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"UE-MERCOSUR: UN ACUERDO A CUALQUIER PRECIO Y DE FUTURO INCIERTO", por Jorge Argüello

Actualizado: 29 jul 2019



Como esas estrellas apagadas que todavía vemos brillar, el acuerdo de libre

comercio entre el MERCOSUR y la Unión Europea (UE) se corresponde con un

contexto mundial idealizado pero inexistente.


Las tensiones comerciales que dominan los portales de noticias a escala global

hacen evidente, hoy más que nunca, que las diferencias entre firmar un

acuerdo y firmar un buen acuerdo se esconde en los detalles.


La escasa transparencia y la magra información que caracterizaron a las

negociaciones entre la UE y el MERCOSUR en los últimos meses, dificulta la

de por sí compleja tarea de evaluar las consecuencias de una iniciativa de esta

magnitud.


No obstante, las manifiestas intenciones del gobierno argentino de formalizar

un acuerdo a como dé lugar y la velocidad que se imprimió a las negociaciones

en el marco del proceso electoral, contrasta con la minuciosa atención que

debería prestarse a sus efectos sobre el empleo, la producción y el desarrollo

tecnológico de nuestros países.


En el caso del gobierno nacional, la insuficiente información y debate respecto

de los objetivos y efectos esperables del Acuerdo no son casuales. Por el

contrario, traslucen la postura con la que la administración lleva adelante su

política exterior desde 2015. Se trata de una visión cándida respecto de las

ventajas de la apertura económica internacional, que tiende a sobrevalorar la

gestualidad y desconoce los focos de preocupación respecto de sus

consecuencias y efectos concretos.


Aunque conocemos la premisa de “volver al mundo”, martillada desde finales

de 2015, todo se vuelve difuso respecto de la estrategia elegida, y

decididamente oscuro sobre sus ventajas y beneficios concretos.


El emocionado canciller argentino, Jorge Faurie, festejó la firma del acuerdo

como un hito histórico en sí mismo. Sin embargo, cabe preguntarse: ¿acaso los

anteriores gobiernos no desearon ese logro? ¿o es que rechazaron alcanzarlo

a cualquier precio? De nuevo: las diferencias entre firmar un acuerdo y firmar

un buen acuerdo se esconde en los detalles.


Asimetrías y concesiones


El MERCOSUR y la UE son bloques con marcadas diferencias de desarrollo

relativo. Unos pocos indicadores económicos evidencian las asimetrías

existentes en materia de tamaño, especialización, desarrollo económico,

productividad y capacidades tecnológicas.


La UE representa un tercio del comercio mundial, 20 veces el tamaño del

MERCOSUR y posee una marcada especialización en productos industriales

(76% de sus exportaciones), que contrasta con la relevancia de los bienes

primarios en el caso del MERCOSUR (78% del total).


Las diferencias no son sólo de tamaño y especialización, sino también de

productividad y capacidad tecnológica. Por dar un ejemplo, el producto por

habitante de Alemania triplica al de Argentina y sus inversiones en

investigación y desarrollo (I+D) medidas como proporción del PBI son 5,7

veces mayores.


Bajo este esquema el bloque europeo se ha provisto históricamente de

materias primas indispensables para la fabricación de productos de mayor

elaboración, abasteciendo luego al socio con productos industriales y

agroindustriales. Cabe preguntarse ¿por qué dejaría de hacerlo, tan

gentilmente y con tanto entusiasmo?


Los términos del acuerdo tal como se conocen hasta el momento cargan los

mayores esfuerzos sobre el bloque más débil. Dados los mayores aranceles de

partida que presenta el MERCOSUR, el éxito de la UE para aislar un conjunto

de productos de interés y la incidencia de mecanismo de protección no

tradicionales como la Política Agrícola Común Europea, los esfuerzos de

liberalización serán mayores para el bloque sudamericano y sólo se verán

parcialmente compensados por los plazos establecidos.


Por fuera del comercio de bienes, dadas sus exigencias, el Acuerdo establece

además límites claros a la aplicación de instrumentos de política necesarios en

el marco de una estrategia de desarrollo y diversificación productiva (compras

públicas, desarrollo de proveedores de empresas estatales, regulación de

propiedad intelectual, etc.).


Sin cambios, este acuerdo convalidará lo que tantos funcionarios y políticos

trataron de eludir en la región: la cruda lógica de potencias que “patean la

escalera” por la que ascendieron, privando al resto de seguir un camino al

desarrollo que cuida el empleo y la producción local como parte de una

estrategia sostenible.


Futuro incierto


Tras 25 años y grandes vaivenes en las negociaciones, el Acuerdo de

Asociación Estratégica entre el MERCOSUR y la UE deberá ahora ser validado

por los parlamentos.


Argentina y el MERCOSUR necesitan avanzar en nuevos acuerdos que le

permitan superar años de parálisis. No obstante, la delicada situación externa

de la economía nacional y su vulnerabilidad asociada a la insuficiencia de

divisas exige que dichos acuerdos sean negociados de forma inteligente a fin

de garantizar un crecimiento de las exportaciones y una mejora de las

capacidades productivas.


Lejos de satisfacer estas necesidades, los términos del actual acuerdo

incrementan las amenazas de primarización y desindustrialización, en una

decisión que implicó la resignación de posiciones y avances alcanzados a lo

largo de 20 años de intensa negociación.


El gobierno argentino, paradójicamente blindado tras un discurso de

“modernidad” al defender el acuerdo, parece ignorar los cambios ocurridos en

el plano internacional en los últimos años. La principal potencia económica

mundial, Estados Unidos, fundadora del “orden liberal”, giró su estrategia

comercial externa, renegoció el TLCAN, inició una guerra comercial con China

y frenó dos grandes acuerdos de libre comercio con el Transpacífico y con la

propia UE, en vistas de la defensa de sus propios intereses.


Hoy, la modernidad consiste en asumir que los acuerdos de libre comercio no

son necesariamente favorables, y que malas negociaciones pueden generar

malos resultados en términos de empleo, desarrollo productivo, elusión

impositiva y exacerbación de las diferencias distributivas.


Bajo esa nueva lupa tendremos que seguir los pasos que comenzaron a dar la

UE y el MERCOSUR desde la Cumbre del G20 de Osaka.


Publicado por Jorge Argüello, el 14/07/2019 en PERFIL

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