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LAS PRIMARIAS POLARIZAN A LOS DEMÓCRATAS

La carrera del Partido Demócrata por la nominación del candidato que enfrentará en noviembre al presidente Donald J. Trump entró en una fase determinante después de las primarias del “Súper Martes”, que devolvieron el protagonismo al ex vicepresidente Joe Biden (77) y consolidaron la postulación del senador Bernie Sanders (78).




Biden y Sanders representan dos grandes corrientes del electorado demócrata actual. Ambas están determinadas, antes que nada, a impedir la reelección de Trump, pero mientras unos prefieren el liderazgo moderado de Biden para conseguir ese resultado, los otros adhieren a la “revolución” de Sanders y un giro ideológico a la izquierda.


La victoria de Trump en las presidenciales de 2016 había puesto fin entre los demócratas a una larga era partidaria dominada por los Clinton (Bill y Hillary). En las elecciones de medio término de 2018, los demócratas recuperaron la Cámara de Representantes.


Pero en estas primarias sus votantes vuelven a polarizarse, como en la campaña presidencial de 2016, que enfrentó a Sanders con Hillary Clinton. Mientras Biden representa abiertamente al establishment del partido, Sanders se autodefine como “socialista democrático”, adalid de las clases medias frente a los más ricos y desligado de los “60 multimillonarios” que financian la campaña de su rival.


Así las cosas, los sectores moderados que se encolumnan ahora detrás de Biden corren el riesgo de dejar de lado importantes demandas de los votantes progresistas y de la juventud. El movimiento de Sanders, a su vez, puede espantar a votantes moderados (que siempre han votado alternativamente a los dos partidos) e incomodar a una parte del establishment demócrata que siente al senador independiente un cuerpo extraño.


A medida que el discurso demócrata se ha ido corriendo hacia la izquierda, los votantes moderados han acompañado esa tendencia en asuntos como el control de armas, el cambio climático y la desigualdad económica. Pero en otras cuestiones, como el gasto militar y el derecho al aborto, tienden a tener opiniones menos progresistas.


De 1994 a 2018, el porcentaje de los demócratas que se autodenominan “liberales” (progresistas) se duplicó (de 25% a 51%), según Gallup. Pero entre 1993 y 2016, los estadounidenses que se identificaron como conservadores alcanzaba el 40%. En el Congreso, el bloque demócrata (235) está partido en dos grandes tendencias ideológicas: el Caucus Progresista (100) y los moderados Nuevos Demócratas (100).




¿Qué dejó el Súper Martes?


Luego de la jornada donde se distribuyeron un tercio de todos delegados en juego, Biden mostró tener mayor capacidad de convocatoria que la pensada en el comienzo de la campaña. En muchos estados en los que resultó vencedor (9 de los 14 en juego) obtuvo el apoyo del electorado afroamericano con el que se vinculó como vicepresidente de Obama (2009-17). Y en estados con electorados progresistas igualmente hizo pie, incluso cuando se descuentan los votos del retirado candidato Michael Bloomberg, que ahora lo apoya.


Del otro lado, la persistencia de la candidatura de la senadora Elizabeth Warren (70) -ahora retirada- dividió al voto más progresista y le facilitó la victoria a Biden en estados en los que podría haber ganado Sanders. También jugó un papel relevante la poca movilización del voto joven (del que se lleva 3 de cada 5 apoyos), como lo reconoció el propio candidato.


Aún así, pese al embate de Biden y el reagrupamiento del establishment demócrata en contra de Sanders, sus triunfos en el Súper Martes demostraron que su candidatura sigue siendo muy competitiva y puede aspirar a ganar la nominación en la convención partidaria de julio en Milwaukee. Allí, Sanders tendría un último escollo: los 771 “súper delegados” que se agregan si la primera ronda no impone un candidato. Todos ellos son dirigentes designados, no votados, parte del establishment y libres de votar como quieran.


Por último, esta maratón arrojó un último dato importante pensando en el futuro de los demócratas, llegan o no que vuelvan a la Casa Blanca en 2021: dejó inconcluso el recambio generacional del liderazgo del partido, relegando a figuras como Peter Buttigieg (38) y Amy Klobuchar (59).


¿Por qué Biden pasó a protagonizar la primaria demócrata?


Si bien en las primarias inaugurales Biden parecía rezagado y lejos de la pelea por la dominación, hasta ahora esas pocas primarias eran una muestra poco significativa. Todo comenzó a cambiar en la cuarta, en Carolina del Sur, cuando Biden se alzó con la victoria y dejó evidente el apoyo mayoritario de los afroamericanos, una de sus fortalezas, junto con el voto blanco urbano y el de la franja etaria más alta (de la que se lleva la mitad de los apoyos).


Este avance del exvicepresidente tardó muy poco en cortar el impulso a las candidaturas de otros dos moderados, como Buttigieg y Klobuchar. El temprano fin de estas sorpresas se combinó con los decepcionantes resultados de Elizabeth Warren, en su competencia por el voto progresista con Sanders, y con el fracaso de los millonarios esfuerzos de Bloomberg.


Una de las claves del apoyo a Biden entre los demócratas es el objetivo de privarlo a Trump de un rival, como Sanders, con el que pueda polemizar fácilmente, como el propio presidente republicano lo ha sugerido.


¿Por qué el resto de los candidatos se alineó con Biden?


En las últimas dos décadas, el establishment demócrata logró movilizar a sus votantes detrás de opciones moderadas, una lista que incluyó a John Kerry, Albert Gore y Hillary Clinton. Solo se toleró una plataforma más arriesgada con Barack Obama, justificada por un contexto de grave crisis económica (2008). Incluso con él, cuando el partido se propuso ser más progresista y ensayó reformas más ambiciosas (como la de salud), encontró serias limitaciones que lo devolvieron al centro político.


Analistas han destacado en estos días el contraste entre la primaria republicana de 2016 cuando la división de los rivales de Trump hasta el final le facilitó la nominación presidencial y el reflejo rápido de los competidores de Sanders decididos a evitarlo.


También pesa en estas primarias el temor de alcaldes, gobernadores y legisladores a perder competitividad en sus propias elecciones de noviembre. A muchos de ellos les resultaría muy incómodo frente a su electorado y hasta inaceptable ideológicamente hacer campaña por un “socialista democrático”.


Finalmente, las estadísticas electorales dicen la moderación, aun en estas épocas de trumpismo, ha rendido sus frutos. Hace cuatro años, de la mano de Hillary Clinton los demócratas ganaron el voto popular. Hoy, todas las encuestas le dan mayor diferencia a Biden sobre Trump que a Sanders en caudal de sufragios.


¿Cómo plantea la campaña Biden?


La campaña de Biden parte de una premisa hecha pública por el propio candidato: Trump representa, no un giro ideológico histórico llamado a consolidarse en el país, sino una anomalía política escenificada en el Partido Republicano. Por lo tanto, la respuesta que necesita no es una reacción radical como la que propone Sanders, sino un liderazgo pragmático que le ponga fin con la voluntad de sectores moderados, como el suyo.


Según el Pew Center, una línea divide claramente a los votantes de una y otra corriente demócrata. Casi tres de cada cuatro votantes de Biden (72%) considera muy importante encontrar denominadores comunes con los republicanos, aun cuando haya que abandonar planes de gobierno demócratas. En contraste, ese índice baja a 45% entre los seguidores de Sanders.


En términos más ideológicos, el electorado demócrata tendrá que definir en estas primarias si lo alarma más el temor a un Estado federal más presente en sus vidas o la galopante desigualdad de ingresos que se consolida en la sociedad estadounidense.


¿Cómo plantea la campaña Sanders?


En esta campaña 2020, después de superar un infarto que hizo temer por la continuidad de su carrera política, el senador Sanders lanzó su segunda candidatura presidencial. Su liderazgo volvió a encender las bases más progresistas, jóvenes y diversas del partido, al calor de las mismas ideas y favorecido por un panorama económico que refuerza su retórica crítica del capitalismo financiero. Y ahora, como al resto de los demócratas, se le agrega una nueva meta: impedir la reelección de Trump.


El movimiento político de Sanders encuentra en la historia demócrata un precedente medio siglo atrás. En la campaña de 1972, el senador George McGovern lideró la corriente de la nueva izquierda que ya por entonces buscó mejorar la representación de las bases partidarias, combatir la pobreza y crear un seguro nacional de salud. La bandera de entonces para McGovern era detener la espiral belicista; como hoy lo es para Sanders combatir la creciente desigualdad. Si McGovern señalaba al complejo industrial-militar, Sanders apunta contra la élite financiera de Wall Street.


Preguntando por su definición del “socialismo democrático”, Sanders expuso: "No creo que el gobierno deba adueñarse de la tienda de la esquina o poseer los medios de producción de la sociedad, pero sí creo que la clase media y las familias trabajadoras que producen la riqueza de EE.UU. merecen un nivel de vida decente y que sus ingresos deberían incrementar, no disminuir. Apoyo el que las compañías privadas prosperen, inviertan y crezcan en EE.UU., compañías que crean trabajos aquí, a diferencia de las compañías que cierran sus sedes en EE.UU. e incrementan sus ganancias a partir de explotar a los trabajadores con bajos sueldos en el extranjero.”


¿Qué moviliza y qué preocupa a los demócratas?


El electorado ha ido reflejando en las elecciones este siglo (2000-2016) tanto la transformación de la sociedad estadounidense, hacia una más diversa y plural, como el poder de reacción de sectores tradicionales blancos que, ante esos cambios, ven reducida su histórica hegemonía cultural, política y económica.


En general, frente a todos los temas, las prioridades de los distintos sectores de estadounidenses pueden deducirse, básicamente, de sus preferencias políticas. Una gran parte de consultados de simpatías demócratas le dan mucha importancia a la protección del medio ambiente (85% de ellos), pero también a la reducción de los costos del sistema de salud (80%), a las posibles mejoras del sistema educativo (80%) y a poner mayores límites al comercio a la venta y uso de armas (66%).


En los últimos años, el cambio climático avanzó como una prioridad política entre los demócratas. En 2015, el 46% le daba prioridad, pero desde entonces creció más de 30 puntos y llegó al primer nivel de preocupaciones políticas, un dato que explica su inclusión en la agenda de debates de las primarias presidenciales.


¿Cómo sigue la carrera por la nominación?


Antes de que termine marzo, ocho grandes estados con casi 1.000 delegados en juego (sobre un total de casi 4.000) van a esclarecer la tendencia de la carrera por la nominación presidencial demócrata: Michigan, Missouri, Washington, Arizona, Florida, Illinois, Ohio, Georgia.


A partir de ahora, la primaria demócrata tiene todos los elementos para polarizarse. No solo porque pone en competencia a dos candidaturas muy diferentes (Biden y Sanders), sino por lo que ellas implican: dos maneras de ver a Trump, dos maneras de pensar el país hacia adelante, dos maneras de pensar a Estados Unidos en el mundo, dos maneras de hacer política y finalmente dos franjas generacionales de votantes demócratas.


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