“Un mundo con dos superpotencias depredadoras”, por Martin Wolf
- Embajada Abierta
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El segundo mandato de Donald Trump está transformando el mundo. Es muy probable que el régimen autocrático que está creando en su administración y en la Corte Suprema perdure. Pero incluso si no lo hace, habrá cambiado el mundo simplemente por el hecho de haber ocurrido, y esto debe transformar nuestra visión del futuro.
Sin embargo, ese futuro no estará determinado únicamente por EEUU. China también es una superpotencia. ¿Qué papel podría desempeñar en esta nueva era?
Empecemos con EEUU. Las demás democracias solían pensar que compartía valores fundamentales con ellas. Pero la actual administración estadounidense claramente no los comparte. Trump se caracteriza por sus exigencias, su espíritu de venganza, su codicia y su carácter caprichoso. Esto por sí solo dificulta la relación con él. Como señala Célia Belin, del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, "su política exterior constituye una exportación de su política nacional.
Trump y el movimiento MAGA utilizan los mismos tres métodos tanto en casa como en el extranjero: eliminación, transformación y sometimiento. A nivel nacional quieren eliminar el Estado Profundo y convertir a una América liberal en una nacionalista. En el exterior también quieren eliminar las alianzas y otros compromisos y convertir a los aliados en vasallos".
Estos objetivos son perjudiciales para la mayoría del mundo y una temeridad para EEUU. Adam Posen, presidente del Instituto Peterson para la Economía Internacional, analiza esta situación a largo plazo en un artículo publicado en Foreign Affairs titulado "La nueva geografía económica". Según el artículo, después de la Segunda Guerra Mundial EEUU garantizó a otros países protección contra todo tipo de riesgos.
Pero los costes que asumió no fueron gratuitos: otros países invirtieron en EEUU, abrieron sus economías a los inversores estadounidenses, le prestaron dinero a bajo interés, convirtieron al dólar estadounidense en la moneda global y transformaron los mercados de capitales estadounidenses en el centro de las finanzas mundiales. Fue un acuerdo mutuamente beneficioso.
Trump se queja de que EEUU ha sido "estafado". Sin embargo, el hecho es que ha seguido siendo la economía más rica y tecnológicamente avanzada del mundo durante un período de crecimiento global sin precedentes: entre 1950 y 2020 el PIB real per cápita mundial medio aumentó un 360%. ¿Estafado? De ninguna manera.
Lamentablemente, Trump ha destruido este gran acuerdo y lo ha sustituido por una serie de acuerdos poco fiables y depredadores. Además de imponer aranceles exorbitantes a países que consideraban a EEUU su aliado, Trump les ha exigido que hagan inversiones en su país, lo que ha irritado enormemente a sus socios internacionales. Esto es puro gansterismo.
Además, en el antiguo sistema de cooperación basado en la confianza en EEUU, aunque existía una interdependencia algunos países eran más dependientes que otros. Esto permitió que dicha interdependencia se utilizara como arma.
Como argumentan Henry Farrell y Abraham Newman, EEUU lo hizo con relativa libertad. Dentro de lo que se consideraban relaciones mutuamente beneficiosas a largo plazo, esta práctica, especialmente el uso de sanciones, era tolerada, aunque con cierta reticencia. Pero Trump está transformando la interdependencia en un mecanismo de control. Y eso es algo muy diferente.
Otros países también pueden seguir esta estrategia. De hecho, China ya lo está haciendo. Según un artículo de dos economistas europeos, Moreno Bertoldi y Marco Buti, la UE se encuentra atrapada entre dos grandes potencias: una "extractivista" y otra que fomenta la dependencia.
China pertenece a esta última categoría: al inundar los mercados con sus productos agrava los desequilibrios comerciales y macroeconómicos a nivel global y socava la confianza en el sistema de comercio basado en las normas de la OMC que supuestamente defiende.
Asimismo, su uso estratégico de materias primas esenciales y el control de la cadena de suministro de energías limpias están debilitando el apoyo a la lucha contra el cambio climático, especialmente en la UE. Sin embargo, China es un socio más fiable y racional que EEUU actualmente: al menos no niega la realidad del cambio climático.
El resto del mundo no puede ignorar a estas superpotencias depredadoras, ya que juntas generan el 43% del PIB mundial a precios de mercado (y el 34% en paridad de poder de compra). Por ello, es necesario encontrar una forma de hacer frente a su impacto global, como adoptar una postura prudente.
EEUU debería ser la principal víctima de esta situación, ya que ha contado con las alianzas más valiosas. Pero eso no le preocupará a un régimen que no tiene reparos en destruir sus principales activos nacionales, como sus grandes universidades, su liderazgo científico, su apertura a inmigrantes talentosos e incluso el Estado de Derecho.
Además, Trump cree que los aliados pueden convertirse en vasallos. Reino Unido ha optado por ser un vasallo. Irónicamente, esto es consecuencia de su búsqueda de una mayor soberanía nacional tras el Brexit. Pero Japón, Corea del Sur e incluso la UE no parecen actuar de forma muy diferente hasta ahora.
Sin embargo, espero que esta situación no dure demasiado. Tanto los antiguos aliados de EEUU como otros países buscarán alternativas, lo que aumentará la influencia de China. De hecho, EEUU ya ha acercado a India y Brasil a Pekín: Xi Jinping debe agradecer a Trump sus errores.
La sumisión a una superpotencia o hacer que se enfrenten entre ellas dejan una tercera opción. El mundo al que nos dirigimos será más pobre, más inestable y más peligroso que el que teníamos antes de que EEUU abrazara el MAGA. Otros países deberían atreverse a seguir un camino más independiente de forma conjunta, incluso en la gestión de bienes públicos globales, como la sanidad, el clima e incluso la seguridad. ¿Podría la UE liderar este camino? Esto ahora puede parecer una utopía, pero han sucedido cosas más extrañas.
Escrito por Martin Wolf en Expansión. Texto original aquí