MEDIO ORIENTE: MENOS GUERRA, MÁS NEGOCIOS
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La configuración geopolítica de Medio Oriente entró en plena transformación tras la reciente gira de Trump por el Golfo Pérsico, por su aproximación a Siria, su intento de acuerdo nuclear con Irán y el disgusto con Israel por su actitud en Gaza, en el marco de un enfoque que privilegia la economía sobre la seguridad.
La gira de Donald J Trump por tres países del Golfo Pérsico generó acuerdos económicos por cientos de miles de millones de dólares, en el marco de un giro de fondo del enfoque histórico de Estados Unidos hacia Medio Oriente, en favor de algunos actores árabes y en detrimento de su viejo aliado Israel.
Las imágenes de Trump conversando con los líderes de Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Qatar sobre asuntos comerciales dejaron un subtexto relacionado con la endémica violencia armada en la región y una intención de Trump de anteponer los intereses económicos al tradicional intervencionismo militar.
El primer resultado del movimiento diplomático de esta segunda Administración Trump fue su reunión en Riad con el nuevo líder de Siria, el ex militante de Al Qaeda y líder íslamista Ahmed al Sharaa, a quien elogió su potencial para reorganizar el país que gobernaban los Asad, pieza clave en nuevo orden de Medio Oriente.
Al mismo tiempo, Trump consiguió una tregua con los rebeldes islamistas hutíes que asediaban la navegación comercial del Golfo Pérsico desde Yemen con apoyo de Irán, régimen teocrático musulmán enemigo de Washington desde 1979 con el que abrió negociaciones para reflotar el acuerdo nuclear internacional de 2015.
En cambio, Washington hizo conocer el disgusto de Trump con Netanyahu, quien pese a su rechazo a la negociación nuclear de EEUU con Irán, terminó reanudando la asistencia humanitaria de Israel en Gaza, donde el presidente estadounidense prometió el fin de la guerra y el primer ministro le frustra su promesa bloqueando hasta la ayuda humanitaria a Gaza.
En este contexto, una prioridad de Trump es ampliar los Acuerdos de Abraham firmados en su primera administración en 2020, que establecen lazos diplomáticos entre Israel y países árabes, pero no Arabia Saudita por presión de Israel. Trump dijo que era su “sueño” que Arabia Saudita se incorporara a los “formidables” Acuercos de Abraham, pero Riad exige antes la paz en Gaza y un Estado palestino.
Según los analistas, Trump posicionó a EEUU en el Golfo Pérsico ya no como vendedor de armas o juez en materia de derechos humanos, sino como un socio comercial y estratégico para países muy ricos que intentan diversificar y hacer crecer sus economías de cara a una era post-petróleo.
Contra el intervencionismo

Según la prestigiosa revista especializada Le Grand Continent, en Riad quizá hayamos asistido al primer discurso estructurado de Trump en materia de política exterior, y en el que mostró una faceta diplomática casi inédita.
Si bien criticó a Irán comparándolo con los regímenes del Golfo -“mientras construyen los rascacielos más altos en Jeddah y Dubái, los de Teherán se derrumban entre escombros y polvo”- tendió una mano a los ayatolas: “Nunca creí que haya que tener enemigos permanentes. Quiero llegar a un acuerdo con Irán”.
Pero llamó aún más la atención que Trump haya criticado el intervencionismo de EEUU y lo haya contrapuesto con la evolución de los regímenes locales:
“Ante nuestros ojos, una nueva generación de líderes, cansados de las antiguas divisiones, está trascendiendo los conflictos del pasado y forjando un futuro en el que Medio Oriente se define por el comercio y no por el caos; en el que exporta tecnología y no terrorismo; y en el que personas de diferentes naciones, religiones y creencias construyen ciudades juntas en lugar de bombardearse entre sí”.
“Las maravillas resplandecientes de Riad y Abu Dabi no han sido creadas por los llamados constructores de naciones, los neoconservadores o los «liberales sin ánimo de lucro», como los que han gastado miles de millones de dólares para no conseguir desarrollar Kabul, Bagdad y tantas otras ciudades”, añadió.
“Por el contrario, el nacimiento de un Medio Oriente moderno ha sido obra de los propios habitantes de la región, de personas que están aquí, que han vivido aquí toda su vida y que han desarrollado sus propios países soberanos, perseguido sus propias visiones y trazado sus propios destinos”.
En un giro retórico particularmente hábil, Trump dirige a los países árabes un mensaje de renovación, que se inspira en el de 2009 de Barack Obama en El Cairo.
Ser reconocido como un «pacificador» es uno de los objetivos diplomáticos declarados por Trump, especialmente en Medio Oriente, según este análisis.
Tres monarquías

Según los analistas, el nuevo orden de Medio Oriente se está configurando en las capitales de las ricas monarquías saudita, qatarí y emiratí que visitó Trump -Riad, Doha y Abu Dhabi-, unidas por su condición musulmán de la rama sunnita, por oposición con la chiíta de Irán, potencia regional frente a la cual aspiran a fortalecer su protección, por ejemplo, con armamento y tecnología estadounidense.
Trump agradeció especialmente a Qatar -que le ofreció un lujoso avión Boeing 747 motivo de escándalo en EEUU- por su ayuda en la resolución parcial de la crisis de los rehenes israelíes (quedan 58 desde el 7 de octubre de 2023) retenidos por el grupo Hamas en Gaza, aunque hubiera financiado antes al grupo.
Muchos israelíes "no entienden cuán central se ha vuelto Qatar para EEUU", dijo Yoel Guzansky, del Instituto de Estudios de Seguridad Nacional de la Universidad de Tel Aviv. Es el país con la base militar estadounidense más grande de Oriente Medio y tiene una gran riqueza en gas natural.
El acercamiento de la Casa Blanca de Trump a estos países árabes, para disgusto de su antiguo aliado Israel, se traduce en acuerdos por hasta dos billones de dólares -aviones Boeing, equipos de defensa, de datos y tecnología, aunque la estimación de Reuters lo calculó en 700 mil millones de dólares.
Trump negocia una inversión nuclear civil liderada por Estados Unidos para Arabia Saudita, otro acuerdo que causa preocupación en Israel.
Un “luchador” para Siria

En medio de sus negociaciones bilaterales con las tres monarquías árabes, y relacionado directamente con la estrategia diplomática que las une, Trump anunció el levantamiento de sanciones económicas a Siria, con cuyo nuevo gobernante al Sharaa se reunió en Riad.
La condición de Siria de pieza central una nueva estabilidad sin guerras en Medio Oriente la confirmó días después la propia Unión Europea (UE), cuando siguió a Washington en el levantamiento de sanciones a una economía devastada por más de un lustro de guerra civil que desplazó a millones de personas.
Los elogios de Trump a al-Sharaa -“un luchador joven, atractivo y genial” que “tiene una oportunidad real de mantener unido” al país- grafican el giro: fue militante de Al Qaeda, responsable del ataque del 11 de septiembre de 2001 que dio paso a dos décadas de “guerra contra el terrorismo” y a las invasiones de Irak y Afganistán.
Hasta diciembre, cuando al-Sharaa derrocó al presidente Bashar al-Assad, Washington ofrecía una recompensa de 10 millones de dólares por su captura.
A finales de 2024, EEUU mantenía en torno a 40.000 militares desplegados en todo Medio Oriente. La base con más soldados está en Bahrein y sede de la V Flota. La otra gran instalación estadounidense está en Qatar.
El levantamiento de sanciones a Siria fue impulsado por Arabia Saudita y Qatar, que como EEUU buscan contener a otras potencias como Irán, Rusia, Turquía e Israel, aunque al Sharaa tiene que probar que su gobierno islamista cesará la persecución a minorías religiosas y étnicas de los 23,5 millones de sirios.
La reunión de al-Sharaa y Trump cambia el equilibrio de poder en Medio Oriente, según analistas. Arabia Saudita vincula el respeto a la soberanía siria con las perspectivas de normalización de relaciones con Israel, que tanto interesa a EEUU.
La de Trump con al-Sharaa fue la primera reunión de alto nivel entre Estados Unidos y Siria desde que el presidente Bill Clinton se reunió con Hafez al-Assad (padre de Bashar) en Ginebra hace 25 años.
Levantar las sanciones tendrá consecuencias de gran alcance. Permitirá descongelar activos internacionales de Siria, posibilitará que empresas extranjeras vuelvan a entrar en sectores clave como la construcción, la energía y el comercio, y restaurará el acceso de Damasco a los sistemas financieros y al crédito mundiales.
También mejorará el flujo de bienes, medicinas y tecnología, y en última instancia, aumentará la creación de empleo y aliviará las presiones inflacionarias. En resumen, tiene el potencial de iniciar la reconstrucción de Siria en serio y ayudar a los sirios a pasar a la siguiente etapa del futuro de su país, una más esperanzadora.
El caso de Irán

El viaje de Trump al Golfo transcurrió mientras Washington aceleraba la reapertura de negociaciones con Irán para controlar el desarrollo nuclear del país persa, que asegura que su enriquecimiento de uranio tiene fines pacíficos y no de fabricación de armas atómicas como cree Occidente.
En 2015, EEUU e Irán firmaron el acuerdo JCPOA, que incluyó a China, Alemania, Reino Unido, Francia y Rusia (miembros del Consejo de Seguridad de ONU), pero el propio Trump lo abandonó en 2018, durante su primera presidencia.
Ahora, Trump aludió a las negociaciones con Irán en varias ocasiones y dijo que le ofrecía "un camino mucho mejor hacia un futuro mucho mejor y más esperanzador", aunque insistió en que EEUU nunca permitiría que tuviera armas nucleares.
Negociadores estadounidenses e iraníes continuaron negociando en mayo, en Roma, pero Irán advirtió que fracasarán si se le niega a Teherán enriquecer uranio en su territorio. El líder supremo, ayatolá Alí Jamenei, consideró "excesivas e indignantes" las exigencias de Washington. “No sé qué ocurrirá", dijo.
Igualmente, un alto funcionario iraní reconoció la perspectiva de "mejores relaciones" con EEUU, comentario compartido por Trump en las redes sociales, antes de comentar que Irán tenía "mucha suerte" de tener de aliado a Qatar.
Oh, Gaza

Pero si hubo un indicador todavía más relevante del cambio en marcha en Medio Oriente fue la expresión abierta de las diferencias de Washington con su principal e histórico aliado regional, Israel, a cuyo gobierno Trump reprocha la demora en hacer cumplir su promesa de poner fin a la guerra en Gaza.
Trump aprovechó para discutir con los líderes árabes sunnitas que visitó algunas alternativas extra de asistencia humanitaria a los dos millones de habitantes del territorio palestino ocupado, una gestión que finalmente decidió a Netanyahu a pensar en permitir la entrega de alimentos y medicinas, sin que ello lo hiciera abandonar su anunciada nueva y gran ofensiva terrestre contra el grupo Hamás.
Ningún observador osó poner en duda la alianza de EEUU con Israel, ni siquiera la asistencia militar, pero Trump no dudó en acordar con los rebeldes chiitas hutíes de Yemen -facilitado por Irán- un cese de los ataques al tráfico marítimo en el Mar Rojo que, sin embargo, excluyó a Israel como blanco de los misiles.
Semanas atrás, Netanyahu visitó en persona a Trump en Washington, pero para su sorpresa se encontró con que, si bien reafirmaba su apoyo a Israel, lo encuadraba en una diplomacia menos incondicional e ideológica, y más transaccional y útil para los nuevos intereses económicos de EEUU en la región. Tampoco avaló la pretensión israelí de bombardear sitios militares de Irán.
"Esta administración está muy frustrada con Netanyahu y esa frustración se está mostrando", dijo David Schenker, ex subsecretario para Asuntos de Medio Oriente. "Son muy, muy transaccionales, y Netanyahu no les está dando nada en este momento", resumió el ex funcionario del republicano George W. Bush (2001-2009).
El emblemático diario The Washington Post resumió: “A medida que Israel hambrea y destruye Gaza, se va convirtiendo en un paria internacional. Tras 19 meses de guerra brutal, aliados occidentales de Israel pierden la paciencia ante el anuncio de una renovada ofensiva en la Franja”.
Netanyahu no sólo está cerrado a cualquier alto el fuego en Gaza, sino que objeta además las negociaciones con Irán. Así que Trump, durante sus conversaciones con los líderes árabes, gestionó la liberación del último estadounidense retenido por Hamás desde 2023, sin atender la situación del resto de los rehenes. Trump ha perdido la paciencia con Netanyahu.
Durante su campaña electoral, Trump dejó claro que quería un alto el fuego en Gaza y la liberación de los rehenes allí antes de regresar a la Casa Blanca. Meses después, el gobierno ultranacionalista de Netanyahu eligió ampliar la ofensiva militar que lanzó hace 19 meses, y que dejó casi 55 mil muertos, además de los 1.200 que causó Hamás cuando invadió Israel.
Trump hizo una referencia inusual al sufrimiento en Gaza. "Hay mucha gente muriendo de hambre, están pasando muchas cosas malas", dijo.