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ÁFRICA, LA ÚLTIMA VÍCTIMA DE LA PANDEMIA

El COVID-19 se ha propagado en dominó por todos los continentes, pero por una situación histórica que la define hasta nuestros días África se presenta ahora como el último y más riesgoso escenario del avance de la pandemia. La vitalidad de su población contrasta con su tremenda vulnerabilidad social y sanitaria. El impacto económico de la crisis y la deuda que arrastran sus países complican todo aún más.


La pandemia de COVID-19 se inició dejando su huella letal en Asia, atravesó dolorosamente Europa y se ha enseñado con las Américas, hasta llegar a Australia aunque sin lograr hacer tanto daño, pero ahora se cierne sobre África como una amenaza todavía mayor dadas las vulnerabilidades estructurales del continente, con 1.300 millones de habitantes, aunque con una edad promedio de 20 años.


África es hoy la suma de sociedades atravesadas todavía por crisis políticas sin resolver, guerras sin treguas efectivas, desplazamientos de cientos de miles de refugiados y economías en desarrollo o empobrecidas al límite a las que la recesión global, el derrumbe de las materias primas y el endeudamiento externo dejan sin mayores alternativas de financiar, además, una lucha contra la pandemia.


La comunidad internacional, consciente del problema que se avecina, ha tomado nota e iniciativas concretas, como las del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el los líderes del Grupo de los 20 (G20) con medidas de asistencia financiera y, sobre todo, de alivio del pago durante 2020 de los intereses de la deuda del continente a las naciones más pobres, entre ellas 23 de África.


Cuatro meses después de iniciada la pandemia, hay países africanos que, después de imponer confinamientos con más o menos restricciones, ya se disponen a retomar parcialmente sus actividades, muy condicionados por las consecuencias de la crisis económica, pero las organizaciones internacionales son muy pesimistas.


Al comenzar mayo, África sumaba más de 50.000 casos confirmados de COVID-19, con unas 2.000 muertes asociadas. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), si no se toman medidas radicales de prevención, el continente acumulará 10 millones de contagios en los próximos tres a seis meses.


POBRES Y ENDEUDADOS



La pandemia llegó a África con los mismos efectos de la interrupción brusca y generalizada de la actividad económica y comercial que golpeó el resto del mundo.


Sin embargo, ese impacto agravó la situación de un continente que arrastraba deudas con organismos internacionales, gobiernos extrarregionales (como China, a través de su iniciativa BRI - la Franja y la Ruta) y acreedores privados, por un total de USD 540 mil millones (hasta 60% del PIB), que se llevan el 15%-30% de los presupuestos nacionales, mucho más que lo que invierten en salud.


El derrumbe del precio crudo hace tambalear la economía de una potencia como Nigeria. La Comisión Económica de las Naciones Unidas para África (CEPA) estimó que el impacto del COVID-19 en el continente significará una pérdida de ingresos de hasta 65.000 millones de dólares para todos los países exportadores de petróleo.


La baja del precio de los commodities, en general, impactará negativamente en otros países africanos como Sudáfrica, Argelia, Egipto y Angola, sin contar la interrupción del envío de remesas desde los países avanzados y el turismo.


En su conjunto, África podría perder la mitad de su PIB. Su crecimiento pasaría de 3,2% previsto a 2%, por varias razones, como la alteración de las cadenas de suministro mundiales, según la CEPA. El FMI pronosticó que la región subsahariana atravesará este 2020 su primera recesión en un cuarto de siglo (-1,6%).


Sin la capacidad de respuesta fiscal de los países más avanzados para hacerle frente a la emergencia, ni su facilidad para acceder al financiamiento necesario vía emisión de bonos o directamente de dinero, la crisis en África, además de desempleo y empobrecimiento, se traducirá, literalmente, en más hambre.


Por eso, el FMI aprobó préstamos a varios países africanos, entre ellos las Comoras, Cabo Verde, la República Democrática del Congo, Mauritania y Santo Tomé y Príncipe. A Nigeria, le aprobó el mayor estímulo destinado a atender la emergencia, por USD 3.400 millones, equivalente a la cuota del país en el Fondo, ya a Kenia otros USD 739 millones.


En medio de la pandemia, varios gobiernos de África exigieron por primera vez al mundo la cancelación lisa y llana de la deuda externa regional. El ministro etíope y Premio Nobel de la Paz Abiy Ahmed; el jefe de Estado senegalés, Macky Sall, y el presidente de Sudáfrica y de la Unión Africana (UA), Cyril Ramaphosa, hicieron pública la puesta en marcha de la iniciativa.


El presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, se declaró dispuesto a revisar la demanda en la UE, después de reunirse con el G5 del Sahel, que incluye a naciones muy pobres del continente, como Malí y Níger. Hasta el presidente francés, Emmanuel Macron, habló de “cancelación masiva” de la deuda africana.


Aún así, según el Banco Mundial y el FMI, de los USD 114.000 millones necesarios para financiar una respuesta combinada a la crisis sanitaria y económica en África durante la pandemia faltan aún unos USD 44.000 millones.


En 34 de los 45 países del África subsahariana, el gasto anual per cápita en salud es inferior a USD 200, y en algunos apenas llega a USD 50. Con eso afrontan ahora la financiación de cuidados intensivos, ventiladores y medicamentos extras, además de la contratación de médicos y enfermeras.


Pros y contras


Después de pasar la primera parte de la pandemia a salvo, con la rápida adopción de esquemas de confinamiento, en apenas un mes, desde principios de abril a principios de mayo, África cuadriplicó sus contagios de COVID-19. Al 5 de mayo superaban los 45 mil, con 1.800 muertos, aunque las estadísticas oficiales pueden dejar sin registro a muchos casos más.


Sólo seis países suman tres cuartas partes del total de contagiados (Sudáfrica, Egipto, Marruecos, Argelia, Nigeria y Ghana), pero la tendencia al alza ya es fuerte en Camerún, Costa de Marfil, Guinea o Senegal.


Aún así, varios países anunciaron en mayo una reapertura parcial de sus esquemas de confinamiento y de aislamiento social, Sudáfrica, Nigeria y Ghana, en parte siguiendo una línea de argumento que asocia la juventud de su población con el menor riesgo de mortalidad por coronavirus, a diferencia de Europa, por ejemplo.


Así, mientras en Japón el 40% de las personas tiene más de 55 años y el 28% tiene más de 65 años, en Uganda la proporción de esas edades caen a 5% y 2%, respectivamente. En Japón, el 13% de la población está compuesta por niños menores de 14 años. En Uganda, cae al 48%. Visto así, en África el confinamiento acarrearía más perjuicios (económicos) que ventajas (sanitarias).


Esto se relaciona con otras “condiciones preexistentes” de África: la superpoblación de urbes empobrecidas que concentran 600 millones de habitantes y más del 50% de la actividad económica en las que imponer el aislamiento social es casi imposible y la debilidad estructural de sus servicios sanitarios, de agua y cloacas.


Por un lado, esa realidad torna relativos los efectos del confinamiento masivo practicado en otros continentes como principal herramienta de protección ante la pandemia, hasta que se logre una vacuna para el COVID-19. Por otro, eso mismo hace temer que África se enfrenta a una emergencia de gran escala si no se toman medidas con un masivo apoyo financiero externo.


El frágil sistema sanitario africano, reflejo de la falta de desarrollo general, puede ser fácilmente sobrepasado al combinarse con la pandemia de COVID-19: África sigue luchando contra el VIH (el virus que causa el SIDA) y la tuberculosis. El paludismo, la anemia y la malnutrición extendida completan el panorama.


África subsahariana concentra el 70% de las personas con VIH en todo el mundo, y el 25% de los nuevos casos de tuberculosis -principal causa de muerte entre infectados por VIH- ocurre en África. Ambas enfermedades, por ahora, están poco extendidas en las regiones más afectadas por el COVID-19.


Es verdad que algunos países, como Nigeria, Liberia y Uganda han logrado darle batalla al Ébola y fortalecido redes locales de prevención. Pero África tiene menos de una décima parte del número de médicos per cápita que Estados Unidos, por ejemplo. Sierra Leona tiene ocho millones de habitantes y unos pocos respiradores.


Por ello, la OMS advirtió que la pandemia puede alcanzar a 10 millones de africanos en un plazo de tres a seis meses. "Estamos apenas en el comienzo", graficó Mike Ryan, director ejecutivo del Programa de Emergencias Sanitarias de la OMS.

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