de redes sociales.
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Estos militantes pertenecen a paĆses con poblaciones mĆ”s jóvenes que el mundo desarrollado -que atraviesa el proceso contrario- y es la primera generación que creció formando parte del mundo digital y vive conectada al resto del mundo a travĆ©s de la redes sociales, lo cual potenció la unidad de sus demandas.
Sin embargo, tambiĆ©n son jóvenes que no tienen como prioridad dejar sus paĆses atrĆ”s para encontrar un mejor futuro en el extranjero, sino al contrario reivindican su derecho a formarse y crecer en su propia tierra sin necesidad de emigrar.
A la hora de seƱalar responsables, la Generación Z identifica como una de las causas principales de sus necesidades insatisfechas a la corrupción que se apoderó de los estamentos polĆticos y económicos que debieran cuidarlos, y a ellos es que apuntaron sus denuncias: āEl lujo de ustedes es nuestra miseriaā.
"Jóvenes contra la corrupción" fue la consigna del movimiento en Nepal, que acabó en septiembre con el Parlamento en llamas. TambiĆ©n la destitución de la presidenta Dina Boluarte en PerĆŗ, sustituida en octubre por JosĆ© JerĆ, acusado por lo mismo y repudiado en otra protesta reprimida que dejó un muerto: un rapero de 32 aƱos.
Caso por caso

Nepal y Madagascar, siendo diferentes en aspectos geogrƔficos, culturales y sociales, comparten el factor demogrƔfico de estos escenarios de protesta: la edad media en Nepal es de 28 aƱos y la de Madagascar, 21.
En Madagascar, el presidente Andry Rajoelina huyó de la ex colonia independizada en 1960 con ayuda del gobierno de Francia, pero las protestas juveniles sólo terminaron en la designación de un militar, el coronel Michael Randrianirina, y el control del gobierno por la Fuerzas Armadas con apoyo civil.
En Nepal, las protestas provocaron la caĆda del primer ministro Khadga Prasad Oli, el incendio de la Asamblea Nacional y un toque de queda militar en la capital, con mĆ”s de 70 personas muertas en el estallido social. El PIB del pequeƱo vecino montaƱoso de China creció 4,9%, pero mĆ”s del 20% de su población de 30 millones de personas vive bajo el umbral de pobreza y el desempleo juvenil es de 20%.
Una app de mensajerĆa asociada a videojuegos, Discord, fue la fuga para el debate polĆtico de los jóvenes impedidos de acceder a redes sociales, donde surgió la candidatura de la primera ministra interina, la ex jueza Sushila Karki (73), designada finalmente por el presidente Ram Chandra Poudel.
En Marruecos, donde se disputarĆ” el Mundial 2030 de fĆŗtbol, la consigna del Movimiento GenZ 212 (por el prefijo del paĆs) fue āMenos mundiales y mĆ”s hospitalesā, con marchas diarias en Rabat, Casablanca y TĆ”nger.

El rey Mohamed VI tuvo que pedir al Parlamento que acelerara reformas sociales postergadas, pero a finales de octubre el grupo volvió a activar las manifestaciones en demanda de salud y educación, y contra la corrupción. La justicia marroquà procesó a 1.500 manifestantes y condenó a 240 a penas de hasta 15 años de cÔrcel.
La Constitución de 2011, aprobada en plena emergencia de la Primavera Ćrabe, reconoció derechos y libertades, pero las ONG de defensa de los derechos humanos denuncian que en la prĆ”ctica se incumple.
En Filipinas, la tambiĆ©n llamada āPrimavera asiĆ”ticaā se tradujo en una campaƱa en redes sociales aportando detalles indignantes sobre el estĆ”ndar de vida de los mĆ”s ricos y poderosos, y de sus hijos ānepo-babiesā. En Manila, miles de personas protestaron por denuncias de corrupción en un proyecto nunca realizado de control de inundaciones, con desvĆos de 2.000 millones de dólares por parte del gobierno de Ferdinand Marcos Jr.
En Indonesia, las protestas se concentraron contra el pago de dietas a los parlamentarios, en Timor Oriental por la compra de coches tambiƩn a parlamentarios y en Kenia tras la muerte de un bloguero bajo custodia policial y contra el plan del presidente William Ruto de subir los impuestos.
Algunas tesis

Muchas de las manifestaciones de protesta protagonizadas por la Generación Z, en un contexto de reacción social mĆ”s amplio, provienen de problemas estructurales profundos comunes a muchos paĆses con poblaciones jóvenes, segĆŗn Abigail Branford, investigadora de Oxford cuyo trabajo se centra en Ćfrica.
"Problemas como el desempleo juvenil serĆan muy difĆciles de abordar para los Estados, incluso si hubiera un esfuerzo mĆ”s concertado para incluir a los jóvenes en la polĆtica dominante", dice Branford. "La economĆa simplemente no puede absorber la cantidad de jóvenes que ingresan al mercado laboral".
En muchas de las protestas de la generación Z ondea una bandera pirata con una calavera cubierta por un sombrero de paja. Con mĆ”s de 500 millones de ejemplares vendidos desde 1997 en decenas de paĆses y traducido a mĆ”s de 40 lenguas, les inspira esta imagen del manga One Piece.
La historia estĆ” protagonizada por el corsario Luffy, que lucha junto a otros jóvenes contra un supuesto gobierno mundial autoritario y corrupto. Es un sĆmbolo surgido del animĆ© japonĆ©s, explica El PaĆs, que atrajo a los jóvenes de entre 15 y 30 aƱos hacia unas reivindicaciones sociales y polĆticas que parecĆan resultarles ajenas.
Phil Robertson, director de Asia Human Rights and Labor Advocates, no se ve sorprendido por las protestas: las llamativas publicaciones en redes sociales que ostentan la riqueza de la Ć©lite, a menudo vista como el botĆn de la corrupción gubernamental, estĆ”n alimentando su ira, razona.
"El fracaso absoluto de los gobiernos de toda la región para abordar la enorme brecha entre los mÔs ricos y los mÔs pobres significa que hay un terreno fértil para las protestas de los jóvenes que creen que no tienen nada que perder al salir a las calles", dijo Robertson.

El Instituto Tricontinental de Investigación Social analiza los denominadores comunes de este movimiento juvenil y expone algunas tesis:
En el Sur Global existe una explosión demogrĆ”fica juvenil, la edad media es de 25 aƱos y las personas en estas sociedades jóvenes son vĆctimas de severas polĆticas de endeudamiento y austeridad, catĆ”strofes climĆ”ticas y guerras permanentes. En Ćfrica, la edad media es de 19 aƱos, mĆ”s baja que en cualquier otro continente.
La juventud en el Sur Global estĆ” frustrada por el desempleo. El neoliberalismo ha debilitado la capacidad estatal, dejando muy pocas herramientas para abordar este problema. La juventud educada con aspiraciones de clase media no puede encontrar trabajo adecuado, lo que lleva al desempleo estructural o a un desajuste de habilidades.
Las personas jóvenes no quieren tener que migrar para tener una vida digna. En Nepal, los jóvenes manifestantes coreaban contra la compulsión hacia la migración económica: āQueremos trabajos en Nepal, no queremos tener que emigrar por trabajoā. Hay casi 168 millones de trabajadores migrantes en el mundo. Si fueran un paĆs, serĆan el noveno mĆ”s grande del mundo, despuĆ©s de Bangladesh (169 millones) y por sobre Rusia (144 millones).
La juventud rural, harta del sufrimiento y radicalizada por las luchas a menudo frustradas de sus progenitores, se traslada a las ciudades y luego al extranjero en busca de trabajo. Llevan su experiencia del campo a las ciudades y a menudo son la columna vertebral de estos movimientos de protesta.
Para la Generación Z, el problema del cambio climÔtico y la crisis ambiental no son una abstracción, sino una causa directa de proletarización a través del desplazamiento y las crisis de precios.
La polĆtica institucional es incapaz de abordar las frustraciones de la Generación Z. Las constituciones no reflejan la realidad y los poderes judiciales, incapaces de responder ante nadie, parecen vivir en otro planeta.
El auge del trabajo informal ha creado una sociedad desorganizada, sin esperanza de compañerismo de la clase trabajadora ni de pertenencia a organizaciones de masas como los sindicatos. La uberización de las condiciones laborales ha generado una informalidad de la vida misma, donde la persona trabajadora estÔ alienada de todas las formas de conexión.
āLas agendas de estas protestas -concluye- rara vez abordan las crisis estructurales a largo plazo en los paĆses subdesarrollados. Para ser directos, la polĆtica tĆpica de los levantamientos de la Generación Z conduce al abismo del resentimiento de clase mediaā.

