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"Regresar al multilateralismo", por Ban Ki-Moon

La COVID‑19 ha puesto de manifiesto las graves vulnerabilidades de un mundo profundamente interconectado. Ningún país, sin importar su tamaño, riqueza o grado de avance tecnológico, puede enfrentar esta crisis solo.

Por la pandemia, la Asamblea General de las Naciones Unidas se está celebrando este mes en circunstancias excepcionales, y los jefes de Estado participan en forma «virtual» en vez de viajar a Nueva York. La naturaleza inédita de la reunión de este año debe ser un recordatorio de que el único modo de superar la amenaza de la COVID‑19 es mediante la cooperación internacional, la transparencia y el respeto de normas y regulaciones compartidas.


Es una terrible ironía que la pandemia haya llegado en el año del 75.º aniversario de la ONU. El principal foro internacional del mundo nació de los escombros de la Segunda Guerra Mundial (una catástrofe de factura totalmente humana) y encarna la determinación de los líderes de la posguerra de librar a las generaciones futuras de la clase de sufrimientos de la que habían sido testigos.


En Medio Oriente y otras regiones en conflicto, la ONU y sus principios de cooperación multilateral siguen siendo indispensables para la búsqueda de soluciones sostenibles a largo plazo que garanticen la paz, la estabilidad y la prosperidad. Los principios del derecho internacional son los cimientos del orden global, y proveen un marco crucial para la defensa de los derechos y el ejercicio del poder ante los desafíos que enfrenta el mundo.


Esto se ve claramente en el conflicto israelí‑palestino, que ha durado casi tanto como la ONU misma. La mejor solución será la existencia de dos estados (Israel y Palestina) para los dos pueblos, sobre la base de las fronteras anteriores a 1967 reconocidas por la comunidad internacional y en conformidad con las resoluciones 242 y 2334 del Consejo de Seguridad de la ONU, entre otras.


El reciente establecimiento de relaciones diplomáticas entre Israel y dos estados del Golfo (Emiratos Árabes Unidos y Bahréin) es un hecho político significativo que, espero, puede ayudar a superar décadas de distanciamiento y desconfianza. Pero sigo creyendo que el único modo de alcanzar una auténtica «normalización» entre Israel y el mundo árabe es que todas las partes colaboren en pos de una solución de dos estados duradera que traiga paz, justicia, dignidad y seguridad a palestinos e israelíes por igual. Los derechos inalienables de la gente no deben usarse jamás como moneda de negociación.


En 1945, muchos esperaban que el mundo hubiera aprendido por fin las enseñanzas de dos guerras mundiales desastrosas. Según expresa la Carta de la ONU, el organismo se creó para «preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra» y buscar caminos pacíficos e inclusivos hacia la prosperidad y la democracia en todo el mundo. La red de acuerdos e instituciones internacionales centrados en la ONU que ha sido creada desde entonces dista de ser perfecta. Pero por más de siete décadas, ha sido un sostén decisivo de la búsqueda mundial de paz, seguridad, derechos humanos y avances económicos y sociales.


Para destacar este legado, The Elders (un grupo de líderes mundiales independientes fundado por Nelson Mandela, donde tengo el honor de actuar como vicepresidente) publicó hace poco un informe sobre la defensa del multilateralismo, en el que formulamos cinco llamados a la acción destinados a los líderes actuales:


•        renovar el compromiso con los valores expresados en la Carta de la ONU;

•        empoderar a la ONU para que cumpla su mandato de acción colectiva en pos de la paz y la seguridad;

•        fortalecer los sistemas sanitarios para enfrentar la COVID‑19 y preparar al mundo para futuras pandemias;

•        demostrar más ambición en lo referido al cambio climático para el cumplimiento de las metas del Acuerdo de París;

•        movilizar el apoyo a la totalidad de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.


Todos los países deben reconocer que el único modo de alcanzar estos objetivos es a través del multilateralismo efectivo, que en definitiva redunda en beneficio de todos. La mayoría de las veces, el incumplimiento de los objetivos declarados de la ONU ha sido resultado de que estados miembros no estuvieran a la altura de sus responsabilidades; en particular, pero no exclusivamente, los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad (Estados Unidos, el Reino Unido, Francia, Rusia y China). Cuando se pone el estrecho interés nacional por encima de las prioridades compartidas, todos salimos perdiendo.


Por cierto, en julio de este año aplaudí la decisión unánime del Consejo de Seguridad de la ONU de aprobar la resolución 2532, que demanda un cese de hostilidades global para evitar más catástrofes humanitarias en el contexto de la pandemia. También expresé mi firme apoyo a esta iniciativa cuando el secretario general de la ONU, António Guterres, la propuso en marzo. Pero ha sido para mí una decepción que se hayan desperdiciado tantos meses valiosos en discusiones por los detalles del texto.


Entrar en debates semánticos en medio de conflictos sangrientos y una pandemia inédita envía un mensaje terrible a la opinión pública internacional. Más allá de los efectos sanitarios directos, la crisis tendrá consecuencias económicas graves y duraderas, cuyas repercusiones se sentirán por bastante tiempo en muchas partes del mundo que están en una situación de fragilidad y conflicto. No es momento para la intransigencia diplomática.


El Programa Mundial de Alimentos advirtió que nos exponemos a la peor crisis humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial, con probabilidad de que hasta 600 000 niños mueran de hambre y malnutrición en países muy afectados como Yemen, Somalia, Nigeria y Sudán del Sur.


La crisis de la COVID‑19 es un grave recordatorio de los lazos y las vulnerabilidades que nos unen. No responder a la pandemia y a otras amenazas compartidas con un sentido renovado de solidaridad y acción colectiva será deshonrar la memoria de las víctimas del virus y traicionar las esperanzas que la generación fundadora de la ONU puso en nosotros.


Traducido por Esteban Flamini en Project Syndicate, el 23/09/2020.

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