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LAS CUENTAS PENDIENTES DEL COLONIALISMO EN EL SIGLO XXI

A comienzos del Siglo XX, el 60 % de la población mundial estaba sujeta a alguna forma de dominación colonial. Hoy, casi dos millones de personas viven aún bajo dominio colonial en 17 Territorios No Autónomos, una deuda con toda la humanidad.



Ni el fin de la I Guerra Mundial, ni el establecimiento de la Sociedad de las Naciones, que se suponía que iba a promover las causas de la paz y justicia, lograron debilitar las corrientes racistas, los lazos del colonialismo o las políticas imperialistas. Apenas abordó la cuestión del colonialismo creando un Sistema de Mandatos (administraciones especiales de las potencias victoriosas de antiguas colonias de Alemania y en parte del Imperio Otomano).


Finalizada la II Guerra Mundial, las grandes potencias coloniales seguían negándose a conceder la independencia a su colonias. Cuando se fundaron las Naciones Unidas (1945), unos 750 millones de personas, casi un tercio de la población mundial, aún vivían en territorios que dependían de potencias coloniales.


Fue precisamente la ONU que, en línea con la posición anticolonialista de Estados Unidos y de la entonces Unión Soviética, comenzó a establecer un marco jurídico para poner fin con el problema del colonialismo en el mundo.


La Carta de la ONU (San Francisco) contiene en su capítulo XI una "Declaración relativa a territorios no autónomos", donde los define como “territorios cuyos pueblos no hayan alcanzado todavía la plenitud del gobierno propio”, un eufemismo adoptado para referirse a las colonias. Aunque fue una solución de compromiso, dada la resistencia de algunas potencias coloniales, este capítulo sirvió como base para el desarrollo de un verdadero derecho de descolonización en todos sus aspectos.


En el primer período de sesiones, la Asamblea General de la ONU adoptó un rol central en materia de descolonización, confirmado y reforzado por distintas resoluciones y decisiones de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) y otros órganos de la Organización.


Las competencias de la Asamblea General en materia de descolonización son centrales. Es ella, y no la potencia colonial, la que debe observar la aplicación del derecho de libre determinación conforme la función que le otorga la Carta de las Naciones Unidas. También corresponde a la Asamblea pronunciarse y supervisar las modalidades de descolonización de un territorio y es el Comité de Descolonización el órgano encargado de monitorear los mecanismos para que un territorio sea descolonizado. Es la Asamblea General la que monitorea la expresión de la voluntad de un pueblo de un territorio no autónomo.


En resumen, las resoluciones de la Asamblea General en materia de descolonización van más allá de meras recomendaciones y reflejan verdaderas obligaciones internacionales.


Al avanzar el proceso de descolonización, la Asamblea General aprobó, el 14 de diciembre de 1960 la Resolución 1514 (XV), que incluyó la “Declaración sobre la Concesión de Independencia a los Países y Pueblos Coloniales”: marcó un hito central en el proceso de descolonización y favoreció a los territorios bajo dominación colonial. Ningún Estado votó en contra y las potencias administradoras de los territorios no autónomos inmediatamente aceptaron transmitir la información necesaria a un comité especial establecido para garantizar la implementación de la Resolución 1514 (XV) un año después.


La resolución 1514 (XV) proclamó la necesidad de poner fin rápida e incondicionalmente al colonialismo en todas sus formas y manifestaciones dejando en claro la existencia de “más de una forma de colonialismo”, e incorpora dos principios para abordar los diversos casos: el de la libre determinación y el de la integridad territorial.


A partir de esta resolución el proceso de descolonización adoptó una dinámica y velocidad sin precedentes. Si bien ya se habían independizado varios países de Asia, esta resolución fue esencial para el proceso de descolonización de África, Oceanía y el Caribe.


En todo el proceso descolonizador fue un factor esencial la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1947. Hacia 1946 obtuvieron la independencia Líbano, Irak y Siria; la India y Pakistán en 1945 y 1947. Si bien Egipto se había independizado en 1922, el continente africano en su conjunto lo hizo décadas más tarde: Libia declaró su independencia en 1951, Túnez en 1956, Marruecos hacia 1956 y Argelia en 1962. En cuanto a otros países africanos, podemos destacar el caso de Ghana, que se independizó en 1957 y más tarde le seguirán Sierra Leona, Uganda, Tanzania, Zambia y Malawi. Entre 1975 y 1995 se produjo la última gran oleada de la descolonización en las demás regiones del mundo.


La Conferencia de Bandung (Indonesia) de 1955 fue otra bisagra en el proceso de descolonización. Varios países africanos y asiáticos recién descolonizados expresaron su apoyo a los pueblos que luchaban por su independencia y reivindicó la soberanía e igualdad de todos los países del mundo.


Libre determinación y descolonización


El principio del derecho de los pueblos a la libre determinación es un principio fundamental en materia de descolonización que llevó a que numerosos pueblos sojuzgados lograran su independencia luego de la segunda mitad del Siglo XX.


Pero no se debe confundir el proceso de descolonización con el ejercicio del derecho de libre determinación: no son sinónimos. Un territorio no autónomo no deja de serlo únicamente a través de la invocación por parte de sus habitantes del derecho de libre determinación.


Hay circunstancias en las que un proceso de descolonización no culmina en un proceso de libre determinación. No hay una aplicación unívoca de este principio y, por eso, la Asamblea General de la ONU –la encargada de indicar el modo de descolonizar un territorio- no ha aplicado este principio en ciertas situaciones en las que no hay un “pueblo” sujeto a la libre determinación.


La obligación de descolonizar existe aún si no se aplica el principio de libre determinación. Durante el proceso de descolonización hubo, y aún quedan, ejemplos de esto: Gibraltar, Malvinas y São João Batista de Ajudá, por mencionar algunos.


Presente y futuro


El mundo experimentó una renovación política tras la formación de las Naciones Unidas en 1945, y el número de Estados Miembros se cuadruplicó gracias, en gran medida, al proceso de descolonización. Sin embargo, a 75 años de su creación no han sido suficientes para erradicar una estructura de dominio de siglos de antigüedad.


Para la ONU, la persistencia de casos coloniales, bajo sus distintos tipos y formas, constituye un crimen que viola la Carta de las Naciones Unidas y el derecho internacional.


Desde la creación de la ONU, han conseguido su independencia 80 antiguas colonias, que incluye a los 11 territorios en fideicomiso que obtuvieron la libre determinación a través de la independencia o libre asociación con un Estado independiente.


Sin embargo, ya finalizando el Tercer Decenio Internacional para la Erradicación del Colonialismo (2011-2020), aún quedan pendientes de descolonizar 17 territorios no autónomos (10 bajo el control colonial del Reino Unido, 2 de Francia, 1 de Nueva Zelanda, 3 de Estados Unidos y finalmente, el Sahara Occidental –el único territorio de África aún con la condición de territorio a descolonizar-).


El proceso de descolonización se ha estancado. El último territorio no autónomo en romper con el yugo colonial fue Timor Oriental en 2002. Este estancamiento se debe en gran medida a la intransigencia de las potencias administradoras que no cumplen con sus obligaciones internacionales.


Un caso paradigmático es el del archipiélago de Chagos, en donde tanto la Asamblea General (por 116 votos contra 6) como la Corte Internacional de Justicia han instado al Reino Unido a finalizar su administración sobre el territorio para permitir a la República de Mauricio culminar con su proceso de descolonización que data de 1968. Sin embargo, Londres desoye el llamado de la comunidad internacional como en otros casos análogos.


Este ejemplo, como tantos otros, demuestra que sin el compromiso de las potencias administradoras será muy difícil poner fin al anacronismo del colonialismo en el mundo.


El colonialismo hizo que el mapa político del mundo se viera como hoy en día, con fronteras que desconocen las realidades locales, donde las potencias coloniales negaron o malinterpretaron las particularidades culturales, económicas, políticas y sociales de los pueblos bajo dominación colonial e imponiendo las propias.


Como expresó el ex secretario general de la ONU Ban Ki-moon, seis décadas después la descolonización sigue siendo un proceso inacabado y el colonialismo, una deuda pendiente con los casi dos millones de habitantes que siguen padeciéndolo.



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