Estados Unidos trata de contener a China. América Latina tiene el combustible.
El sistema mundial contemporáneo atraviesa por un período de cambios estructurales, vinculados, entre otras cosas, con el desplazamiento de los centros económicos más dinámicos desde Europa y Estados Unidos hacia el Asia Pacífico, lo que trae consigo profundas reestructuraciones geopolíticas y territoriales.
Este proceso viene acompañado de nuevas tendencias en la producción científico-tecnológica, en tanto esta dimensión es una de las aristas clave del poder global. El desarrollo tecnológico está condicionado por las estructuras mundiales de poder, en tanto posicionarse a la vanguardia de los nuevos ciclos tecnológicos permite a Estados y empresas coordinar y administrar el régimen de acumulación a escala planetaria.
La innovación se constituye como un elemento central de la economía contemporáneo, y ha llevado a empresas y Estados a la carrera por innovar tecnológicamente en los procesos productivos como condición de sobrevivencia en el mercado y en la lucha por el poder global. Este proceso produce la obsolescencia tecnológica de complejos industriales que dependen de ciclos tecnológicos que entran en desuso y que son substituidos por nuevas tecnologías más rentables.
En este marco, atravesamos actualmente una etapa de transición hacia un nuevo paradigma tecno económico (PTE) impulsado por una nueva revolución tecnológica global, en donde adquieren relevancia estratégica sectores como la inteligencia artificial, los nuevos materiales inteligentes basados en la nanotecnología, la geoingeniería y la sustentabilidad, las impresiones en tres dimensiones, la potenciación y expansión de las tecnologías de la información y la comunicación, los nuevos accesos a la realidad virtual, la biotecnología dominada por la ingeniería genética, el aumento de la capacidad de las energías renovables y su almacenamiento, las nuevas tecnologías blockchain para el desarrollo financiero y de seguridad de la información y la Internet de las Cosas.
La novedad de este proceso es que el mismo no está encabezado actualmente por las potencias centrales del Occidente atlantista, lo que plantea la posibilidad de una transición hacia un nuevo ciclo histórico o, en palabras de Giovanni Arrighi, una nueva gran divergencia.
China, a la vanguardia
La República Popular China se encuentra a la vanguardia de varios de los procesos vinculados con los nuevos ciclos tecnológicos, lo que ha despertado las alarmas en Occidente. En el marco de la transición hacia un nuevo paradigma tecno económico y de un proceso de consolidación como potencia regional y mundial de China, el epicentro de los conflictos por la hegemonía internacional se encuentra en la batalla por el dominio tecnológico.
El Partido Comunista de China (PCCh) ha fijado como objetivo para 2049 (momento en el que se cumplirán cien años desde la fundación de la República Popular) concluir la meta de construir un país socialista moderno y desarrollado en todos sus aspectos. Esto incluye, por supuesto, una primacía en la arena tecnológica. En el XIII Plan Quinquenal (2016-2020) se sostenía que la RPCh debía paulatinamente dejar de ser la “fábrica del mundo” para convertirse en un líder global en innovación tecnológica, mejorando su posición en las cadenas globales de valor en una amplia gama de sectores. En el XIV Plan Quinquenal (2021-2025), en tanto, se señala que la innovación tecnológica se convertirá en el principal motor del crecimiento económico de manera paulatina y ordenada y se establece como objetivo alcanzar la autosuficiencia tecnológica de producción nacional en las áreas claves.
El Plan de Mediano y Largo Plazo para el Desarrollo de la Ciencia y la Tecnología (2006-2020) publicado por el Consejo de Estado, se propuso el fortalecimiento de varias áreas clave y definió una decena de grandes proyectos nacionales, incluida la reforma del Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología y la promoción de la innovación en industrias estratégicas emergentes, entre ellas la biotecnología, la protección ambiental, las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, las energías renovables, los vehículos eléctricos, entre otras.
En mayo de 2015, el gobierno chino publicó el plan denominado Made in China 2025, mediante el cual se anunció el objetivo de encabezar la carrera tecnológica a escala global y articular el desarrollo de un grupo de industrias desde la robótica y lo aeroespacial hasta la biotecnología. Dicho plan se organizó en tres pasos: en primer lugar, se establecen iniciativas para pasar a formar parte de las potencias manufactureras antes de 2025; en segundo lugar, se fija el objetivo de lograr un nivel medio de poder manufacturero mundial en toda la industria antes de 2035; finalmente, en tercer lugar, se propone mantener esa posición de avanzada como potencia manufacturera y lograr un fortalecimiento integral a nivel mundial antes de 2049.
En 2017, el Consejo de Estado de China publicó el Plan de Desarrollo de Inteligencia Artificial, en el cual se plasma una estrategia de desarrollo dirigida por la innovación que se propone convertir al país en un líder global en el terreno de la ciencia y la tecnología. En dicho plan, se estipula que la industria IA se convertirá en un nuevo motor del crecimiento económico y que la tecnología debe ayudar a mejorar la vida de la población. Además, el plan establece la meta de que China se convierta en un gran centro innovador de la IA y lidere al mundo en la tecnología y las aplicaciones de la IA hacia 2030. Por otra parte, el proyecto “Standard 2035” publicado en 2018 se propone globalizar los estándares técnicos nacionales, empleando estratégicamente a sus funcionarios de alto nivel y líderes de empresas tecnológicas nacionales en las organizaciones responsables de determinar los estándares técnicos globales.
Producto de esto, China superó a Japón y los países europeos en la fabricación de productos de alto contenido tecnológico, y ocupa ya el primer lugar en fabricación de productos de media-alta tecnología. En el rubro de solicitud de patentes, en 2017 pasó a ocupar el primer lugar por encima de Estados Unidos y Japón, lo que es un indicador de los exitosos resultados generados por las actividades de investigación, desarrollo e innovación. Las empresas líderes en solicitud de patentes fueron Huawei y ZTE. En este ítem el crecimiento del protagonismo de China ha sido vertiginoso, y para 2021 China ya superaba a Estados Unidos, Japón y Alemania juntas.
Pero estas empresas no fueron las únicas posicionadas a la vanguardia de la innovación tecnológica. Además, se destacan conglomerados tecnológicos como Tencent (proveedora de productos y servicios de internet y desarrolladora de inteligencia artificial), Alibaba (dedicado al comercio electrónico en Internet), Baidu (motor de búsqueda en idioma chino), Didi Chuxing Technology Co., Xiaomi, Lenovo y OPPO Mobile Telecommunications, entre otras.
Otras áreas en las que China se ha posicionado a la vanguardia son en la generación de energías renovables (sector clave en el proceso de transición energética), el desarrollo de tecnología nuclear, la computación cuántica y la carrera espacial. También es relevante el sector es la robótica, para lo cual China se convirtió en el mercado de robots industriales más grande del mundo a partir de 2013 y diseñó el Plan de Desarrollo de la Industria Robótica (2016-2020). A su vez, China se encuentra a la cabeza del desarrollo de tecnologías de quinta y sexta generación, muy por encima de los Estados Unidos.
Desde principios del presente siglo, China ha superado a los Estados Unidos y Europa en cifras de graduados universitarios, y algunas estimaciones consideran que el número de graduados chinos de entre 25 y 34 años aumentará en 300 % hasta 2030, en comparación con solo 30 % de Estados Unidos y Europa. A su vez, según datos del Foro Económico Mundial, en las asignaturas STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) China formó a 4,7 millones de graduados en 2016, contra 568.000 en Estados Unidos.
Estados Unidos, en búsqueda de la contención
Para contrarrestar la ventaja de China en la dimensión tecnológica, Estados Unidos publicó en 2017 su Estrategia de Seguridad Nacional, donde postula la competencia entre grandes poderes con China y en 2018 profundizó su disputa con el país asiático en materia de inteligencia artificial, electrónica, telecomunicaciones y proyectos de infraestructura nodales para el cambio tecnológico. La versión de 2022 de la Estrategia de Seguridad Nacional no solo refuerza esta posición, sino que agrega que China es el único competidor con la intención de remodelar el orden internacional y, cada vez más, con el poder económico, diplomático, militar y tecnológico para hacerlo, y se señala que Estados Unidos está decidido a defender su primacía frente a China en los ámbitos económico y de seguridad.
Ya desde la administración Obama el gobierno norteamericano había asumido como prioridad contener el avance de China, delineando la estrategia de pivote asiático e impulsando mega tratados comerciales en el Asia Pacífico como el Tratado Transpacífico (TPP). A partir de la administración de Donald J. Trump las tensiones entre China y Estados Unidos se agudizaron hasta alcanzar un nivel sin precedentes en los últimos cuarenta años. Durante el periodo trumpista, el gobierno norteamericano comenzó a implementar medidas proteccionistas que afectaban a los gigantes chinos del sector tecnológico (entre ellas, Huawei y ZTE), presionando simultáneamente a los países aliados para que se sumaran a estas medidas. Como podemos observar, la estrategia de “contención” hacia China es promovida de común acuerdo tanto por globalistas como por continentalistas al interior de los Estados Unidos.
La avanzada estadounidense sobre las grandes empresas tecnológicas chinas mostró las verdaderas intenciones del gobierno norteamericano, que no tenían que ver con impulsar una “guerra comercial”, sino que se trata de una batalla por definir el actor que impondrá los estándares del nuevo ciclo tecnológico en curso, en un proceso que ha sido catalogado como “guerra de big data”.
La administración Biden, a su vez, aprobó en 2021 la U.S. Innovation and Competition Act, mediante la cual se definió destinar casi 250 mil millones de dólares en insumos tecnológicos y se aprobó un presupuesto de un billón de dólares para proyectos de infraestructura. El presidente norteamericano firmó también la Orden Ejecutiva 14.017, conocida como America’s Supply Chains, cuyo objetivo explícito es resolver la dependencia de los Estados Unidos de los productos críticos y estratégicos para evitar disrupciones en las cadenas de suministro. En agosto de 2022, Biden promulgó la CHIPS and Science Act, una Ley del Congreso norteamericano que plantea destinar 280 mil millones de dólares en nuevos fondos para impulsar la investigación y la fabricación nacionales de semiconductores. Intel ha recibido la subvención más grande hasta la fecha, de 8.500 millones de dólares, para construir nuevas instalaciones en Arizona y Ohio, y para modernizar sus instalaciones existentes en Nuevo México y Oregón. A su vez, el pasado 8 de abril, la administración Biden otorgó a Taiwan Semiconductor Manufacturing Co. (TSMC) hasta 6.600 millones de dólares para construir instalaciones de fabricación de semiconductores en Phoenix.
Nuevo paradigma tecnoeconómico con características chinas
Si bien gran parte de las empresas y corporaciones tecnológicas chinas son privadas, es el Estado el que define, ejecuta, financia, coordina y evalúa las metas de desarrollo nacional, a través del Consejo de Estado y de la Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma. Esto no solo posibilita, sino que alienta y promueve una competencia regulada entre las empresas tecnológicas privadas por innovar permanentemente y alcanzar los más altos estándares tecnológicos, uno de los objetivos prioritarios establecidos por el gobierno chino.
La decisión de encabezar los procesos de cambio tecnológico ocupa en la actualidad gran parte de los discursos y documentos oficiales de la República Popular China. Generalmente, en los discursos y documentos oficiales de China se afirma que el siglo XXI anuncia una nueva ronda de la revolución científica y tecnológica (en China no se habla de “cuarta” o “quinta” revolución industrial, las cuales refieren a las etapas del desarrollo tecnológico occidental) en donde la innovación científica y tecnológica mundial exhibe nuevas tendencias y características, se acelera la integración interdisciplinaria, surgen sin cesar nuevas disciplinas y se amplían continuamente las fronteras de la ciencia.
Asimismo, se señala que la cuarta revolución tecnológica en curso tendrá un impacto inconmensurable en una nueva ola de globalización económica y en el desarrollo de la sociedad humana, por lo que China debe establecer reglas y estándares relevantes que faciliten la innovación y el desarrollo tecnológicos al tiempo que garantizan la seguridad humana.
Sin embargo, un aspecto importante que aparece en la narrativa china es que la innovación debe realizarse partiendo del interés nacional y contemplando las particularidades del pueblo chino. “En la vasta tierra de China, para hacer méritos o tener éxito, la clave está en que, con los pies en la gran tierra natal y con los anhelos del pueblo en el corazón, encontremos con certeza el punto de convergencia entre las ventajas profesionales y el desarrollo social, y entre los conocimientos avanzados y la realidad de nuestro país, para que la innovación y la creación puedan realmente echar raíces, florecer y rendir frutos”, dijo Xi Jinping.
Pero, también, se señalan los desafíos éticos que plantea la revolución tecnológica: “El impresionante desarrollo de la tecnología de la información y la inteligencia artificial crea problemas éticos y plantea amenazas visibles para los estilos de vida e incluso la existencia humana”, por lo que se llama a los cuadros y funcionarios del Partido a estar alertas ante las amenazas que se desprenden de la revolución tecnológica y no alejarse del objetivo central del desarrollo, puesto en alcanzar el bienestar del pueblo chino.
Finalmente, China afirma que el país no buscará utilizar la primacía tecnológica para imponer su dominio en el resto del mundo, intentando mostrar un camino diferente al encarado por occidente. Desde el Consejo de Estado, se ha señalado enfáticamente que “ningún país debe buscar la hegemonía tecnológica, interferir en los asuntos internos de otros países o participar, confabularse o proteger actividades tecnológicas que socavan la seguridad de otros países. Sobre la base del multilateralismo, el respeto mutuo y la confianza mutua, todos los países deben mantener un amplio diálogo y cooperación, y construir un sistema de reglas tecnológicas y un marco para la cooperación internacional que garantice la paz, la seguridad, la democracia, la transparencia, la inclusión y los beneficios para todos. Es necesario que todos los países defiendan la equidad social y la justicia, coloquen la innovación tecnológica bajo el imperio de la ley y las normas reconocidas internacionalmente, y aseguren que la innovación sea por las personas, para las personas, y consistente con los valores humanos”.
A partir de ello, Xi Jinping afirmó que el escalamiento tecnológico de China probablemente generase resquemores en las potencias establecidas, por lo que el país debería prestar especial atención y actuar con precaución en su avance. Sin embargo, el gobierno chino también es consciente que el sistema internacional atraviesa un período de cambios estructurales, por lo que el país tiene una oportunidad histórica de transformar las relaciones de poder globales.
Nuevos ciclos tecnológicos, nuevos desafíos
El desarrollo de un nuevo ciclo tecnológico trae aparejado la adquisición de relevancia de nuevos recursos naturales que son estratégicos para la producción de los dispositivos y maquinaria que demanda el nuevo paradigma tecno económico.
América Latina y el Caribe tiene una posición central para el nuevo ciclo tecnológico, al poseer reservas importantes de los minerales que este proceso productivo demanda, entre ellos el cobre, níquel, molibdeno y, por supuesto, el litio. La revolución tecnológica y la transición energética dependen de una demanda creciente de estos minerales no energéticos que se tornan estratégicos en la medida en que son indispensables para los nuevos ciclos tecnológicos e industriales. De este modo, la región vuelve a insertarse en la dinámica del poder global como un área objeto de disputa entre las principales potencias tecnológicas globales, en tanto portadora de minerales estratégicos indispensables para el nuevo ciclo tecnológico.
La región tiene herramientas importantes para hacer valer su soberanía y ser protagonista de este proceso. El Foro China-CELAC, que está cumpliendo 10 años desde su creación, estableció un plan de cooperación denominado “1+3+6”, que incluye tres fuerzas propulsoras (comercio, inversión y cooperación financiera) y seis campos clave de la cooperación (energía y recursos, obras de infraestructura, manufactura e innovación científico-técnica). En el marco del Foro China-CELAC, ambas regiones acordaron construir relaciones de beneficio mutuo, basadas en los intereses específicos de cada una de las partes. Entre los objetivos explicitados en el programa, se encuentra el compromiso de garantizar la transferencia de tecnología en favor de la región latinoamericana y caribeña.
El nuevo paradigma tecno económico vuelve a poner al planeta en una disyuntiva estructural: la sustentabilidad del planeta frente a la in-sustentabilidad del capitalismo contemporáneo, de sus formas de acumulación y sus límites para superar la anarquía del mercado y para gestionar el desarrollo de las fuerzas productivas a nivel planetario. La gran capacidad innovadora del capitalismo encuentra sus límites en la amenaza de su propia destrucción, principalmente si no está guiada por una nueva ética de la prosperidad común. En este sentido, no solo es necesario poner en cuestión los objetivos y alcances de la nueva revolución tecnológica, sino que es importante debatir la concepción que tendrá sobre los bienes comunes y sobre la vida humana.
Publicado el 24/04/2024 en Tektónikos
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