En las elecciones de este 11 de septiembre, la primera ministra socialdemócrata Magdalena Andersson buscará retener el poder que ejerce hace sólo nueve meses, apoyada en una coalición mayoritaria de centroizquierda. Los efectos de las políticas migratorias y la guerra en Ucrania están transformando al país escandinavo y los ultraderechistas quedan a las puertas de convertirse en la segunda fuerza en el Parlamento.
La coalición de centroizquierda de la primera ministra Magdalena Andersson pondrá en juego su gobierno en Suecia este 11 de septiembre, en unas elecciones al Parlamento (Riksdag) en las que pueden votar unos 7,5 millones de ciudadanos, también convocados ese día a comicios en municipios y consejos regionales.
Los 349 escaños del Riksdag, con mandato por cuatro años, se distribuyen entre los partidos con base en un sistema proporcional y un umbral mínimo de 4%.
El Parlamento cuenta actualmente con ocho partidos políticos, cuatro de izquierdas y cuatro de derechas, lo que hace probable un gobierno en minoría y obliga a quien se convierta en primer ministro a depender de compromiso con grupos afines.
En un escenario político de creciente fragmentación, las coaliciones de centroizquierda -en el poder desde 2014- y centroderecha -oposición- van a las urnas, con el partido xenófobo Demócratas de Suecia (SD) como árbitro en la formación de gobiernos y agendas legislativas.
El voto en las grandes ciudades del centro y sur del país (como Gotemburgo o Malmö) será determinante. De las 310 bancas fijas en juego (las 39 restantes son de ajuste, para distribuir conforme los restos que deja el sistema de asignación), los distritos electorales de Estocolmo se llevan 69.
Andersson (55) fue investida en noviembre de 2021 en una turbulenta sucesión luego de que el primer ministro Stefan Löfven dimitiera, tras la primera moción de censura exitosa en la historia de Suecia. La ex ministra de Finanzas se convertía así en la primera mujer jefa de gobierno del país, con una amplia trayectoria como funcionaria técnica nacional y para el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Los socialdemócratas se aferran a su mayoría
Al poco de asumir las riendas del gobierno, Andersson adquirió visibilidad internacional cuando, tras la invasión rusa de Ucrania, anunció que Suecia solicitaría su ingreso a la alianza militar transatlántica OTAN.
Ahora, un triunfo de los socialdemócratas (SAP) no sería una sorpresa. Todas las encuestas confirman su posición como primera fuerza, que han mantenido en forma ininterrumpida desde la Primera Guerra Mundial.
De todas formas, un escenario cada vez más fragmentado ha hecho mella. Los socialdemócratas cayeron por debajo del 40% de votos por primera vez en 60 años en 1991, y en 2018 por debajo del 30% por primera vez en un siglo.
Como en otros casos de Europa y el mundo, la demografía está detrás de muchos realineamientos electorales y, en consecuencia, de los mapas políticos. Por eso, los socialdemócratas han cambiado algunos principios partidarios claves, como el de no ingreso a la OTAN, para mantener a su coalición de centroizquierda en el poder.
En Suecia, las minorías suenan fuerte. Del padrón electoral se desprenden unos 1,2 millones de extranjeros residentes en Suecia (200 mil más que en 2018). Excluyendo a Luxemburgo -pequeña territorial y demográficamente-, Suecia es el país de la Unión Europea con mayor proporción de inmigrantes.
Además, del total de electores más de un millón tiene más de 75 años (150 mil más que en 2018). El comportamiento electoral de estos dos grupos típicamente apoya a los socialdemócratas o a la izquierda (Vänsterpartiet, conocidos como “los V”).
¿El resultado? Mientras que el paso del tiempo marcaría un debilitamiento para la primera fuerza en Suecia, el movilizado voto de los inmigrantes (más del 75% acude a las urnas) continúa oxigenando su competitividad electoral.
Andersson y sus candidatos han hecho campaña con una plataforma para profundizar la calidad del estado de bienestar sueco, adoptar más energías renovables y luchar contra la delincuencia, con la expectativa de prolongar los ocho años de gobierno de su partido.
Dentro de la política tradicional el principal rival es Ulf Kristersson (58), del Partido Moderado (los “M” en Suecia). La centroderecha promete reducir los impuestos, mejorar las escuelas, aumentar la energía nuclear y acabar con la espiral de violencia de las bandas.
Por primera vez, la principal prioridad de los votantes suecos es la delincuencia: además de los precios de la energía, el aumento de la violencia armada relacionada con las bandas en los últimos años ha puesto la ley y el orden en el centro del debate político. Este enfoque favorece tradicionalmente a los partidos de derecha (Liberales y Demócrata-cristianos, además de los M), pero hasta ahora no han podido sacar mucho provecho y los socialdemócratas han sido rápidos en apelar a esa agenda.
Asoma una nueva Suecia… ¿multicultural o xenófoba?
En paralelo a esta dinámica bicoalicional en Suecia, gana terreno un tercer polo con considerable gravitación propia. Con su presencia en el Parlamento y los gobiernos locales, el origen de las turbulencias que han sacudido la política sueca en la última década es la aparición del partido nacionalista Demócratas de Suecia (SD).
El partido nacionalista, surgido de la extrema derecha sueca y de los ambientes neonazis, fue rechazado durante mucho tiempo por los partidos establecidos, pero ahora ha formado una alianza informal en lo legislativo con los moderados y otros partidos de la derecha. Su carismático líder desde 2005 es Jimmie Åkesson (43), diputado desde 2010 y la voz más fuerte de la “batalla cultural” bajo el lema Bevara Sverige Svenskt (Mantener a Suecia Sueca).
SD se fundó en 1988 y comenzó a crecer a nivel local a finales de los 90. Luego de dos décadas sin presencia parlamentaria, volvió a pasar el umbral necesario en 2010 y desde entonces se ha convertido en la tercera bancada, con altas probabilidades de convertirse en la segunda este año.
Fuente: elaboración propia en base a datos del Valmyndigheten y POLITICO
¿Cómo se explica este actor en Suecia? En la última década, el panorama político sueco ha atravesado una transformación muy importante, todavía en curso: el paso de tres grandes comunidades político-culturales a cuatro.
A las comunidades urbana, norteña-costera y sureña se le agrega una más extrema, que disputa votos en zonas rurales y pequeñas ciudades, sobre todo en el sur y centro del país. Como en otros países europeos, aglutina a distintos “perdedores de la globalización”, principalmente hombres de mediana edad (40-69), pero con una nutrida militancia juvenil que supera a todas luces a las de los partidos tradicionales.
Las cuestiones económicas (como la crisis del costo de vida) y políticas (como las relaciones con Bruselas o la guerra en Ucrania y el ingreso a la OTAN) forman parte de la plataforma de SD, pero su campaña se centra en preocupaciones socioculturales.
El fenómeno detrás de ello es la inmigración. Por décadas, Suecia ha sido ejemplo en materia de asilo a nivel mundial. En 2015, Suecia acogió a casi 163 mil personas (principalmente de Siria, Irak y Afganistán), una cantidad muy significativa en comparación a su población (si esa proporción se aplicase a Estados Unidos, por ejemplo, debería haber recibido 5 millones de personas, pero fueron 83 mil).
Hace años, el principal lema de los Demócratas Suecos es “No te preocupes, decimos lo que tú piensas”. Con su uso de redes sociales, mítines eclécticos y medios de comunicación de la derecha alternativa, la SD llevó el foco del debate público (asiktskorridor) sobre la delincuencia y marginalidad desde la acción estatal y las desigualdades económicas a los “problemas socioculturales”, sobre todo el Islam.
Contra las estadísticas oficiales, han instalado la idea de que el estado de bienestar sueco se encuentra al límite por las comunidades de migrantes que “nunca se integrarán a Suecia” y “viven en comunidades paralelas”. El discurso es monolítico y taladrado hasta el cansancio: el establishment sueco está capturado por las élites globalistas que pervierten todas las áreas del Estado -por ejemplo, son detractores de la “política exterior feminista” que el país sostiene desde 2014-.
El 16 de mayo de 2022, Suecia hizo historia al anunciar su solicitud de ingreso a la OTAN, decisión que rompía una neutralidad mantenida férreamente desde las Guerras Napoleónicas. Ahora, todo indica que los suecos volverán a hacer historia en estas elecciones, pero ¿hacia dónde?
Publicado el 06/09/2022
Comentarios