Varios de los frentes de batalla que presenta la pandemia de COVID-19 encuentran a las mujeres como actoras principales, pero también como las más vulnerables, una condición estrictamente vinculada con el género que acentúa sus dificultades para alcanzar la igualdad en términos económicos, sociales y de acceso a derechos.
Las mujeres, que atraviesan hace tiempo uno de los momentos históricos más intensos de su larga lucha por sus derechos en todo el mundo, se vieron desafiadas durante la pandemia por condiciones adversas en varios campos, desde el sanitario hasta el económico, que obligan a todas las sociedades a redoblar sus esfuerzos para alcanzar la demorada igualdad de género.
En lo económico, las restricciones que impusieron los gobiernos para contener la expansión del COVID-19, sobre todo antes de la distribución de vacunas, pegaron especialmente en el empleo y los ingresos de las mujeres, muchas de ellas el único sostén de hogares en países desarrollados, en desarrollo y pobres por igual.
En lo sanitario, por su presencia determinante en los servicios básicos de salud en todos los países, las mujeres han sido protagonistas indispensables de la lucha contra la propagación del virus, y también las más expuestas.
Por fin, en lo social, los riesgos de sufrir violencia de género se multiplicaron para las mujeres de todas las edades, por confinamientos obligados en hogares violentos, además del recorte real y brusco de posibilidades de lograr la autonomía económica que las ayude a independizarse y a garantizar sus derechos.
Económico
Apenas comenzada la pandemia, más de 700 millones de mujeres involucradas en la economía informal en servicios esenciales urbanos y rurales, sufrieron un brutal recorte de sus ingresos diarios, hasta la mitad de lo habitual o más, lo que llevó a casi 50 millones de adultas y niñas a caer en la pobreza extrema, según Oxfam.
Los sectores económicos más rápidamente alcanzados por el frenazo inducido de la economía global cuentan especialmente con fuerza laboral femenina (turismo y muchos servicios). El trabajo doméstico remunerado, en el que nueve de cada diez empleos son para mujeres, exige presencialidad y suele ser muy precario, lo que lo convierte en uno de los sectores más castigados por la crisis.
En la Unión Europea, (UE), más del 30% de las mujeres ocupan puestos de trabajo a tiempo parcial e informales, con menos derechos laborales, menos protección sanitaria y menos prestaciones fundamentales, aunque tienen que tienen que seguir cuidando niños y familiares durante las mismas jornadas en las que han quedado absorbidas ahora por el teletrabajo que impuso la pandemia.
Según un estudio del Fondo Monetario Internacional (FMI) en Estados Unidos, Reino Unido y España, las madres cargaron con gran parte del enorme impacto económico de la pandemia y con el cierre de escuelas, "muchas mujeres perdieron sus empleos o les redujeron los horarios de trabajo".
"En el mundo del trabajo, las mujeres con hijos chicos se cuentan entre las mayores víctimas de los cierres de actividades", dijo la propia directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, que consideró “crucial” darles ayuda desde el Estado, con asistencia financiera y entrenamiento para nuevos empleos que reemplazarán a muchos que la pandemia se llevó para siempre.
En Estados Unidos, casi dos millones de mujeres de más de 20 años salieron de la fuerza laboral durante los primeros tiempos de la pandemia: la tasa de desempleo fue de 5,7% en marzo comparado con el 3,1% en febrero de 2020.
En América Latina, antes de la pandemia, de los 13 millones de trabajadores domésticos 91,5% eran mujeres (el sector absorbe el 11,1% del empleo femenino).
Pero en plena primera ola, los niveles de ocupación en el trabajo doméstico remunerado cayeron -24,7% en Brasil; -46,3% en Chile; -44,4% en Colombia; -45,5% en Costa Rica; -33,2% en México; y -15,5% en Paraguay.
La crisis generada por la pandemia del COVID-19 impactó negativamente en la ocupación y en las condiciones laborales de las mujeres en América Latina y el Caribe al punto de generar un retroceso de más de una década en los avances logrados en materia de participación laboral, según CEPAL.
Recientemente, los ministros de Exteriores y Desarrollo del Grupo de los 7 (G7) acordaron dedicar USD 15.000 millones a financiar empresas y servicios que favorezcan la incorporación de mujeres al mercado laboral en países en desarrollo.
También apuntan a escolarizar a 40 millones de niñas en el mundo y lograr que 20 millones más de ellas aprendan a leer antes de los 10 años hasta 2026.
Sanitario
La pandemia, según Oxfam, afectó negativamente iniciativas dirigidas a mejorar la salud sexual y reproductiva, y potenció el riesgo de embarazos no deseados (hasta siete millones en el mundo), enfermedades de transmisión sexual y complicaciones en el embarazo, el parto y el aborto. La mortalidad materna aumentó hasta 39% al mes en 79 países de renta baja y media, por la reducción de la atención perinatal.
En América Latina, las mujeres son parte crucial de la primera línea de respuesta a la pandemia. Según CEPAL, un 73,2% de las personas empleadas en el sector de la salud son mujeres, bajo condiciones de trabajo extremas, con extensas jornadas laborales el riesgo básico de contagiarse de todo personal sanitario.
“Todo esto en un contexto regional en el que persiste la discriminación salarial, pues los ingresos laborales de las mujeres que trabajan en el ámbito de la salud son un 23,7% inferiores a los de los hombres del mismo sector”, explica Alicia Bárcena, directora ejecutiva de CEPAL.
En la UE, donde las estadísticas están disponibles, de los 49 millones de cuidadores de personas enfermas, los más expuestos al virus, alrededor del 76% son mujeres. En algunos países, como Letonia, esa proporción llega al 88%.
Y, sin embargo, la cantidad de hombres en los equipos de trabajo gubernamentales establecidos en todo el mundo para afrontar el COVID-19 triplica el de las mujeres, una desventaja más para sus aspiraciones de igualdad, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), ONU Mujeres y el Laboratorio de Investigación sobre Desigualdad de Género (GIRL) de la Universidad de Pittsburgh.
Un año después de estallar la pandemia, las mujeres representaban todavía en promedio solo 24% de los miembros de 225 equipos de trabajo de COVID-19 (en 26, no había ninguna) examinados por los organismos internacionales en 137 países , a través del Rastreador Global de Respuestas de Género a la COVID-19.
Las mujeres representan el 70% del personal sanitario a nivel mundial. “Sin embargo, se las ha excluido sistemáticamente de los procesos de toma de decisiones sobre cómo contrarrestar los efectos de la pandemia”, lamentó el administrador del PNUD, Achim Steiner.
Para el PNUD, “es fundamental que las mujeres participen de manera plena e inclusiva en las instituciones públicas para garantizar que se tengan debidamente en cuenta sus necesidades en las decisiones cruciales que se están adoptando, y que determinarán el futuro de las próximas generaciones de mujeres”.
Social
Una estadística económica general de América Latina en 2020 puede dar un indicio del impacto social que ha tenido, y tiene aún, la pandemia de COVID-19: unas 118 millones de mujeres quedaron en situación de pobreza ese primer año de la crisis, 23 millones más que en 2019. A nivel global, para 2021, el total de mujeres y niñas que vivirán en la pobreza extrema será de hasta 435 millones, según ONU Mujeres.
Pero hay otros aspectos igualmente sensibles atravesados por la problemática de género, en los cuales la pandemia acentuó la vulnerabilidad de mujeres y niñas, como las situaciones de violencia doméstica y sexual.
En algunos países de la UE, hasta 50 mujeres a la semana perdían su vida por violencia doméstica, una estadística engrosada por la pandemia. Las cuarentenas facilitaron las agresiones y limitaron el acceso a ayuda de las víctimas.
Asimismo, el mayor uso de Internet durante la pandemia facilitó la violencia de género y el abuso sexual en línea de niños y niñas. En Australia, el ciberacoso y la intimidación han incrementado un 50%.
Los países con posibilidades, muchos menos de lo deseable, han multiplicado sus canales públicos para prevenir o responder a la violencia contra las mujeres y niños, con líneas telefónicas de asistencia, además de refugios y respuestas judiciales.
La ONU Mujeres (Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de las Mujeres) hizo recomendaciones específicas ante esta situación, que van desde asegurar la higiene menstrual de las trabajadoras de salud y la habilitación de líneas directas y servicios dedicados a las víctimas de violencia doméstica que se consideren “servicios esenciales”.
A eso, se suman medidas de protección social que reflejen las circunstancias especiales de las mujeres y reconozcan la economía asistencial; la inclusión de parte de los líderes de mujeres en la toma de decisiones; y apoyar un reparto igualitario en el hogar de la carga de cuidados entre hombres y mujeres.
“Sin duda, debemos combatir el virus por el bien de la humanidad, centrándonos en las personas. Particularmente, en las más afectadas: mujeres, personas mayores, jóvenes, trabajadores precarios, pequeñas y medianas empresas, el sector informal y los grupos de riesgo”, resumió el Secretario General de ONU, António Guterres.
Publicado el 27/05/2021