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INDIA Y PAKISTÁN, ANTE EL ESPANTO NUCLEAR

  • Foto del escritor: Embajada Abierta
    Embajada Abierta
  • hace 9 minutos
  • 7 Min. de lectura

El escenario mundial, que de multipolar ha devenido directamente en fragmentado y cargado de conflictos económicos y sociales, suma la reactivación de un conflicto de casi ocho décadas entre la India hindú y el Pakistán musulmán, heredado de la era colonial británica pero de nuevos y riesgosos condimentos geopolíticos.



El violento ataque de un grupo armado que India asocia con Pakistán, en la región de Cachemira (de mayoría musulmana) que los dos países se disputan desde la independencia del Imperio Británico, ha vuelto a ponerlos al borde de la guerra total y a alarmar al mundo por el armamento nuclear del que ambos disponen.


Después del asesinato por el islamista Frente de Resistencia de 27 turistas hindúes en Pahalgam, estado de Jammu y Cachemira (India), la fuerza aérea india lanzó ataques contra nueve bases del grupo en zonas paquistaníes de la frontera, donde se sucedieron intercambios de artillería en la “Línea de Control”. Pakistán respondió a su vez derribando varios aviones indios.


India asegura haber “neutralizado” los ataques pakistaníes con drones y misiles contra objetivos militares en el norte y el oeste del país y, a su vez, atacado radares y sistemas de defensa aérea del vecino, incluyendo Lahore, la segunda ciudad más grande de Pakistán. Islamabad, por su parte, afirmó haber interceptado 25 drones.


Todos los analistas coinciden en que el presidente Narendra Modi, en el poder desde 2014 y reelegido en 2024 por otros cinco años tras una activa militancia religiosa hinduísta, mantendrá en principio una actitud firme pero cautelosa, sin entrar en el terreno cierto de una guerra abierta con Pakistán.


Sin embargo, a diferencia de incidentes anteriores, Modi habilitó la Operación Sindoor, un despliegue militar que deja de considerar los ataques de terroristas musulmanes como desvinculados de Pakistán y pasa a justificar una respuesta militar directa y convencional -no nuclear- contra el vecino.


A su vez, el Pakistán que durante mucho tiempo anidó a muchos de los grupos islamistas de la vecina Afganistán que terminaron recuperando el poder de la mano de los Talibanes en 2021 ahora asumen que sus acciones en la frágil frontera con India les provocan un conflicto que prefieren controlado, o directamente congelado. De hecho, han empezado a combatirlos mientras se acerca al gobierno afgano.



El histórico conflicto entre la India nacionalista hindú de Modi (1.400 millones de habitantes) y el Pakistán regido en los hechos desde 1977 por el poder militar (250 millones de habitantes de mayoría musulmana) se inscribe, a su vez, en un panorama geopolítico muy distinto al que enmarcó anteriores incidentes.


India y Pakistán también han seguido trayectorias muy distintas desde su último conflicto grave en 1999. El PIB de India era unas cinco veces el de Pakistán. Hoy es casi 11 veces mayor. Su mayor peso económico no se ha traducido en una ventaja militar proporcional para India, pero avivó el nacionalismo activista. 


India ha acentuado su autonomía estratégica: firma acuerdos comerciales con EEUU, desinteresado en intervenciones, y apoya su desarrollo militar en Rusia. Y Pakistán ya no tiene el apoyo incondicional que le daba EEUU frente al terrorismo islámico, y se ha volcado a una alianza táctica con China.


Por ahora, ha habido sólo llamados formales de algunas potencias a la calma entre los dos países y el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas tampoco dio señales de una intervención con la que podría recuperar el descrédito en el que cayó como organismo multilateral dedicado a asegurar la paz y el orden mundial.


Pakistán consideró los bombardeos de India como un “acto de guerra”, según el primer ministro Shehbaz Sharif. En cambio, India reivindicó su derecho a la legítima defensa ante el ataque de grupos terroristas (Artículo 51 de la Carta de la ONU). 


Presiones internas



Modi tiene el desafío de evaluar la respuesta más eficiente pero menos riesgosa para la propia India a lo que fue el ataque más cruento de un grupo armado en el último cuarto de siglo contra civiles en la Cachemira bajo su control, que gracias a la seguridad que India aseguraba vio multiplicar el turismo, con un récord de 3,5 millones de visitantes que expresaba la “normalización” de la región.


La indignación ante el ataque, en una tranquila pradera de Pahalgam, fue generalizada entre los indios, porque las víctimas venían de todo el país. Al parecer, los atacantes obligaron a sus víctimas a revelar su religión recitando el Kalma, la declaración de fe islámica. A los que no pudieron hacerlo los mataron a tiros.


En 2019, Modi revocó el estatus semiautónomo de Cachemira y dividió el territorio en dos zonas gobernadas directamente por el gobierno federal (además de India y Pakistán, una mínima parte de la región está bajo control de China, en la zona del Himalaya. El gobierno también permitió a los no locales comprar tierras.


India y Pakistán han librado tres guerras -dos por Cachemira- y han estado repetidamente al borde del abismo. Para subrayar el peligro, el ministro de Defensa pakistaní, Khawaja Asif, declaró días atrás que existía el riesgo de una “guerra total” si India optaba por una respuesta militar contundente, que por ahora no llegó.


Los analistas estiman que, por ahora, la respuesta de Modi será militar pero “cuidadosa y deliberada, planificada y sea eficaz”. En 2019, en Pulwama, un atentado suicida mató a 40 paramilitares indios, un ataque reivindicado por el grupo Jaish-e-Mohammed, con base en Pakistán. Entonces, India lanzó ataques aéreos a Balakot, en el interior de Pakistán, la primera incursión tan profunda desde 1971.


El Frente de Resistencia, que reivindicó este último atentado, es una rama del grupo islamista Lashkar-e-Taiba, con sede en Pakistán, que estuvo detrás de los mortíferos atentados de Bombay de 2008. Pakistán niega cualquier implicación, pero India insiste en que tiene «pruebas claras de complicidad transfronteriza» y ha señalado a dos de los terroristas como ciudadanos paquistaníes.


Modi prometió “perseguir a los atacantes y a quienes los manejan hasta los confines de la Tierra” y “reducir a polvo el poco terreno que tengan estos terroristas”.


Mientras, India suspendió el tratado de 1960 sobre las aguas del Indo -clave para la economía agrícola de Pakistán-, mínimo símbolo de cooperación bilateral que había sobrevivido a guerras anteriores. Pakistán respondió suspendiendo el acuerdo de Simla de 1972, base para la gestión de las fronteras y la resolución de conflictos.


Operación Sindoor



La revista especializada India’s World explicó los argumentos con los que cuenta Modi para, esta vez, adoptar una nueva doctrina frente a los ataques lanzados desde el territorio de Pakistán. 


La Operación Sindoor, explica, subraya la idea de que el gobierno de India está decidido a responder al terrorismo, independientemente de las consecuencias. Con esta operación militar de alta intensidad, abierta y pública, Nueva Delhi pretende establecer una innovación doctrinal, un cambio estratégico a partir de ahora.


“Es posible -afirma- que las acciones militares de bajo nivel (como las de 2016 y 2019) ya no sean la respuesta preferida (...) Esto significaría que Nueva Delhi podría emplear en el futuro diversos grados de fuerza convencional en respuesta al terrorismo, abriendo así un abanico de posibilidades punitivas”.


Así, India ya no acepta que exista una distinción fundamental entre agresión subconvencional (terrorismo) y convencional (militar). “Tradicionalmente, Pakistán ha explotado esta distinción para pintar un escenario de escalada catastrofista con el fin de impedir la respuesta militar india a los ataques terroristas. Si India ya no acepta esa distinción, la capacidad de Pakistán de explotar ese espacio para llevar a cabo/permitir/no hacer nada ante ataques terroristas contra India ya no existe”


La nueva doctrina india es que si hay un ataque terrorista contra India es en realidad Pakistán -su adversario- quien está iniciando un conflicto militar convencional. Corresponde a Pakistán asegurarse de que no se produzca un ataque terrorista si pretende evitar un conflicto militar.


Finalmente, la Operación Sindoor disminuye gravemente la capacidad de Pakistán para escudarse en la falta de pruebas concluyentes que demuestren su complicidad en los atentados terroristas contra India. El argumento indio emergente es que en la medida en que hay organizaciones terroristas anti-India en Pakistán que han atacado a India, y que no han sido llevadas ante la justicia por Islamabad, esas son razones suficientes para que Delhi ataque. 


Hubo una escalada gradual en la respuesta militar india a los ataques terroristas de grupos terroristas con base en Pakistán: 2001-2002 (movilización pero ninguna acción); ataques del 26/11 (ninguna respuesta abierta); ataques quirúrgicos de 2016 (de alcance e impacto limitados); ataques de Balakot de 2019 (objetivos limitados). Pero la Operación Sindoor supera con creces el alcance, la intensidad, el resultado y el potencial de escalada de cualquiera de las operaciones anteriores.


Guerras, políticas y capacidades



Desde 1947, India y Pakistán libraron cuatro guerras por Cachemira: en 1947, 1965, 1971 y 1999. India y China se han enfrentado una vez en 1962 por el control de Aksai Chin, así como por el estado noreste indio de Arunachal Pradesh, recuerda el ex jefe del Estado Mayor Conjunto argentino, general Juan M. Paleo.


India dispone de capacidad para producir entre 50-90 armas nucleares. Su doctrina nuclear se centra en la disuasión y la capacidad de represalia. Pakistán podría producir entre 35-55 armas nucleares. Su política nuclear se basa en la disuasión y compensar la superioridad convencional de India.


En términos convencionales, India tiene 1,1 millones de soldados activos y 960.000 reservistas y tanques T-90 y Arjun. Pakistán tiene unos 620.000 soldados activos y 528.000 reservistas y blindados Al-Khalid y Type-85.


La armada india es una de las más poderosas de la región, con 295 barcos y submarinos (1 nuclear) y 2 portaaviones, el INS Vikramaditya y el INS Vikrant.

La armada pakistaní cuenta con alrededor de 80 barcos y submarinos, incluyendo submarinos diesel-eléctricos y fragatas. 


La fuerza aérea india dispone de más de 1.100 aviones, incluyendo cazas Su-30MKI, Jaguar, Mirage 2000 y Tejas. También dispone de helicópteros de ataque Apache, KA-31 y el HAL Prachand. La fuerza aérea pakistaní tiene alrededor de 600 aviones, incluyendo cazas F-16, JF-17 Thunder, Mirage III/V, A5 Fantan y ha adquirido misiles balísticos, con alcance de 2.000 km.


India mantiene una alianza estratégica con Rusia y acuerdos con Israel por sistemas de radar y defensa antimisiles. Pakistán tiene una relación estrecha con China, que ha apoyado su programa nuclear y de misiles balísticos, además del desarrollo de infraestructuras como parte del desarrollo de la Ruta de la Seda.


El corredor económico China-Palistán conecta el puerto de Gwadar con la región autónoma de Xinjiang a través de una red de autopistas, vías ferroviarias y ductos petrolíferos. Para Beijing constituye la salida alternativa hacia el Índico, ante un potencial bloqueo en el Pacífico de EEUU a través de sus aliados Corea del Sur, Japón, Taiwán, Filipinas y Vietnam.



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