La guerra en Ucrania precipitó una crisis energética como el mundo no vivía desde los 70 pero con un impacto disruptivo de más alcance, que toma a contrapié a un mundo más interconectado, que avanzaba seguro hacia las energías limpias y se ve obligado ahora en la emergencia a revalorizar el tan denostado recurso del carbón.
La invasión rusa a Ucrania superpuso sus propios y bruscos trastornos de abastecimiento a las alteraciones que la pandemia había dejado irresueltos en 2021, a tal punto que la industria nuclear y hasta el carbón está recuperando valor en la canasta global de energías de países desarrollados y emergentes.
El primer aviso lo dio Francia, cuando el presidente Emmanuel Macron, que se había propuesto reducir de 70% a 50% la participación de la nuclear en la cesta energética francesa, anunció en marzo la construcción de seis nuevos reactores tipo EPR2 y el estudio de viabilidad de otros ocho, para comenzar a construirlos en 2028 y poner en funcionamiento en primero en 2035.
Meses después, Macron anunció con bombos y platillos la total nacionalización de EDF, la mayor eléctrica francesa (el Estado ya tenía 83%), que opera además todas las centrales atómicas.
En julio, ya desatada la guerra y ante las primeras restricciones del envío de petróleo y gas desde Rusia, fue el Parlamento Europeo el que convalidó a la energía nuclear y al gas natural como "energías verdes" a partir de 2023, en una votación reñida (328 a 278) que modificó la “taxonomía verde” de la Unión Europea (UE) y a la que se opusieron España y Países Bajos. El bloque mantuvo, igualmente, su plazo de 2050 para eliminar todas las emisiones de CO2.
En julio, la reducción de la provisión de Rusia a Europa terminó de redondear un cuadro de escasez que obligó a la UE a reducir el consumo de gas natural -del que depende 50% en el caso de su mayor potencia, Alemania- en 15% entre agosto de 2022 y marzo de 2023, para lograr un ahorro de 45.000 millones de metros cúbicos.
"Rusia nos está chantajeando y usa el gas como arma", se quejó la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, cuando el flujo de gas ruso se redujo a un tercio respecto de un año atrás. Días después,el gigante estatal ruso Gazprom anunció que restringía al 20% los envíos de gas a través del gasoducto NordStream, que sale hacia el océano por el norte e ingresa a suelo europeo por Alemania.
En ese contexto entra en escena el carbón, bestia negra de los esfuerzos que el mundo entero ha comenzado a hacer en las últimas dos décadas para limitar el aumento de la temperatura global a no más del 1.5°C por encima de los niveles preindustriales cuanto antes y evitar todavía mayores impactos del cambio climático, sobre cientos de millones de habitantes pero también sobre sus propias economías.
¿Regreso obligado?
La Agencia Internacional de Energía (AIE) aborda en su último reporte la “vuelta parcial a la generación de electricidad con carbón” en Europa y prevé que el lento crecimiento económico reduzca el aumento de la demanda mundial de electricidad en 2022 y 2023 a menos de la mitad del ritmo registrado en 2021.
“A pesar del cambio de gas a carbón y de la escasa disponibilidad de centrales nucleares en Europa, -dice, de todos modos- las emisiones del sector eléctrico mundial podrían disminuir ligeramente en 2022 y 2023, como consecuencia de la combinación de la ralentización de la demanda de energía y el desplazamiento de los combustibles fósiles por las energías renovables”.
Según el experto Daniel Yarvin, esta crisis energética es posiblemente peor que la de los 70: entonces sólo involucraba al petróleo, mientras ahora están involucrados el gas natural, el carbón e incluso el ciclo del combustible nuclear. Además de estimular la inflación, “la crisis está transformando un mercado que antes era global en otro fragmentado y más vulnerable a disrupciones, lo que frena el crecimiento económico. Y junto con la crisis geopolítica de la guerra en Ucrania, está profundizando las rivalidades entre grandes potencias”, opina.
La crisis energética actual no empezó con la invasión rusa de Ucrania, sino en 2021, según Yarvin, cuando la salida de la pandemia generó un gran aumento de la demanda de energía. Pero China no consigue satisfacer su demanda de carbón, que se encarece, y la estrechez se traslada al mercado global de gas natural licuado, cuyos precios se disparan, y con ellos los del petróleo.
Sin guerra, Rusia hubiera incrementado la venta de gas natural a Europa, pero por razones geopolíticas evidentes decidió lo contrario. Un factor de compensación, paradójicamente, es la desaceleración del crecimiento económico global que genera la crisis en general, que hizo que el FMI revisara ya sus previsiones para 2022-23.
Mientras tanto, el carbón y su industria sacan provecho. Como alertó la organización Greenpeace desde Beijing, las nuevas autorizaciones de plantas de carbón de parte de China en el primer trimestre de 2022 sumaron 8,63 gigavatios (GW), el equivalente al 46,55% de lo que había aprobado en todo 2021.
El año pasado y en el marco de sus compromisos globales para combatir el cambio climático, China -principal emisor global de gases de efecto invernadero junto con Estados Unidos- había anunciado un control “estricto” de la expansión de la industria del carbón en 2021-25, y empezar a reducir el consumo de carbón en ese 2025 para poder alcanzar un máximo de emisiones en 2030.
Poco después los precios del carbón comenzaron a trepar en China y la falta de rentabilidad de la electricidad generada con carbón comenzó a provocar el cierre de centrales. Sin embargo, al estallar la crisis en Ucrania, que alteró todos los precios de la energía, se reactivaron autorizaciones de nuevas plantas de carbón en el país, principal productor y exportador mundial del mineral.
Según las previsiones del Consejo de la Electricidad de China, la capacidad total de generación de energía de China alcanzará los 3.000GW en 2025, con un 49% obtenido de fuentes de combustible fósil, lo que implica un aumento de 261GW en la energía de carbón y de gas natural en comparación con 2021.
Del Oeste a Este
La UE se comprometió a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 40% antes de 2030, y en al menos un 80% para 2050. Aunque la producción y el consumo de carbón en la UE (se extrae en 12 Estados miembros y se genera energía en 21) han disminuido de forma constante, el carbón sigue proporcionando aproximadamente una cuarta parte de la generación de electricidad de la UE.
El sector europeo del carbón emplea a 238.000 personas en actividades
actividades directamente relacionadas, como las minas de carbón y las centrales eléctricas. Hasta 2019, se calculaba en Bruselas que hasta 2030 podrían desaparecer 160.000 puestos de trabajo.
Pero ante la guerra en Ucrania y las restricciones en la provisión del gas ruso de cara al invierno 2022-23, no sólo reaccionó China: Alemania, Francia, Austria, Italia, Reino Unido. Grecia y Países Bajos también dispusieron reabrir sus centrales eléctricas con carbón o flexibilizar los límites de producción de sus minas, en un mercado energético marcado por la escasez y precios desquiciados.
El carbón, ciertamente, es de bajo costo como fuente energética, pero también la que emite más cantidades de CO2 en la atmósfera, explica Francisco del Pozo, de Greenpeace España. "Puede estar entre 600 y 1000 gramos por kilovatio por hora. Si lo comparamos con el gas, tendríamos cantidades más bajas entre los 400 y los 600 de gramos de CO2 por KWH".
En abril, hasta el canciller alemán, el socialdemócrata Olaf Schulz, aliado en el gobierno con Los Verdes, acordó con el presidente saliente de Colombia, Iván Duque, un aumento de las exportaciones de carbón colombiano a Alemania.
Según datos del observatorio Enerdata, otro gigante asiático y tercer emisor de gases de efecto invernadero, India, también tiene una emergencia nacional derivada de la crisis global. En abril de 2022, entre apagones en todo el país, el Ministerio del Carbón indio anunció la reapertura de viejas minas y un aumento de la producción en 100 millones de toneladas.
En mayo, el propio Ministerio de Medio Ambiente de India autorizó a las minas de carbón un incremento de su producción hasta en un 50% sin necesidad de solicitar nuevos permisos, por la "gran presión sobre el suministro en el país".
Según la Agencia Internacional de la Energía, India -casi 1.400 millones de habitantes- verá duplicada su demanda eléctrica hasta 2030. Para 2050, la agencia calcula que India consumirá 15 veces más energía para refrigeración que en 2018, por la multiplicación de aparatos de aire acondicionado. India desarrolla fuentes de energía renovables, pero sigue obteniendo 70% de su energía del carbón.
Toda Asia representa el 70% de la producción de carbón mundial y la aumentará 6% en 2021.
Publicado el 01/08/2022