El mundo con el que se encuentra esta propensión argentina de planificar una mayor integración en el escenario global presenta alternativas volátiles y dificultades que habrá que calibrar para determinar la naturaleza y la velocidad de las políticas que se llevarán adelante en los próximos meses.
Un panorama de los capítulos centrales que merecen ser evaluados permite establecer el siguiente ordenamiento:
° Un sendero de suba de las tasas de interés por parte de la Reserva Federal a partir de fin de este año y eventualmente en 2018 puede provocar cierta volatilidad financiera, con un flight to quality por parte de capitales que abandonarían el riesgo de mercados emergentes, entre ellos los países de América Latina. Esta posibilidad fue esbozada por los principales miembros del staff del FMI en las últimas semanas. A tal incertidumbre se añade el proceso de recambio en la conducción de la FED que el presidente norteamericano Donald Trump comenzó a desarrollar para reemplazar a la actual presidenta, Janet Yellen. De concretarse ese escenario de mayor volatilidad global, se verificaría justo en momentos en que la Argentina está compelida a financiar su déficit fiscal con endeudamiento, sin miras a que esa realidad se altere al menos en los próximos dos años.
° El acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea no se encamina a una instrumentación sencilla en el corto o mediano plazo. Más allá de la intención de impulsar un anuncio general antes de fin de año, lo cierto es que hay fuertes resistencias por parte de países europeos a ofrecer mayores concesiones al Mercosur para facilitar el ingreso de productos agrícolas al continente. La principal oposición proviene de Francia, que considera que sus agricultores y productores ganaderos han debido reconvertirse en los últimos años para allanarse a nuevas normas medioambientales y sanitarias, lo cual derivó en una merma de competitividad que debió ser cubierta con subsidios estatales. El gobierno francés –presionado por los sectores del agro- entiende que la producción de los países del Mercosur no se rige por estándares equivalentes y por ello provocaría un perjuicio en un esquema de mayor liberalización comercial. Otros países de la UE, sin embargo, consideran que la postura francesa es excesiva. Por ello se verifica la paradoja de que la oferta europea de cuotas en materia agropecuaria –carne vacuna y etanol, por ejemplo- es considerada insuficiente por el Mercosur y demasiado generosa por Francia, aun cuando resulta inferior a la propuesta realizada más de diez años atrás, en una etapa anterior de las negociaciones. En otro sentido, el Mercosur –en especial Brasil- es renuente a flexibilizar en exceso las condiciones para que empresas europeas participen en compras y licitaciones estatales, así como las normas vinculadas con patentes e inversiones. Así las cosas, la alternativa para superar este escollo sería presentar un entendimiento muy general en ocasión de la conferencia ministerial de la OMC que se realizará en diciembre en Buenos Aires, con la expectativa de retomar las negociaciones el año próximo, sin la presión de un anuncio.
° Son crecientes las señales de proteccionismo que muestra la administración de Trump y que caminan en sentido contrario a la declarada vocación de integración comercial que dejan trascender los principales bloques mundiales. Las trabas norteamericanas al biodiesel y a los limones argentinos no son sino un capítulo de una política general de Trump orientada a revisar todos los acuerdos comerciales, comenzando por el Tratado de Libre Comercio con México y Canadá. Las tensiones en materia de política comercial con el resto del mundo podrían reflejarse en la cumbre de la OMC que presidirá Susana Malcorra en Buenos Aires. Para la Argentina, dada la restricción externa que enfrenta recurrentemente, es central promover un incremento de las exportaciones. El desequilibrio comercial acumulado en el año ronda los 5200 millones de dólares y los analistas coinciden en que al final del ejercicio el déficit trepará a no menos de 7000 millones. La situación es compleja, porque no se avizora un cambio de tendencia para 2018 sino la profundización del desbalance actual. La búsqueda de competitividad que plantea el Gobierno apunta a afrontar este problema, pero la salida no se verá en el corto plazo.
° Europa volvió a quedar sometida a tensiones políticas justo en momentos en que asoma en el horizonte una recuperación económica luego de una larga década de austeridad. El Banco Central Europeo decidió no interrumpir abruptamente su programa de inyección de liquidez, con el objetivo de continuar sosteniendo la remontada de la economía. Ese programa de compra de activos se desarmará gradualmente en la medida en que tenga efecto para restablecer un piso inflacionario no menor al 2% y estimular un mayor consumo. Pero la reaparición de movimientos de extrema derecha en diversos países -luego de que las elecciones de Holanda y Francia parecían haber sofocado el riesgo- y la confrontación de alto voltaje que se desencadenó en España con el desafío catalán abren interrogantes sobre el escenario en que deberá debatirse una eventual refundación de la Unión Europea. La rebeldía que desencadenó el gobierno catalán de Carles Puigdemont, más allá de la herida que dejará cualquier alternativa que se imagine superadora, pone en evidencia las tensiones centrífugas que debe afrontar la Unión Europea en un presente donde reina el malestar y el descontento con la cesión de soberanía a instituciones supranacionales. El reverdecer separatista podría extenderse a otras regiones del continente, alcanzando a Italia y a Alemania, por ejemplo, mientras Angela Merkel y Emmanuel Macron, debilitados en sus procesos domésticos, intentan restablecer un eje común que pueda recuperar la confianza en el proyecto integrador, que a la vez se enfrenta aún con la incertidumbre sobre las características que tendrá el Brexit. Todo esto es seguido de cerca por el gobierno argentino en orden al impacto que tendrá en las decisiones de inversión.
° Finalmente, el otro gran interrogante es el escenario que se verificará en Brasil en los próximos meses, de cara al proceso electoral que tendrá lugar hacia fin de 2018. El presidente Michel Temer despejó los riesgos de una crisis política al lograr que el Senado rechace una acusación por corrupción en su contra, por lo cual podrá ahora enfocarse en la gestión sin una espada de Damocles que lo tenía al borde de una eventual destitución. Pero el aval del Senado no fue gratuito: el gobierno central deberá concretar fuertes desembolsos en distintos territorio para financiar todo tipo de obras, lo cual tendrá un impacto fiscal relevante y complicará el ordenamiento presupuestario que aspira a mantener el ministro de Hacienda Henrique Meirelles. En los últimos meses el gobierno brasileño inyectó fondos al mercado para estimular el consumo, de modo de evitar un nuevo año recesivo, luego de un bienio con una caída de la actividad económica cercana al 7,5 por ciento. Pero el ingreso a un año electoral pronostica seguras dificultades para los proyectos de Temer, quien además no logra superar una ínfima imagen positiva inferior al 5% y la amenaza de Lula como candidato presidencial para 2018. Por lo pronto, la Justicia frenó sus medidas de flexibilización para el trabajo considerado “esclavo”, que Temer había decretado por presión del sector agropecuario, habituado a desarrollar su actividad a caballo de la precariedad laboral, como también ocurre en el resto de la región. Y se prevé una dura oposición para la aprobación de una reforma jubilatoria y de su paquete de privatizaciones. Con todo, la economía experimentaría este año un rebote que el gobierno, organismos internacionales y analistas en general, ubican en un rango que va del 0,2% al 0,7%, exiguo claramente para generar expectativas positivas para la Argentina. La incógnita entonces se traslada al 2018 porque el gobierno brasileño supone que la economía podrá crecer un 3%, aunque no hay fundamentos que alimenten semejante optimismo